6/30/2022

70-Nikko Shonin.

 

Las decisiones son algo que al guerrero Ichinén le sale tan natural, como lo que a cualquier mortal común sería respirar. Al salir del castillo de Mira, la encrucijada en la que se vio, no era lo habitual en su persona. Por un lado, tenía a su amiga Victoria con quien intentaba alcanzar la tierra de Kosen Rufu, defendiendo a la reina de Azalays de supuestos traidores. Y por el otro lado, a todo el reino detrás del duque de Nascira, también defendiendo a la reina cautiva. Al llegar al concejo de nobles y otros caballeros, le inquirieron sobre lo que había parlamentado dentro. Encontrar a Victoria dentro, encarnando en la condesa de Mirzam había sido suficiente sorpresa. En principio, ella le explicó la situación política. El duque de Nascira o alguien más de esa comitiva, habían intentado un asesinato que por buena fortuna no había tenido éxito. 

-Me sospecho de alguien de su entorno, pero no pondría las manos en el fuego por el duque.-manifestó la condesa cuando caminaban a solas por el jardín.-No las pondría por ningún duque.-

El guerrero la miró con una mueca de hastío, y ella se largó a reír.

-Muy simpática tu broma, “condesa”. Usurpar la identidad no hace que la gente confíe más en tu versión de los hechos.-

Victoria lo miró de hito en hito. Haciendo una larga pausa, antes de suspirar y responderle.

-No usurpé nada. La condesa de Mirzam, era la Victoria de este mundo, como las que ya conociste otras versiones paralelas mías.-

Una punzada de dolor le asaltó a Ichinén en la memoria pero se concentró en lo actual y rápidamente se alejó de esos pensamientos tan tristes. 

-Yo no llegué a conocerla personalmente.-

Victoria le mostró un dibujo sobre una pequeña tablilla, eran idénticas. Ichinén no pudo evitar un gesto de asombro.

-Como dos gotas de agua. Murió durante el gran caos, ese ataque que me relataste destruyo este mundo y te envió al infierno. Visité su tumba, fue algo muy inquietante. Me sentí como caminando sobre mi propia sepultura. Apenas llegada a puerto, después de que nos dividiéramos por el continente, la gente comenzó a seguirme. Al principio no entendí que querían, luego me contaron que era la condesa de Mirzam o su hermana gemela. Les expliqué que me llamaba igual y que no era de aquí, que no éramos la misma persona. Pero la gente no me creyó, prefieren pensar que la condesa resucitó de entre los muertos para ayudarlos. No puedo defraudarlos en eso al menos. Luego, me vi envuelta en toda esta intriga política.-

Ichinén le relató a su vez, todas las vicisitudes pasadas desde que se habían separado.

-Ahora te queda decidir como salir de este embrollo. O por las buenas o por las malas. El duque de Nascira se niega a investigar sobre el atentado, dice que solo fue un accidente.-

Al salir del castillo, el duque de Menkalinam se encontró con el otro duque azalayano, pero no dio fruto alguno esa sesión. 

-La reina debe retornar al pueblo, la condesa rendirse y someterse al justicia por su insurrección. ¿No piensa cumplir la ley por proteger a una amiga, milord?-le reclamó el de Nascira, con mirada grave y un tono de voz parsimonioso.

Maverick, Elintari, Malcolm y otros quisieron hablarle; pero el guerrero se retiró a solas para decidir qué hacer. Cualquier de las dos opciones lo llevaba a traicionar algo o alguien, pero ambas también lo dejaban como el gestor de una guerra civil. Como si ese reino, ese continente, no tuvieran ya suficientes problemas. Ichinén buscó internarse entre los árboles más cercanos al campamento del asedio, con el objetivo de estar solo. Casi lo lograba, cuando que una figura masculina lo seguía. No parecía muy alto o demasiado amenazante. Pensó que sería Malcolm al verlo de lejos, por los ropajes, pero al tenerlo cerca se dio cuenta que no podía ser. Esta persona se acercaba a él con paso tranquilo, como si estuviera de paseo por el bosque. Ichinén esperó hasta que la cercanía fuera más clara para distinguir su rostro. Casi no lo reconoce, pero a pocos metros, el hombre esbozó una sonrisa demasiado familiar.

-Nikko!-exclamó el duque con sorpresiva alegría, apenas empeñada por las tribulaciones momentáneas.

-Saludos, primo. Supe de tu regreso y te busqué largo tiempo.-

Luego del abrazo y algunas palabras usuales en un reencuentro, comentaron los últimos acontecimientos, los cuales se remontaban hasta el gran caos incluso.

-Porque no asumiste el rol de duque, Nikko? Podías reclamar el título en mi ausencia.-

-Ese camino no era para mí, querido primo. Además, esperaba que algún día regresaras.-

-No tenía intenciones de hacerlo, nada quedaba ya para mí en este lugar. Solo por recomendación de un venerable, el mismo que me puse mi nombre…-

-Si, lo sé. En otra existencia, otro mundo u otro tiempo, es igual; soy discípulo del Daishonin.-

El guerrero abrió grandes los ojos, eso si era algo inesperado.

-¿Entonces sabes de la misión que tengo?-

-No solo eso, también se donde se debe abrir el portal para llegar a Kosen Rufu, está aquí en Azalays.-

Las sorpresas no terminaban, pero la realidad le pesaba al guerrero. Primero tenía este desastre social entre manos.

-Si logro que este reino no entre en una guerra civil, puede que alguien me acompañe a Kosen Rufu. Por ahora, eso está tan distante como el reino de Gaia.-

Nikko apretó una mano con otra y miró a su pariente con apocamiento. 

-El desafío actual es sola una función para evitar que logres tu objetivo. En tu cabeza solamente existe el obstáculo. Puede que pienses que esta tierra o su gente no sobrevivirá una guerra civil, pero quizás no sea eso el resultado final. La idea de la guerra es posible que solo la esté pensando pero que nunca ocurra. Lo que no debes hacer es retroceder ante el ataque de los demonios. Ellos saben como presionar y darte por donde podes caer.-

Ichinén no respondió nada y comenzaron a caminar en silencio. Al llegar al campamento presentó a su primo con todos los amigos. Elintari se encontraba discutiendo con algunos soldados de Nascira, sobre los rumores y falsedades que el marqués de Alstroemeria había hecho rodar. Ichinén la frenó y la llamó aparte junto con Nikko.

-Reúne a todos los hombres, vamos al castillo de Mira, con quien luego se sume, el que nos quiera seguir, que lo haga.-

-El duque de Nascira estaba dejando entrever que pese a tu fama, no estabas muy decidido a sobre que hacer al respecto del secuestro de la reina.-

-Ya lo tengo determinado, aunque no creo que le guste. Hay algo más importante que hacer antes que pelear por meras trivialidades en este mundo.  Pero hay algo más en este asunto de lo que se ve a simple vista.-

Ichinén sonó vehemente como siempre y notó como se encendían los ojos de la elfa antes de alejarse. Deseaba estar tan seguro como sonaba, pero tenía varias dudas de estar haciendo lo correcto. La posibilidad de traer más sufrimiento a su gente, de desatar una lucha fratricida; lo agobiaba. Pero si querían sumar a su mal adjudicada fama, que agregaran el cargo de rebelde. Aun cuando comenzara la leyenda de Ichinén, el insurrecto. Él sabía que debía seguir en su objetivo.