La visión de las líneas enemigas era desconsoladora. Una interminable línea de seres demoniacos en todo el terreno que se veía delante. Ichinén organizó al ejército de la mejor forma que pudo. Los guerreros de Astur estarían del flanco izquierdo, mientras que los del meridional entrarían por la derecha, en el centro los de Mitjaval y Caerleon, ya casi un reino unificado, sumados a los de Gaia. Algunos otros que no provenían de esos reinos junto con el grueso de Azalays iba a ser la segunda oleada que atacaría por el centro, detrás de Ichinén. El ejército del rey demonio lo conformaban nagas, demonios en sombra, algunos orcos y hombres corrompidos; todos esclavos de la Oscuridad Fundamental. A espaldas de ellos, se encontraba a lo lejos la costa. Todos los batallones demoniacos estaban en arco frente al portal, el que Teban aseguraba que conducía a Kosen Rufu.
La estrategia no daba mucho lugar a la creatividad, pero el terreno les podía ser propicio, ellos iban en declive y el enemigo estaba en terreno bajo, pese a ser más numerosos. Ichinén creía que podía lograr un hueco en esas líneas y sobrepasarlos, sospechaba de un punto débil en esa formación. Podía ser solo una percepción que resultara errónea, pero creía que si traspasaba ese sector del ejército enemigo, el paso al portal quedaría libre.
-Estamos a un paso de viajar fuera de este continente, un lugar donde estos demonios no pueden seguirnos. Por eso, están tan desesperados por evitar que alcancemos el portal. No nos dejemos arrebatar nuestro futuro, peleemos y venzamos a estas horrendas criaturas. Por nuestra victoria futura, por Kosen Rufu!-
La arenga de Ichinén motivó el clamor de todos los que lo escucharon. Algunos que no llegaban a oír, se les transmitió el mensaje mediante los que estaban delante. El umbral a Kosen Rufu era muy grande, una arcada cerca de la playa, donde parecía simplemente una formación rocosa sin más. Todas las esperanzas estaban en esa formación rocosa. Teban le comentó a Ichinén, mientras este distribuía órdenes.
-Con seguridad, ese es el portal a Kosen Rufu, y es estable. Podemos hacer pasar a todos por allí.-
El guerrero asintió sin agregar nada más. Lo que le ocupaba la mente era pasar los diez ejércitos del rey demonio.
El duque de Barberis dirigía un batallón, mientras que Ichinén otro, que irían a la primera carga. El meridional lo comandaba Magnus, uno de los caudillos que había unido esas tierras sin rey o señor. Los de Gaia tenían a una de las princesas dirigiendo a su ejército. Johan permanecía detrás, tratando de presenciar todo desde una roca alta y así poder escribir la crónica de la leyenda de Ichinén. Malcom iría con Ichinén, Victoria guiaría al contingente de Azalays, que aún no se había formado con el resto.
Elintari se acercó a Ichinén y lo besó con pasión.
-Si hemos de morir hoy, no voy a irme con arrepentimientos de no haber hecho algo.-expresó la elfa con total simpleza.
Ichinén no dijo nada, pero sentimientos encontrados lo golpeaban. Más allá de su posición, Victoria lo observaba, aunque no estaba seguro si había presenciado toda la secuencia.
Ya todo estaba dispuesto, el rey de Azalays con la armadura puesta, montado a un caballo, desenvainó su espada, Daimoku.
-Ataquen!!!-fue la simple orden de Ichinén.
La carga fue vertiginosa, aunque los demonios estaban esperándola. El combate fue encarnizado, muros de escudos y espadas chocando. Los demonios parecían ceder terreno, pero al momento se plantaban en el lugar y no cedían.
El punto débil que Ichinén había evaluado, no parecía que fuera a ceder, el duque estaba temiendo haber evaluado mal el panorama y que aquello fuera solo una percepción errada.
En su palacio, el rey demonio del sexto cielo observaba la escena de la batalla, exultante por el resultado. Veía los esfuerzos de esos mortales que se le atrevían a plantar cara, jactándose de como de fútiles eran esos intentos, así lo comentaba con Devadatta.
-Ves lo que sucede cuando los humanos se enfrenten a una fuerza que no pueden superar?-
-Lo veo, milord. Ichinén sabe que ese portal lo lleva a su destino ansiado.-acotó Devadatta, con cierta obsecuencia.
-Así es, cree que llegara.-se mofó Rokuten, riéndose luego sonoramente.-Es más, cree que puede pasar sobre mis diez ejércitos.-
-Es osado, debo reconocérselo.-comentó el hombre.
-Insolente arrogante. Debería saber cuál es su lugar.-replicó el rey demonio, apretando un puño como si aplastara imaginariamente al enemigo.-Pero no te preocupes, voy a darle una lección que lo escarmentará.-
El gesto de intriga de Devadatta, dio pie a que Rokuten se explayara en toda su jactanciosa retórica.
-Hay un punto que parece más débil en las líneas de uno de los ejércitos, voy a dejar que sobrepasen ese sector en las líneas y cuando crea que puede llegar hasta el portal, le van a caer encima con todas las fuerzas de las que dispongo.-
Ambos rieron como si aquello fuera un chiste mortal. Para el ejército que combatía, aquello era demasiado serio y nada gracioso.
El hueco no cedía y aunque Ichinén daba mandobles para todos lados, veía que la marea demoniaca no retrocedía y el avance se veía cortado. Malcom a su costado derecho, lanzaba algo con fuego que no podía ver bien, pero poco importaba, el efecto era notorio y mortal. El ala de Victoria intentó avanzar, pero no pudo hacerlo demasiado ya que el frente que Ichinén empujaba no se amilanaba. Los de Gaía parecía que no estaban presentes, aunque luchaban con denuedo. Desde la visión del centro, los flancos eran algo que podía estar sucediendo en otro mundo, si era el caso. En el medio, nada se podía ver de lo que ocurría al otro extremo del campo de batalla. Los del Meridional luchaban con fiereza y decapitando demonios como si hubiera temporada de cacería demoniaca. En un momento dado, por orden de Rokuten, los demonios abrieron una brecha en las filas para que los humanos pasaran.
-Ichinén! Hay un paso, debemos presionar más.-
El guerrero evaluó la situación con velocidad. Si, parecía que habían abierto camino, o era un señuelo.-
-Es una trampa!-Vociferó Malcom en mitad de un lanzamiento.
-O es una chance de abrirnos un sendero al portal.-replicó Ichinén, consciente del riesgo que esa movida implicaba.-A mi! Ataquen este sector! Quien pueda llegar al portal, que no se detenga!-
Por más de un momento, varios minutos quizás, pareció que el ejército estaba ganando terreno. Los demonios retrocedían, aguijoneados por las espadas de sus adversarios. Los rostros de los de Mitjaval resplandecían de esperanza, cuando un destacamento de nagas se les vino encima por un costado y varias sombras demonios le cayeron de sorpresa. El caos fue total y las espadas se lanzaron con desconcierto. Ichinén aferró la empuñadura con más firmeza y continuó dando fintas a cada enemigo que se le cruzaba. Un gigantesco monstruo golpeó el costado de su caballo y lo hizo caer. Rodó al suelo y se levantó enseguida, ayudado por una mano que no logró identificar. Sabía que si permanecía un solo segundo en el suelo, era un cadáver asegurado. Las fuerzas de Rokuten los tenían encerrados y ya no los dejaban pasar. Viéndose acorralados, empujaron hacia adelante, pero sin lograr mucho. Varios soldados cayeron a su costado y el duque de Barberis fue herido mortalmente, justo delante de Ichinén. El duque y rey de Azalays, fue a asistirlo.
-Nos están ganando, Majestad.-se lamentó el duque, era la primera vez que Ichinén recordaba que lo llamaba por su rango.-Ya no podré seguir, mi señor.-
Ichinén contuvo las lágrimas, ya que la pelea no terminaba aun. Intentó frenar a los demonios que se le venían encima y sacar al duque de allí, yendo hacia donde estaban los de Azalays.
-Déjame aquí, Ichinén. No queda nada que hacer por mí.-le pidió el otro duque, aferrando su hombro.-Solo te pido que cuides de mi pequeña, que la lleves a Kosen Rufu.-
-Lo juro.-le gritó Ichinén por encima del bullicio de la batalla.
Con las últimas fuerzas, las que solo un moribundo consigue juntar, el duque de Barberis se lanzó contra un demonio que se acercaba. Tanto el horrendo ser, como el duque lo fulminó, quedaron allí sobre el campo. Ichinén arengó a las tropas a seguir, sin tregua ni cuartel, sin parar. Victoria ya se acercaba a su batallón, que estaba siendo diezmado. Elintari se llevaba por delante a más de un demonio, cuando miró a Ichinén. Los demonios como si fueran uno, se replegaban aunque no totalmente. Más bien, retrocedían un poco y mantenían posición.
Un ensordecedor estruendo se sintió no muy lejos, los que estaban con Ichinén, creyeron que iban a quedar sordos. El mundo pareció congelarse en ese momento. El portal había estallado, lo habían explotado con alguno dispositivo o magia, eso ya no importaba. Los que no estaban combatiendo tan en el frente, se quedaron congelados. Los que seguían combatiendo, solo pudieron apretar los dientes y seguir, la razón para luchar había desaparecido. Ichinén contempló como el perfil rocoso del portal se deshacía, así como las esperanzas de llegar a Kosen Rufu. Por un segundo, no supo que hacer y la desesperación estuvo por ganarle.
-Mantengan posición! Muro de escudos! Sobre la derecha! Flanco izquierdo! Avance al centro!-
El avance hacia el portal los había introducido demasiado en las líneas enemigas, ahora se encontraban rodeados. Los de Mitjaval se estaban llevando la peor parte, ya que se mantenían muy cerca del portal, ahora desaparecido. Malcom le gritó a Ichinén que veía movimiento más allá. Magnus estaba llegando a su posición, había conseguido sobrepasar a los demonios de su sector del campo de batalla. El del meridional señalaba a algo más allá de donde estaba el destruido umbral, gritando algo que no lograban escuchar.
Por la costa, estaba descendiendo un nutrido ejército que venía de allende el mar. El ejército de Mitjaval fue el primero en dar la voz de alarma.
-Velas negras, velas negras!-
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