8/26/2011

15-La posada de los muertos.

Ichinén se removió nervioso, extraño en él, al mencionar el rey dragón el nombre del lugar. ¿Por que no habría leido el nombre al entrar? Recién en ese momento se dio cuenta que no era un tema sin importancia. Miró en derredor, ante una sonrisa de Shakataura, como invitandolo a hacerlo. El lugar parecíoa distinto y a la vez no. Notaba si a los muertos, no existía diferencia con lo vivido anteriormente, pero descubría una nueva faceta de los comensales. Aunque tal vez llamarlos así fuera ilógico, ya que no ingerían nada. Era el terreno de los bajos espíritus, la animalidad.
-Aquí, los que se sienten superiores, subyugan al que ven como inferior.-le explicó Shakataura.-Se entregan a sus instintos más bajos. Por eso beben, son adictos a hacer cualquier cosa que llene su vacio, tal y como eran en vida.-
-Entonces, no son muy diferentes al estado de hambre.-respondió el guerrero.
-Por eso es que son estados cercanos.-replicó el rey dragón.
Ichinén apuró su trago y bebió lo que quedaba de un sorbo. La charla estaba bien, pero el lugar no era una recomendacion sensata para estar.
-Haré caso de su consejo. Así que me despido. Espero que nunca nos encontremos en bandos opuestos.-dijo Ichinén, levantandose.
-Estoy seguro que si sucederá, si tienes exito.-afirmó Shakataura, mostrando los dientes en una sonrisa.
El guerrero se alejó de la mesa, sintiendo ligeros murmullos y risas de ella. Se encaminó al posadero a pagarle el trago, cuando uno de los presentes, le tomó del brazo.
-¿Que hace un vivo, entre los muertos? ¿Acaso estás entre quienes perteneces?-
Ichinén observó tenso, la mano que lo sujetaba como garra, respondiendo friamente.
-Tal vez, algún día, pero no aún.-
Se soltó de la presión del muerto, tratando de no ser brusco y que eso generara enfrentamientos innecesarios. Cuando estaba dandole el dinero al posadero, otro muerto se le acercó.
-Quedate con nosotros, a beber hasta que la muerte se aburra y se emborrache con todos.-
-Gracias, pero tengo un rumbo que seguir.-respondió el guerrero.
-Si has perdido el rumbo, ten en cuenta que llegar a la meta no es tan importante. Lo que interesa es el camino recorrido.-continuó el difunto.
Ichinén asintió, aunque el consejo le parecía fuera de lugar. Más almas en pena se agolpaban cerca adonde el se encontraba.
-Es curioso que aquellos que están vivos, desean muchas veces estar muertos. Como si el más allá fuera mejor.-exclamó el que lo había tomado del brazo y ahora se encontraba a su lado en la barra.
-Los muertos siempre molestan a aquellos que no viven por si mismos y no dejan a otros hacerlo. El cielo no tiene apuro para recibirnos.-agregó el muerto anterior, haciendo que Ichinén mirara de uno a otro, como siguiendo el vuelo de un pájaro.
-Si, muy interesante. He de seguir mi camino.-dijo Ichinén por decir algo, aunque en verdad no estaba muy preocupado por esos consejos vanos.
Intentó volverse y salir por la puerta, pero en el trayecto fue flanqueado por varias siluetas. Todos le decía lo mismo. Preguntaban que lo urgía a irse, pedían que se quedara. Insidiosos y obsecuentes eran sus tonos. Ichinén intentó apartarlos con educación, pero cada vez le estorbaban más y se agitaban más ofuscados.
La tensión fue en crescendo, hasta que los muertos tornaron a ser más violentos.
-Te vas a quedar con nosotros.-le dijo uno, como si fuera uno orden.
Aquello fue más de lo que la paciencia del guerrero llegaba.
-Ustedes no tienen poder sobre mi.-les gritó, logrando apartarlos un poco, formando un semicirculo.
Viendo que, aun a distancia, no parecían con intenciones de dejarle paso, desenvainó a Daimoku.
-Puede que estén muertos, pero la eternidad con un tajo sobre el craneo no debe ser muy agradable. Asi, apartense.-
La imprecación de Ichinén hizo retrasar a los más rezagados del grupo, pero a los que tenía delante, sospechaba que requeriría de métodos más expeditivos. Uno de los muertos avanzó con los brazos delante, intentando sujetarlo. El guerrero le clavó la espada en el mentón y tiró hacia arriba. La cabeza describió un vuelo para atrás, dandose contra las de otros difuntos. Ichinén repartió estocadas a derecha e izquierda, marcando terreno. Los muertos, asustados, fueron retrocediendo. Ellos mostraban autoridad contra quien no se mostraba por encima de ellos. Eran predadores que buscaban presas fáciles. ¿Pero que ocurría cuando encontraban otro depredador más fuerte? Alguien como Ichinén, que les plantaba cara. Muchos ya bajaban la cabeza, en sumisión. Ichinén era como un león entre carroñeros. Muy letales para seres vulnerables, pero cobardes ante una verdadera amenaza.
-Me van a dejar pasar.-les ordenó el guerrero, como determinándolo.
El rey dragón y sus acompañantes se reían discretamente. Ichinén apenas los miró de soslayo. Siguió caminando con la espada en alto, hacia la salida. Ya ninguno se atrevía a acercarse al hombre armado. Con el rostro abajo, como si estuvieran avergonzados. Su ira de hacía unos momentos, parecía haberse disipado. El guerrero no les sacaba los ojos de encima, constantemente vigilante.
Traspasado el umbral, sintió la luz del sol sobre su rostro. Era inconcebible, no entendía como había pasado tanto tiempo. ¿Habría pasado ya toda la noche? ¿O era tan solo una ilusión, producto de la Posada de los Muertos? Se giró sobre si mismo, para observar el local. Solo era una ruina abandonada. No parecía haber sido utilizado en siglos. Ichinén podía deducir que solo durante la noche funcionaba el hechizo o cuando los muertos se sentían fuertes.
-Ojalá que un día encuentren paz, almas torturadas.-musitó él.
Envainando a Daimoku, se lanzó al camino. Ahora, todo tenía otra perspectiva. Las palabras del rey dragón lo habían dejado pensando. Debía encontrar a los tres grandes maestros. ¿Como llegaría al primero? Sin preocuparse demasiado, Ichinén dio la bienvenida al amanecer. El camino se encontraba delante.