4/30/2018

55-La herencia de los Astur.


Muchas personas, se preguntan habitualmente: ¿Cómo hemos llegado a esto? No es una pregunta existencial en este caso, como ser, de donde proviene la humanidad o como fue el comienzo de la creación. Ichinén se pregunta en este instante, en que parte dio mal el giro y todo se vino abajo. Desertus, se responde, seguramente fue al salir de Desertus. Luego del fiasco que fue la reunión con el emir Almanzor. Estaban determinados a llegar con Johan al reino de Astur, lo más rápido que pudieran, para adelantar en el camino a los siervos de Rokuten, con la idea de evitar la influencia de sus mentiras al soberano de Astur. Tal como les había ido de mal con la gente del desierto, que creyeron cada una de las aseveraciones del emisario de los demonios. El guerrero Ichinén está acostado, boca arriba, en el suelo del salón real de Astur; con la espada sujeta contra el filo de un arma demoniaca. Sujetando esa otra arma, se encuentra el bruto infernal que conocieron en Desertus. Este desafío de fuerza, le está costando mantenerlo ¿Cómo hemos llegado a esto? Esa es toda la historia.
Ichinén y su amigo Johan viajaron en caballo hasta el puerto más cercano, el que fuera más próximo al reino que se dirigían. Astur era un reino de guerreros, dirigidos por un líder meritorio, que ganó el liderazgo siendo el más fuerte y hábil de todos. Ichinén recordaba su última visita en esas tierras, siendo niño y de la mano de su padre. Astur era muy distinto en ese momento, más tradicional, menos marcial. El rey de entonces, no podía recordar su nombre, pero seguro que no era el del regente actual, llamado Lord Jahan.
Los de Astur vestían unos escuetos trajes que no eran precisamente armaduras, aunque eran de metal. Más bien parecían decorativos o accesorios, poco protegían. Quizás eran para especificar rangos. Más allá de eso, apenas cubrían una o dos partes del cuerpo, el resto se mantenía a la vista. Ni bien llegados él y Johan, habían sido arrestados, apenas nomás de entrar en el palacio. Aunque difería de lo ominoso de los que vieron en Taranis, la arquitectura tenía una reminiscencia melancólica de una cultura que había cambiado de rumbo. Sin saber porque eran arrestados y conducidos al interior, Ichinén y su compañero no pudieron hacer otra cosa que dejarse llevar, después de todo, no parecían en peligro. A menos que contara estar rodeado de soldados armados y con actitud de perro guardián. El guerrero no entendía bien de que iba todo eso. Cuando entraron al salón del Asstaressi, como se le llamaba actualmente a su regente, vieron al mismo trío demoniaco que en Desertus. El mismo que había envenenado al emir en contra de Ichinén y sus advertencias, las cuales cayeron en saco roto.
-Jahan Ajneressi han llegado los mentirosos invasores como predije.-comentaba Devadatta, en tanto Johan soltaba un quejido de protesta o de dolor, no se sabe.
El salón estaba iluminado por fogones en vasijas enrejadas, podía ser parecer un sitio lúgubre, sino estuviera tan lleno de esos recipientes. En si, la luz era decente y todo era claridad, exceptuando los oscuros visitantes y sus intenciones. Casi como el emir, el asstaressi no articulaba palabra mientras Devadatta se pavoneaba con sus calumnias.
-Han llegado los emisarios de tus enemigos, aliados del reino central tiránico. Trayendo mentiras y engaños, sobre nuestras intenciones.-
Lord Jahan tenía la mirada dura y la mandíbula recia, todo el porte de un guerrero, incluido su traje de combate, que nada tenía de ceremonial. Detrás del hombre, se encontraba una mujer rubia de largo cabello, en parte trenzado, en parte atado. Ichinén intentaba apegarse a alguna clase de protocolo, pero no sabía que costumbres tenía esa gente. El reino de Astur había cambiado mucho, no solo su forma de gobierno. Jahan era algo más que el mejor guerrero y por ello rey, era la cabeza visible de una clase guerrera gobernante. No era un monarca que digitaba según únicamente su parecer, el gobernar allí era más complejo que en otras tierras.
-Muy bien, embajador, dice la verdad. Han venido y armados también. Ahora quiero escuchar sus razones…-manifestó el asstaressi, elevando la mano hacia Ichinén.
El guerrero respiró hondo y se preparó mentalmente en los pocos segundos que tenía para inspirar. No era un experto en la oratoria y siempre había odiado los encuentros diplomáticos, pero llegado a este sitio, no le quedaban más opciones que expresarse de la mejor forma posible.
-Su excelencia, asstaressi Jahan, mi misión es de paz y vengo aquí con una advertencia.-comenzó el duque de Menkalinam.
Siguió hablando con parsimonia y tranquilidad, obviando los gestos burlones realizados por Devadatta y compañía. Explicó todo su viaje desde Taranis, el relato de Johan, lo avistado en el viaje, las intenciones de los demonios en la isla Kerkyra…
-Esas son calumnias, noble Jahan, no poseen ninguna prueba de esto, excepto el testimonio de este dudoso testigo.-exclamó Devadatta, fingiendo indignación.
-Si fueran por la isla al sur, podrían verlo…-expresó Ichinén.
-Demasiado trayecto para una afirmación que no es demasiado confiable.-respondió Jahan con gravedad.
El rumor de asentimiento entre los demás nobles asturanos presentes, le daba la pauta que otra vez les habían ganado de mano. No podía entender en que viajaban estos nefastos personajes. ¿Volando acaso?
Argumentaron un poco rato más, pero Ichinén se daba cuenta que Jahan, no confiaba en nada de lo que estaba diciéndole. Y aunque eso no le convenía, no podía culpar al asstaressi, no tenía razones para confiar en la palabra de un supuesto duque que apenas conocía de nombre.
-La palabra del asstaressi es ley, todos la acatamos, el asunto se resolverá para uno u otro.-expresó en voz alta la mujer detrás de Jahan, mientras daba un paso al frente.-¿Algo más que decir, duque de Menkalinam?-
Ichinén le dedicó una leve reverencia y se preparó para su último alegato, sabía que eso era su última chance.
-Si nuestra chance es luchar, lo haremos juntos, Si pudiéramos llegar a la paz, lo haría, pero con las intenciones que tienen lo veo dudoso. Todo lo que sea que han dicho, son mentiras. Su intención no es hacer alianzas y vivir en paz. Quieren lograr alianzas para tranquilizar posibles rivales, mientras destruyen a los que se oponen. Los he visto en acción, escapé de su guarida y estuve en el palacio de su máximo líder. No se puede confiar en los enviados de Rokuten, son enemigos de todo ser humano libre.-
La risa de Devadatta coronó el final del alegado de Ichinén.
-Dices que somos mentirosos y enemigos, mientras que es él quien viene de la tierra de tus enemigos. Hasta hace no mucho era invitado de lady Engel en Taranis.-
-No por propia voluntad, ni con agrado fuimos huéspedes.-
La mujer que acompañaba a Jahan se acercó a Ichinén, su expresión de desconfianza era más que evidente.
-Hemos guerreado demasiado con esa gente, para saber que debemos desconfiar de todo aquel que provenga de allí…-
-Milady…-intentó decir Ichinén.
-No soy ninguna milady de Azaláys, Ichinén. Soy la Essivandere Alanna Renkaressi, mano derecha del asstaressi.-
Ichinén quiso morderse la lengua, parecía que cada palabra estaba mal pensada o era mal interpretada, como si nada fuera a conformar a esa gente.
-Essivandere, mis disculpas. Deje que relate como fui prisionero de este sujeto y sus acólitos.-
El relato quedó trunco no más de empezar, ya fue interrumpida por Niko que lo acusaba de calumniador, el bruto que oficiaba de guardaespaldas demoniaco se abalanzó adelante, hecho que hizo que Ichinén se plantara en guardia. Solo que él llevara la mano al pomo de la espada, generó una alarma general entre los presentes asturanos. El guerrero se arrepintió de moverse en forma automática.
-Lástima Ichinén, si no estuvieras tan de rodillas, podrías cumplir tu palabra de cortar la cabeza de uno de nosotros.-se burló Devadatta.
-Si no fuera que somos todos invitados de lord Jahan, cumpliría mi palabra de honor.-retrucó el guerrero.
El asstaressi se irguió repentinamente y vociferó la orden de silencio, tan escalofriante que incluso Ichinén se sintió algo nervioso.
-Si lucha es lo que desean, podemos resolver este debate mediante un combate. ¿Existen objeciones?-
Devadatta sonrió y expresó su aprobación, tenía mucha confianza en su infernal pupilo. Jahan miró a Ichinén que estaba clavando sus ojos en Devadatta. Si hubieran sido dagas, el otro hubiera quedado como un puercoespín.
-Ningún problema. Vamos a ello.-
Una exclamación de aprobación corrió entre los nobles de Astur reunidos allí. Siempre era bueno para ellos, presenciar un buen combate a muerte. Algunos se burlaban de las posibilidades de Ichinén, ante un monstruo que era tres veces más grande. O Ichinén era un tercio del tamaño del otro.
-A muerte, se define.-sentenció Jahan.
Johan se acercó a Ichinén con cara de preocupación.
-¿Estás seguro de poder con ese mastodonte?-
-He enfrentado peores demonios en el infierno.-respondió con total indiferencia el duque de Menkalinam.
Johan rezó internamente por poder compartir esa confianza. El lugar de combate fue armado en el centro del salón, corriendo únicamente las lámparas y pegándolas a las columnas del lugar.
¿Cómo hemos llegado a esto? Eso se preguntó Ichinén, cuando luego de un par de fintas, el demonio lo golpeó, haciéndolo rodar por el piso. Al tener su espada contra la del rival, pensó que era demasiado insólito que de una misión diplomática de advertencia, habían pasado a un combate a muerte. Ichinén pateó a su rival desde el suelo, pero el otro no acusó recibo. ¿De qué estaba hecho ese monstruo? Estando en ese forcejeo, el bruto infernal parecía ganarle con el peso, mientras que el guerrero veía su fuerza mermar. Giró la espada por apenas un segundo y sujetó la hoja del otro con su empuñadura. El metal apenas tocó al demonio pero este gritó como si lo hubiera traspasado. Aprovechando el retroceso, Ichinén rodó sobre su espalda y salió de esa posición tan desventajosa. Pese a ser rápido y volver a cargar, el demonio reaccionó aprisa y le frenó el golpe. Johan miraba ir y venir las espadas, sufriendo porque si Ichinén no triunfaba, la próxima cabeza que rodaría sería la suya. Viendo el transcurso del combate, la lucha no iba bien. Ichinén era experto en esgrima, rápido y ligero. Pero el demonio no era tan lento debido a su corpulencia y se mostraba bastante más fuerte. Johan tembló ante lo que pareció la segura muerte de Ichinén, el demonio lo acorraló contra una columna y casi lo atraviesa de lado a lado. El demonio siguió atacando y el guerrero solo frenando las embestidas, aquello lo iba cansando y eso le podía costar la lucha. El monstruo perdió la espada y agarró a Ichinén a mano limpia, una garra en cada brazo. La columna del guerrero pegada a una columna, mientras que su espada estaba apuntando en dirección contraria al enemigo. Si no podía mover el brazo, no podría ni rozar al rival. Viendo un fuego cercano, soltó la espada y la dejó caer sobre la lámpara cercana. Girando todo el cuerpo en una pirueta, hizo trastabillar al monstruo, lo que consiguió que soltara a su presa. Ichinén volvió a tomar la espada que ahora estaba candente con el fuego iluminador. Con una rápida estocada cortó en el brazo al demonio, casi en paralelo al músculo, de la mano al codo. El guerrero confió en que esto le daría una chance de asestar un golpe mortal, pero el monstruo lanzó un puñetazo a su pecho que lo arrojó hacia atrás. El mundo fue para Ichinén un lugar de silencio, el zumbido que lo reemplazó lo desconectó de la realidad. La espada se alejó de su mano y sus dedos agarraron el aire vacío. Al caer el suelo, creyó que ya era el fin pero se irguió antes que el demonio se le viniera encima. Los astures parecían exultantes por la muerte segura del duque. Devadatta alentaba a su colosal demonio, instándolo a matar.
Ichinén se vio sin espada y a punto de ser arrollado por el bruto. Cuando estuvo encima, pegó un giro en arco y se apartó de su lado. Lo que parecía una danza para los astures, fue la salvación ante semejante desventaja corporal. Rodando de cabeza hacia adelante, pudo recuperar su espada. El demonio estaba enfurecido y de tan ciego le lanzó lo que tenía más a mano, los leños que alimentaban el fuego. Con tan buena suerte para Ichinén que logró esquivarlos con gracia, pero con tan mala suerte para la essivandere que vio su vestido prenderse rápidamente. Ichinén corrió a socorrerlo y ayudarla a apagar el fuego a palmadas entre ella y otros dos hombres más. Tarde se giró al oír el grito de Johan, el puño del demonio lo lanzó como si fuera un muñeco de trapo. Casi pudo oír una reprimenda de su padre, por descuidarse en medio de una lucha. Estaba completamente atontado y le costaba mantener el ojo abierto, la cabeza le daba vueltas. Tenía que despejarla pronto, en menos de dos segundos, o era futuro fertilizante de los campos asturanos. El coloso demoniaco avanzó, hinchando el pecho, con la destrucción del rival a su alcance.
-Alto, detengan el combate.-se oyó la voz del asstaressi, resonar en el salón.-Ya tenemos un ganador.-
El demonio resopló y gruñó complacido. Ichinén estaba sangrando por la nariz y su cabeza apenas comenzaba a centrarse.
-Como ve, lord Jahan, este humano es un débil guerrero.-le comentó Devadatta.
-Si, veo que tratando de salvar a la essivandere, sacrificó sus chances de victoria.-
-Claramente, no es muy inteligente. Sus sentimientos lo gobiernan y comete errores estúpidos.-fulminó el pérfido Devadatta.
-Eso no es de mi agrado, lo que importa es como resulta el combate. Y para nosotros la victoria es muy importante.-
-La victoria es la supervivencia y la eternidad.-gritaron a coro los presentes asturanos.
Ichinén escupió sangre y se incorporó, tratando de también expulsar su frustración con ella.
-Dime, Ichinén. Teniendo la pelea en tan buenos términos… ¿Qué te motivó a desperdiciarlo por salvar a mi essivandere?-
Ichinén pensó que ser lo más honesto posible era su mejor carta, en esa partida que veía cada vez más perdida.
-Había esquivado los leños en vez de frenarlos con la espada, o intentarlo, los dejé pasar y por mi culpa la essivandere estaba en peligro. No podía dejar que eso sucediera.-
El asstaressi se giró a su mano derecha.
-¿Qué opinas ante esta respuesta, Alanna?-
La dura mirada de la mujer, anticipaba la amarga respuesta que tanto temía el guerrero.
-Una actitud desacertada, debió tener su cabeza en la pelea. Otros de los nuestros podía ocuparse de asistirme. Una acción arriesgada que le costó el duelo. No muy inteligente.-
Ichinén deseó no querer lanzar esa mirada, pero casi le estaba diciendo con los ojos: gracias por nada, señora. Jahan se giró de nuevo a Ichinén.
-Estos señores ofrecen alianza y una gran fuerza armada que es capaz de sostener la paz. ¿Qué ofrecés, duque de Menkalinam?-
Sin ejército, sin haber pisado su tierra, sin contar con un título con todas las letras y sin un plan claro a largo plazo; Ichinén dijo lo único que podía expresar en ese punto.
-Ofrezco la verdad, asstaressi. Solo puedo decir que hablo con sinceridad cuando asevero que he visto como se encuentra la isla Kerkyra bajo el mando de Rokuten y sus lacayos. Sé que destruirán a quien se les oponga y luego continuaran con aquellos que se les hayan aliado. Su idea es destruirnos, simplemente por el hecho de que dejemos de existir.-
-Todas mentiras, claramente, milord Jahan.-interrumpió Devadatta.-No solo alianza ofrecemos, también avances tecnológicos, este cristal por ejemplo nos trajo aquí por un portal. Podemos compartir esa tecnología.-
Ichinén comprendió ahora como era que siempre estaban antes en cada lado. Iba a manifestar su desagrado, pero fue Johan quien habló con si particular desparpajo.
-Gran cosa, eso puede hacerlo el gato de Ichinén. Si es que está con ganas y bien alimentado, claro. Sino, te araña el rostro.-
Jahan pareció divertirse con la impetuosa intervención del bardo.
-Tener acceso a distintos lugares del reino, nos viene bien para poder custodiar nuestro reino, embajador Devadatta.-
Ichinén se maldijo por no traer a Teban consigo. Jahan parecía estar comiendo de la mano del traidor Devadatta.
-Traigan a Bastión.-ordenó el asstaressi a viva voz.
Antes que nadie pudiera sopesar la duda de quien o que era Bastión, un león entró caminando pesadamente pero con firmeza en el salón. El animal parecía muy interesado en acercarse a Ichinén.
Johan tembló visiblemente y el guerrero a su lado se maldijo internamente.
-Me salvé del dragón Seiryu, para ser comido por un león llamado Bastión.-protestó para si el duque.
Jahan le dedicó una caricia al soberbio león, por sobre la melena, mientras este giraba el rostro vigilante a los que tenía enfrente.
-Bastión mismo puede abrir portales.-explicó Jahan.
Acto seguido, un portal se abrió y a través de él, salió un personaje inesperado pero muy bienvenido.
-Teban!-exclamó Ichinén con alivio y sorpresa.
-Siempre te saco las papas del fuego, humano.-replicó el gato.
-Con Bastión, hemos visitado en misión secreta la isla Kerkyra.-continuó el asstaressi dirigiéndose a Devadatta.-Y puedo aseverar sin temor a errar, que no es nada parecido a lo que me ha descrito usted. De hecho, se parece mucho a lo que relata este duque. Que pese a tener acciones temerarias, habló siempre con la verdad en la mano. Mi amigo Bastión ha conversado largamente con el amigo felino del duque, creo entender que ocurre aquí.-
Lord Jahan desenvainó su arma y la apuntó al cuello de Niko, la essivandere hizo lo propio con el otro. El demonio que había combatido con Ichinén, entendía poco este giro de eventos y resoplaba mirando alrededor con desconfianza. Todos los demás asturanos mostraron también sus hojas.
-En el pasado, el anterior régimen fue engañado por demonios de otra dimensión, no volverá a ocurrir en Astur, no durante mi guardia al menos.-sentenció el asstaressi.
-Comete un error, Jahan.-le replicó el traidor.
-No peor que creer en su alianza.-agregó el regente de Astur.
Niko tomó el cristal que activaba su portal artificial y abrieron uno rápidamente para salir.
-Lord Jahan, si me permite, hay una promesa que debo cumplir.-
-Faltaría más, lord Ichinén.-
El guerrero avanzó al trío que quería avanzar por el portal.
-Dije que les cortaría la cabeza a uno de ustedes, cuando nos viéramos de nuevo.-
Ninguno de los hombres dijo nada, por toda respuesta pasaron el umbral del pasaje y lo cerraron tras ellos, dejando a su guardaespaldas infernal del otro lado.
-Bueno, veo que deciden rápido que pieza sacrificar.-
Ichinén giró en torno al demonio y cortó una pierna por debajo, el demonio alzó la espada pero Ichinén fue más rápido y lo esquivó. Usando las piernas del demonio como un túnel, se lanzó por detrás y lanzó una fuerte estocada. Daimoku hizo el resto, honrando su leyenda como matadora de demonios. La cabeza cayó sobre el piso del salón, poco después el cuerpo del demonio. Johan se tapó la boca y miró a otro lado, para no devolver el desayuno.
-Una promesa, es una promesa.-
-Festejo su honor, lord Ichinén.-expresó Jahan.-Y le agradezco por salvar a la mujer que es mi esposa.-
La mencionada no sonrió ni cambió su recia expresión, pero le dedicó a Ichinén una inclinación de cabeza.
-Ahora debatamos sobre la posible alianza entre Astur y Azaláys.-cerró el asstaressi, palmeando al aire, para que limpiaran el estropicio demoniaco.

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