12/16/2010

12-Itaidoshin.

El despertar fue como una zambullida a la inversa. Volviendo a esta realidad, Ichinén se encontró en una cama. La sabanas suaves y limpias. El guerrero sintio primero el perfume de las flores junto al lecho. Un aroma hermosamente dulzón. Trató de recordar como había llegado allí, pero no lo logró. Su memoria llegaba hasta el desierto, al encuentro con su opuesto. Se encontraba mejor de todos los dolores que sentia superponerse uno al otro en el camino por el desierto. Se incorporó despacio, sopesando la elasticidad en su cuerpo. Buscó a Daimoku con la vista. La espada se encontraba en la pared más cercana a la cabecera de la cama. No sabía cuanto había dormido, pero no sentía casi ninguna molestia. Sus botas se encontraban junto a la cama. El lugar era una cabaña bastante amplia, discreta pero muy pulcra. Una ventana daba a un corral cercano, por lo que la vista no le daba muchas pistas de donde podía encontrarse. Al terminar de vestirse se metió en sus botas y fue hacia la puerta. La misma se abrio antes que el llegara a ella.
-Oh, ya se encuentra despierto.-le respondió una joven que entró muy sonriente, con una bandeja de comida en las manos.
Detrás de ella entró un muchacho de poco menos edad que la joven con implementos para lavarse.
-Aqui tiene para lavarse, y de comer si lo desea.-agregó timidamente el muchacho.
Ichinén asintio y agregó mientras se ceñía la espada a la cintura:
-Se lo agradezco. ¿Donde me encuentro?-
-Bueno, nuestro pueblo se llama "Itaidoshin". Aunque quizás el nombre no le diga mucho.-le respondió la muchacha.-Pero el precursor podrá darle todas las respuestas y explicaciones que necesite. Lo encontrará afuera, junto a la plaza principal. Entre tanto, puede asearse y comer un poco.-
Ambos salieron al unisono, dejando a Ichinén junto al cuenco con agua y la comida. Se lavó, probó algunos bocados, lo cual le resultó muy grato y salio de la habitación. En el otro cuarto, una mujer mayor cocinaba mientras la muchacha lavaba alguno enseres en una fuente de madera. Un niño de pocos años jugaba en el suelo.
-Bienvenido señor. El precursor lo espera siguiendo por esta calle. Si no encuentra la plaza principal, por allí le sabrán indicar.-
La mujer le dio algunas otras indicaciones para orientarse y encontrar el lugar. Ichinén agradeció y salió de la cabaña, observando como seguían trabajando. La calle del pueblo le llamó aun más la atención que lo que había visto dentro de la cabaña. Todos parecian ocupados en algo, todos iban y venian por algún quehacer. Esto no era muy distinto a cualquier pueblo o ciudad que Ichinén hubiera visitado antes. Pero este pueblo, Itaidoshin, era diferente en un aspecto muy crucial. Nada parecía fuera de lugar allí, no había el caos que reina en el movimiento normal de las personas. No había apuro, solo rapida coordinación. No se chocaban, o interponían sobre los demás. Esto le pareció a Ichinén, algo muy sutil. Solo alguien que hubiera visto grandes urbes entendería lo que una multitud en las calles es capaz de hacer. No había desorden, las calles reboasaban de actividad, pero aun así se encontraban extremadamente limpias. Un infimo hecho le atrajo poderosamente la atención. Un hombre llevaba un caballo por una de las calles de tierra, mientras que otros detrás utlizaba una herramienta en forma de rodillo para aplanar todas las huellas dejadas por ese y otros animales. Se distrajo con ese y otros pequeños detalles, hasta que se dio cuenta que había perdido el camino indicado por la mujer. Volviendo sobre sus pasos se cruzó con dos hombres, se acercó a ellos buscando orientación.
-¿Busca la plaza principal?-le preguntó uno de ellos.
-La encontrará siguiendo por este tramo y doblando a su izquierda.-le indicó el otro señalando los lugares.
El guerrero les agradeció, no sin sorprenderse de que ellos supieran que buscaba antes de pedirselo. Con esos consejos llegó finalmente a la plaza principal. Ante el se presentaba otro ejemplo de la coordinación de ese misterioso pueblo. Un hombre mayor se encontraba de pie sujetando lo que parecia un monolito, pero con diversas divisiones. Otros hombres más jóvenes y fuertes lo enderezaban para plantarlo sobre una base en el terreno. Ichinén se acercó hasta allí, seguro de haber encontrado al mencionado precursor.
El hombre se dio vuelta antes que el guerrero llegara hasta el lugar, sonriendolo.
-Ya despertó. ¿Se encuentra mejor?-
-Si, gracias. Aunque quisiera saber como llegué hasta aquí.-
-Unos mercaderes que venian a nuestro pueblo te encontraron agotado de sed, te cuidamos y dormiste por tres dias enteros.-
-¿Tanto? Fue un alivio que alguien pasara por allí.-
-Si, buena fortuna. Es peligroso el desierto, aun cuando estés buscando la tierra de Kosen Rufu.-
El guerrero se sorprendió como no había hecho hasta ese momento.
-¿Es que todos ustedes son capaces de adivinar el pensamiento?-
El hombre sonrió, mirando de nuevo hacia el monolito.
-No, es que eso murmurabas en tus noches de delirio febril. Estás en busca de la muerte de Kosen Rufu.-
-Así es, aunque un demonio intenta hacerme perder el camino.-
Ichinén le relató sus andanzas desde el mercado y la historia del anciano, los demonios, hasta el encuentro con su opuesto.
-Has encontrado algo de Kosen Rufu aquí. Nosotros somos una colonia lejana de esa tierra. Fundamos este pueblo hace ya tiempo. Lamentablemente, como te dije, esta es una colonia lejana. Ese demonio te trato de alejar el maximo posible. Aunque hay algo que el no sabe, eso juega a tu favor.-
-¿Que es lo que no sabe?-
- Que Kosen Rufu, no está ni tan lejos de ningún lado ni tan cerca. Aquellos que creen estar cerca, puede que sean quienes más se alejan. Y aquellos que creen estar lejos suelen pasar cerca de allí.
La afirmación sorprendió a Ichinén, dejandolo pensando.
-Le quiero preguntar algo. He visto como se manejan todos y no puedo evitar pensar...-
-Itaidoshin significa,-interrumpió el hombre.-"muchos cuerpos, una sola mente. Es lo que te ha llamado la atención.-
-Si, la armonía. ¿Quiere decir esto que usted es el lider de esta comunidad?-
-Soy el más viejo, con más experiencia vivida, pero no soy el que lidera como así lo entiendes.-
-¿Son como una colmena de abejas?-
-Supongo que me preguntas si somos parte de un mismo ente. No, somos individuos, pero compartimos el mismo proposito como entes diferentes que somos. Itaidoshin, solo se debe tomar en sentido metafórico. En la capital de Kosen Rufu existe en escala mayor lo mismo que ves aquí.-
Ichinén se pensó todo aquello. La imagen de una inmensa ciudad, en la misma coordinación y armonia que ese pueblo, que tan siquiera era una muestra de algo más grande; lo hacía estremecerse de una forma que no llegaba a comprender. Mientras quedó pensativo, descubrió algo que lo sorprendió más que nada desde que había llegado a ese pueblo. A lo largo de la extensión del monolito se leía una inscripción, la misma que llevaba la hoja de su espada. Nam myoho rengue kyo.
-Esto es increible.-exclamó acercandose para ver más de cerca el monumento.
-Lo llamamos "La torre de los tesoros".-explicó el precursor.-Es un tributo a cada uno de los que han trabajado en beneficio de los demás, y a la vez representa la ley universal. Como pronto descubrirás, uno y el otro son lo mismo, bajo cierto punto de vista.-
El hombre lo observaba con una mirada inquietante, mientras Ichinén volteaba una y otra vez del monumento al hombre.
-La misma inscripción de mi espada. Que representa el sonido que hace al blandirla.-
-El sonido del universo, la ley de todas las causas y efectos de todos los mundos.-
-Entonces...¿Significa que la espada proviene de Kosen Rufu?-
El hombre sonrió, aquello parecía hacerle gracia.
-No tanto, la ley existe antes que nuestra comunidad, pero nosotros mismos no somos tan novedosos. Pero dices bien, la espada pertenece allí, es su verdadero lugar. Por eso es que tu misión es llegar a Kosen Rufu, hasta su capital, Soka Gakkai.-
-Pero es una misión que yo mismo me puse.-
-¿En verdad es así? O es solo la simultaneidad de la causa y el efecto. ¿Que fue primero? ¿Tu decisión o tu misión? ¿Tenías ya esa misión o lo decidiste luego? No puedo asegurarlo. No soy uno de nuestros sabios después de todo. Por eso es que perteneces a nuestra tierra, por ello debes llegar a ella.-
-Se que tengo que llegar... De alguna forma.-
-No tenés, debés. Es tu misión. Cada ser vivo, y quizás hasta no vivo, tiene una misión. Una función a desempeñar en parte, un objetivo a cumplir. El tuyo es ese. Quizás lo más importante que hagas nunca.-
-¿Incluso más que combatir al demonio del sexto cielo?-
-Hacer eso y encontrar Kosen Rufu quizás una misma cosa. No te lo puedo jurar. Solo te digo lo que sé.-
Una determinación renovada crecía en el interior del guerrero. Una fuerza ya conocida inundaba cada uno de sus miembros.
-Debo partir de inmediato.-manifestó con firmeza Ichinén.
El precursor solo asintió y le indicó con la mano que caminaran juntos. Mientras iban buscando la salida del pueblo, gente desde todos los caminos transversales se les fue uniendo. Poco antes de pasar la última vivienda, una multitud inmensa los seguía. El precursor se detuvo lentamente, junto la casa limitrofe del poblado.
-Tu camino sigue por aquí, Ichinén. Las maravillas que verás y vivirás son indescriptibles. El camino será dificil, arduo, quizás te parezca imposible. Pero lo importante es que no cejes en tu empeño.-
-No lo haré.-aseguró el guerrero.
Se lanzó a caminar, solo con su espada. Mirando hacia atrás, el pueblo entero de Itaidoshin lo había acompañado a despedirlo. Algunos cientos de metros, llegando a la base de una colina, giro sobre sus talones. Levanta una mano en señal de despedida, como una sola persona pero en formas distintas, los habitantes hicieron lo mismo. Avanzo por el camino, internandose entre los arboles de la ladera, camino a Kosen Rufu. Pero siempre en su corazón, algo había quedado de ese pueblo, Itaidoshin.

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