4/15/2015

20-El frío por la escotilla.

El guerrero atravesó el portal. Del otro lado encontró a su felino guía. Teban lo miraba descansando sentado sobre sus patas traseras, como quien espera. El gato fue el punto de referencia, todo lo restante que encontró al traspasar el umbral lo desconcertó. Las paredes eran extrañas, como hechas con metal, con algunos otros materiales en ciertas partes, como decoraciones. El suelo era de madera, como había visto en paredes de chozas, pero este era bastante liso, como lustrado, dividido en finos tablones.
Sus ropas estaban cambiadas. Pudo verse reflejado a medias en un vidrio que parecía un espejo. Luego se dio cuenta que no era ni un espejo ni apenas reflejaba su imagen. Era una especie de ventana, y que del otro lado no se veía más que una profunda oscuridad homogénea. Las extrañas vestimentas de Ichinén le hacían preguntarse a qué clase de mundo insólito lo había enviado el primer maestro y a cumplir que tarea. La espada tenía ahora la forma de un bastón, como un báculo más corto, tal como si fuera un anciano y lo necesitara para andar. Obviamente, las decoraciones de Daimoku se trasladaban a este bastón, firme y fuerte, bellamente decorado. Muy ostentoso para el gusto del guerrero.
-¿Dónde estamos?-inquirió  Ichinén.
-Donde nos envió el príncipe.-respondió Teban.-Seguime.-
-Parece de noche.-dijo el guerrero, atisbando por la ventana.
-Lo es.-
Ichinén caminó detrás de su compañero. Fueron por varios corredores, giraron y volvieron a girar. Subieron unas escaleras, unas como nunca había visto Ichinén. Cada lugar o cuarto que pasaban por delante, le parecía más extraño que el anterior. Algunos parecían casi de pesadilla. Las paredes eran como lustrosas, pero no se engañaba, eran de hierro o de algún otro metal. ¿Qué clase de herrero hacía paredes en ese mundo? Vio pasillos blancos, y algunos decorados con una madera marrón claro lustrada, que brillaba de maneras que él nunca había visto. Llegando a un largo corredor, escucharon pasos acercándose, gente corriendo en su dirección. Ichinén presintió peligro, pero al ver correr a esa gente se dio cuenta que ellos eran los más asustados.
-Corran, no por ahí, vuelva, está todo inundado.-gritaban dos de los tres hombres que rebasaron a Ichinén y al gato.
-¿Estamos en un castillo bajo ataque?-fue lo único que Ichinén pudo estipular para intentar comprender esa realidad.
-En cierto sentido, si. Pero estamos en un barco.-
-No puede ser un barco tan grande.-
-Lo es. No es uno como de los que hayas visto anteriormente.-
Teban siguió andando y el guerrero no tuvo otra opción que seguirlo.
-Vamos a cubierta. Preparate para lo que viene.-le dijo el gato gris y blanco.
Al salir al exterior pudo sentir el aire, tan frío que le pareció como estar de vuelta en el infierno. Para apoyar esta idea, el caos circundante era ensordecedor. Gente gritando, corriendo, empujándose. Todos llevaban una pechera blanquecina, como si fuera un uniforme, pero Ichinén notó que no debía ser muy resistente. Aquella cobertura no frenaría ni un destral desafilado y arrojado sin ganas. Era como si el cielo se estuviera cayendo sobre sus cabezas y todos corrieran sin saber dónde ir. Un hombre al que todos parecían prestar suma atención repartía esas pecheras blancas y con ciertas protuberancias.
-Pónganse los salvavidas y diríjanse a los botes.-decía a todo aquel que se cruzaba en su camino.
Observando alrededor, Ichinén quedó anonadado no solo por la situación que tenía ante él, sino por la inmensidad de todo. El barco debía medir varios cientos de metros, de hecho se le hacía difícil ver una punta o la otra, suponía que estaban como por la mitad. La noche era negra como la caverna más cerrada, mantenida en tinieblas por siglos. El choque con un hombre que huía le volvió la atención. En todo ese caos, nadie prestaría atención a un gato y a un hombre con mirada desorientada.
-¿Qué ocurre?-preguntó el guerrero.
-El barco se hunde.-respondió el gato y se acercó a la baranda que daba al océano.-Ves allí a lo lejos?-
Ichinén intentó otear donde le señalaba el felino con su pata, pero le costaba ver nada. Forzando un poco los ojos y quizá la imaginación, logró divisar un bulto, aunque no podía precisar exactamente que era lo que estaba observando.
-¿Es una isla?-
-En cierto sentido.-respondió el guía felino.-Una isla de hielo. Hace poco menos de media hora, rozó el costado de este barco, dañándolo irremediablemente.-
El tono ominoso del animal le dio escalofríos, Teban siguió explicando.
-No hay opciones, se hundirá. Y la gran mayoría de estas personas, morirá. Mil quinientas vidas truncadas de una sola vez, una gran desgracia. Ninguna otra embarcación se encuentra cerca de este barco para ayudar. Un cúmulo de elementos mal dispuestos, decisiones pésimas tomadas y eventos abyectamente negativos.-
Ichinén miró en derredor y sufrió ante el caos creciente cada vez más turbio. Esa realidad se encontraba en un momento muy desgraciado, las palabras del felino lo golpearon como un martillo en la nuca. Observó a la gente, algunos elegantemente vestidos, otros no tanto, había también unos de uniforme negro. Estos últimos eran los que más mantenían la calma. La gente corría con desesperación, pero hacía donde? El pánico se leía en sus rostros, el sufrimiento ante la muerte cercana. Ichinén sintió pena por todas esas personas que ya se sabían muertas.
-¿Quién puede organizar un salvataje en este desorden?-
-No solo eso, Ichinén. El clima de esta zona es de bajas temperaturas, esa agua te congela en apenas un par de minutos, eso si eres fuerte, sino mucho antes. Casi nadie puede que muera ahogado, mucho antes se los llevará la hipotermia.-
-La hipo quee?-
-El congelamiento.-
Ichinén asintió, Teban hacía uso de algunos términos que le eran completamente ajenos. Algunas personas pugnaban por subirse a unos barcos más pequeños, como botes que se usan para alcanzar la costa pero con más capacidad y amplitud. Hombres de uniforme intentaban poner orden, pero la multitud se volvía peligrosamente incontrolable.
-Mujeres y niños, únicamente.-vociferaba uno de los oficiales, haciendo subir a una mujer y evitando que un hombre intentara escabullirse dentro.
-Vamos, Ichinén. Siento una puerta a otro mundo. Está debajo de nosotros, en algún piso inferior.-
El guerrero siguió al felino, preguntándose qué razón tendría el primer maestro para enviarlo a ese extraño y caótico mundo, por lo menos en este evento particular. Quizá estaba tratando de enseñarle algo sobre el pánico y la animalidad, pero Ichinén no tuvo mucho tiempo para meditarlo. Quizá aprender sobre la belleza y la fealdad de la naturaleza humana, que se manifiesta claramente en momentos extremos como ese.
-Debemos atravesar la escalera, pasando por el salón comedor.-gritó el felino.
O nadie oía a un gato hablar, que con todo ese caos era probable, o el guerrero era el único capacitado para percibirlo. Lo que si podía oír era música, hermosa música que casi lo hace perder de vista a su compañero por buscar su origen. Una banda de músicos, con instrumentos muy peculiares tocaba como si su arte los volviera inmunes a la locura circundante. Nadie más les prestó atención, todos los que corrían, a Ichinén se le antojaban enceguecidos de temor. Los músicos parecían una isla de completa calma en un mar furioso y embravecido. Entraron nuevamente al interior, por otro camino diferente al que habían usado para salir a la cubierta.
Mientras bajaban y subían escaleras, atravesaban pasillos, Ichinén intentaba comprender esa realidad y despejar sus dudas.
-¿No previeron que pudiera hundirse?-
-Lo hicieron, es el mejor construido para su época. Pero eso no fue suficiente. Tenía un diseño que lo hacía casi imposible de hundir.-
-¿Y cómo es que se está hundiendo?-exclamó Ichinén señalando en derredor con los brazos abiertos de incredulidad.
-Esa es la gran pregunta, Ichinén. Pero ello no nos compete ahora. Solo encontrar la puerta. Si pasó yo solo y tardás demasiado, se cerrará. Si pasamos los dos el portal se cierra inmediatamente, la energía misma del traspaso lo hace cerrarse. El universo se conforma así, para no dejar portales abiertos eternamente, por todas partes. Los de aquí verán solo una puerta común y silvestre que existe en este mundo, pero para nosotros será algo más.-
Llegando a la escalera, Ichinén se llevó una sorpresa. Dos hombres se encontraban sentados, vestidos con gran gala y esperando, como quien aguarda un té o alguna otra infusión  en una posada. Uno era más joven, un pariente o ayudante, de lo que parecía un hombre importante. Teban siguió como si nada o nadie estuviera allí, pero Ichinén no pudo más que detenerse a contemplarlos. Sus miradas de tensa calma lo intrigaron. Rodeados de todo ese lujo, con una gran vidriada encima, ese dúo esperaba su sino.
-Ichinén, vamos, no te demores.-le gritó el felino.
El guerrero lo siguió, atravesaron varios tramos de escalera, tantos pasillos y escaleras lo desorientaban. Al llegar al salón comedor, Ichinén comprendió a que se refería su amigo. Era como una inmensa posada, donde debía comer la gente de ese transporte. Aquí abundaban las decoraciones en madera clara y lustrada. Parecía ir a todo lo ancho del barco y tenía el tamaño de varias posadas que Ichinén conociera, como una al lado de la otra.
-¿Qué estaban haciendo esos hombres?-
-Muriendo valientemente. Más de lo que están haciendo muchos aquí y harán a lo largo de lo que quede de esta noche. Son líderes de una compañía de minería y fundición. -respondió Teban.
-¿No van a intentar irse del barco?-
-No hay lugar para todos en los botes. E igualmente solo dejan subir mujeres y niños. El estuvo ayudando hasta recién a todos, ahora ya se ha vestido con sus mejores galas para enfrentar el destino último. Se sabe condenado, pero a diferencia de otros, no se deja dominar por el miedo.-
-Loable.-
-Pero morirá de todas formas. A todos nos toca morir. Mucha de la gente en este barco tiene grandes fortunas, pero eso de nada sirve en esta fría noche.-
-Aun así, es mejor elegir como morir que vivir con miedo tus últimos minutos.-
-¿Aceptación ante la muerte? Me gustaría ver que hicieras lo mismo en su lugar.-
-¿No podemos llevarlos por la puerta con nosotros?-
-No, porque ellos harían que conectáramos con otro mundo y apenas cruzaran se cerraría el umbral. Tendríamos que buscar otro y no tenemos muchas opciones en este barco.-
Esquinas, pasillos, escaleras. Ichinén ya había dejado de orientarse o de intentarlo siquiera.
-Es en este pasillo, al final, siento la puerta.-le dijo Teban.
El mundo parecía marearlo. O era su imaginación o el piso estaba inclinado.
-El suelo parece ir hacia arriba.-
-El barco se inclina al hundirse, nos estamos quedando sin tiempo.-
Ichinén avanzó por el piso que se empezaba a llenar de agua helada, mojando su extraño y lustrado calzado, sintió el cuchicheo de dos voces. Al atisbar dentro del cuarto de donde provenía el sonido, encontró a dos ancianos sentados sobre una cama muy adornada. El hombre era calvo con una escueta barba blanca. La mujer llevaba el canoso cabello en rodete por sobre la cabeza. Los ropajes le eran tan peculiares como los que había visto en todo este mundo, aunque esto se circunscribiera únicamente a ese barco. La pareja se tomaba de las manos, como consolándose mutuamente. Ichinén dejó al gato fuera del cuarto y sin importarle el tiempo corriendo, entró a la habitación.
-Los botes están llevándose a todos. No deben estar acá.-les dijo el guerrero.
-No pudimos subir a ellos, no me han dejado abordar por ser hombre, joven. Mi esposa y yo nos quedaremos aquí.-le respondió el hombre.
-Pero ella se puede salvar.-le replicó Ichinén, como si eso fuera más que evidente.-Dejan subir a las mujeres, ella si puede irse.-
-Hemos vivido juntos durante 35 años, y juntos moriremos.-respondió la mujer.
-Ida estaba a bordo ya, otros hombres intentaron convencer al oficial que me dejara subir, pero él no cedió. Mi esposa descendió para que estemos juntos en el final.-le relató el hombre, fuertemente conmovido pero sobrio al hablar.
-Yo… Lo siento mucho.-
Ichinén sintió un nudo en la garganta. Nunca había visto dos corazones tan involucrados el uno con el otro, no había nada que perdurara tanto.
-No se lamente joven amigo, por lo menos estaremos juntos. Nosotros ya hemos vivido, no guardo arrepentimientos ni reproches para mí.-replicó el anciano.
-Es muy injusto...-comenzó a balbucear el guerrero, deseando ayudarlos.
Había presenciado grandes expresiones de valentía y desinterés ante el caos de la muerte. Hubiera deseado ayudar al minero que moría elegantemente, a los que trataban de subir gente a los botes, a los músicos que tocaban pese a la cercanía de la muerte; a todos hubiera deseado ayudarlos. Parecía sentir la voz del maestro, esa voz tranquila y cadenciosa, diciéndole: No puedes salvar a todos.
-La vida no es justa, pero no existe otra salida.-le replicó el hombre.
-Ichinéeeeen.-susurró el gato.-Debemos irnos.-
Los ancianos no hicieron ningún gesto ante esa voz, por lo que el guerrero confirmó que solo él percibía la voz de su peludo acompañante. El guerrero se despidió de la pareja, con el corazón en un puño, invadido por la impotencia. Se fue junto a su guía de cuatro patas, sin poder apartarlos de su mente. Teban lo urgía a seguir, no faltó mucho. El pasillo doblaba y apenas llegando allí, el umbral. Era el umbral, la salida a otro mundo. El marco brillaba, indicando que el portal estaba abierto, cuando Ichinén lo atravesara dejaría todo eso atrás. El barco hundiéndose, la pareja de ancianos que morirían juntos, los dos hombres que elegían morir vestidos de gala, todo ese dolor y coraje. Las palabras del maestro le resonaban en la cabeza.
Desprenderse incluso de la idea de alcanzar Kosen Rufu, hacer lo que es correcto aunque no lo parezca visto desde concepciones superficiales.
-Esperá.-lo frenó Ichinén.
-¿Y ahora qué ocurre?-
-¿Podés sentir otra puerta?-
-No estoy seguro, creo que no.-
-Intentalo.-
El gato cerró los ojos y giró el rostro, no sin cierto fastidio.
-Hay una, pero no estoy seguro que podamos alcanzarla. La percibo muy profundamente en el sector del barco que se está hundiendo o que ya se encuentra inundado.-
-No importa, me arriesgaré.-
Volviendo sobre sus pasos, fue en busca del matrimonio.
-Ichinén, esto es una locura, puede ser tu única oportunidad. Este mundo no es el tuyo. Solo vinimos aquí porque el maestro nos mandó.-aseveró el felino.
-Y por alguna razón lo hizo. Para que viera esto. ¿Por qué sino me enviaría a este mundo y no a otro? Existe más de un atajo. ¿Cierto?-
El gato no supo que responder, el guerrero llevaba razón, ir a un mundo o a otro era casi idéntico. El maestro sabía lo que hacía.
Ichinén encontró a la pareja preparándose la cama como para recostarse, esperando el final. Ellos no comprendían nada, cuando él aseguraba tener una forma para que escaparan. Al doblar por el pasillo y se encontraron ante el umbral no vieron nada especial; pero cuando el gato finalmente habilitó el acceso, los tres humanos pudieron ver el jardín más hermoso que pudieran imaginar. Ichinén los instó a pasar rápidamente. Apenas si pudieron agradecerle con una sonrisa. Una vez que ambos esposos estuvieron del otro lado, se quedaron mirando sonrientes a Ichinén, desde el jardín. La gratitud se dibujaba en sus rostros. Sonreían al guerrero y además ahora podían ver a Teban. Sin comprender, excepto entendiendo que algo maravilloso y totalmente fuera de su mundo había sucedido; el matrimonio se despidió de Ichinén saludándolo con la mano. El portal se fue desvaneciendo, como si la imagen se difuminara. Finalmente, se cerró. Y aunque hubiera querido no podía cruzar, según le explicó Teban. La energía de ese portal en particular, invocado por un solo guardián, solo permitía cruzar a dos seres. Una vez que la energía se difuminó completamente, fue como si se acallara el mar repentinamente, Ichinén y Teban se quedaron en silencio por unos segundos.
-Bien.-dijo finalmente, moviendo el hocico, haciendo que se agitara su marca oscura sobre su fosa nasal derecha.-Ahora  debemos ir por la otra puerta.-
Dicho esto, el gato salió corriendo a todo lo que le daban sus patas. Tanto que Ichinén tuvo problemas para igualar su velocidad, pese a que sus piernas eran mucho más largas. Descendieron una escalera, siguieron por un pasillo. Por lo que el guerrero podía deducir, no solo estaba hacía abajo la puerta, sino también en el lado contrario de ese barco. Estaban yendo en dirección contraria a la que llevaban antes de encontrar a la pareja. Un sector inundado hizo que el gato girara y tomara por otro pasillo.
-Vamos por aquí, es un atajo.-
Volvieron a dar un par de vueltas, subieron y bajaron. Ichinén ya no podía asegurar cuantas giros habían hecho, el trayecto fue más largo e inundado que antes. El gato se frenó justo sobre el inicio de una escalera descendente, daba a un corredor casi inundado hasta el techo. Una luz provenía desde el líquido como si algo aun tuviera energía muy en el fondo.
-Es aquí, atravesando toda esa agua, se encuentra la puerta.-informó el felino.
Ichinén miró a su compañero, comprendiendo que sería difícil sortear ese obstáculo. Sabía que los gatos eran poco afectos a nadar, especialmente con temperaturas bajo cero. Tomó al gato sobre sus hombros, sujetándolo con una mano. Ichinén se ajustó a Daimoku como “bastón” al cinturón que sujetaba esos peculiares pantalones tan rectos. Se lanzó al agua y fue como si millones de puñales se le clavaran por todo el cuerpo, inclusive en partes que no estaban sumergidas. El frío era insoportable, casi no podía sostener a Teban por sobre su cabeza. El camino se le hacía eternamente largo, el frío solo acentuaba el lento transcurrir del tiempo. Aquel pasillo estaba completamente inundado y las luces se apagaban a medida que el agua las tocaba. La corriente era contraria a su dirección, como si quisiera alejarlos de la puerta. No solo el agua helada era el problema, también la oscuridad. Era muy dificultoso nadar, aun sujetandose de asideros a lo largo del lugar. Solo al final del tramo que atravesaban se veía una luminiscencia.
-Allí está, el portal de salida.-le dijo Teban, pero el cuerpo de Ichinén no respondía más, estaba al borde del congelamiento en vida.
-Saltá, vas a llegar. Yo te sigo.-
-No puedo dejarte, Ichinén. Te vas a congelar sin la puerta.-
-Andá, estoy detrás tuyo.-le dijo, sin un gran convencimiento.
Teban dudó un segundo, y calculó la distancia ante la puerta. Apenas si se zambulló un poco que ya había cubierto casi toda la distancia con el portal, cuando ya su pequeño cuerpo sentía la temperatura intolerable, estaba al otro lado. Ichinén lo observó desaparecer, sujetándose a un hierro o manija por debajo del agua. Intentó acercarse pero le era imposible vencer la corriente. Midió la distancia que le faltaba, sus fuerzas y el que le quedaba antes de congelarse. Lo jugó todo en un último salto hacía el portal. La corriente lo retenía, como si no quisiera dejarlo irse de ese barco condenado. Intentó ir en contra de ella, pero ya sus ojos no podían ver. Solo pudo estirar el brazo para ver si tocaba el umbral, viendo al resplandor del portal ir desvaneciéndose poco a poco. Este es el final, pensó lamentándose, así termina. Una pequeña mano surgió del portal y lo tomó de la muñeca. Las uñas decoradas decían que pertenecía a una mujer.