5/03/2015

21-El príncipe.

La mano tironeó de la muñeca de Ichinén y se vio lanzado hacía el portal. Al atravesarlo se encontró en un lugar muy distinto. Por empezar, era seco y mucho más cálido que el que acaba de dejar. El shock de la amplitud térmica lo hizo lanzar un estertor y toser largamente. Los ojos se le pusieron rojos hasta que se normalizó su respiración y temperatura. Lo primero que vio fue a una mujer joven, la que lo había sacado de allí, descubrió al ver sus manos. Escupió un poco de agua que había tragado y a su derecha, Ichinén vio a Teban sentado junto a él, igual de empapado y tembloroso. De hecho, su pelaje estaba tan revuelto y frenético por el agua, que le daba cierto aspecto cómico.
-Casi lo perdemos, Victoria.-escuchó decir el guerrero, lo que identificó como la voz de Dulce, la felina compañera de Teban.
Ichinén observó el lugar, parecía un bosque o jardín. Era muy bello, los árboles eran altos, aunque no muy frondosos. Sus ramas eran espaciadas. 
-Tengo que agradecerles, señoritas, que lo hayan rescatado.-comentó Teban.
-Si, gracias, muchas gracias.-acotó el guerrero, aun desorientado.
La joven mujer lo miró fijamente, como examinándolo.
-Dulce, decime que hay alguien más para buscar Kosen Rufu que este empapado… Bueno, sujeto, por decir algo.-
Ichinén la miró desconcertado, no esperaba ese recibimiento después de casi morir congelado.
-No es necesario ser tan duro.-exclamó el guerrero.-No sé que relación tengas en todo esto, pero no es mi intención complacerte o generarte disgusto. Ni uno ni otro. Solo estaba cumpliendo un pedido del príncipe, mi maestro.-
Ella lo miró como risueña, aquello parecía hacer una nostálgica gracia.
-Ahora entiendo, sos un pichón de aventurero.-replicó ella.-Arreglate un poco, nos vas a presentarte ante él todo mojado y desaliñado.-
Ichinén no supo a que se refería, por lo que Dulce intervino.
-Teban te llevará con el maestro, cuando él también se emprolije a su vez.-
Las ropas tan extrañas que llevaba en el barco no existían aquí, volvían a ser las suyas de siempre. Daimoku también había vuelto a la normalidad, colgada de su cinturón. 
Victoria regresó, con un bulto bajo el brazo y se lo tendió a Ichinén.
-Cambiate detrás de esos árboles, y péinate un poco esos jirones que llamás cabello. El príncipe merece que se lo reciba con sobriedad, al vestir al menos.-
Ichinén se quedó intrigado por el humor de esa mujer y fue donde ella había señalado. Teban lo acompañaba, afilándose las uñas en un tronco mientras el guerrero se desvestía.
-¿Quién es ella?-
-Es largo de contar, digamos que solo el tercer maestro te lo podrá explicar, o cuando lleguemos con él podrás entenderlo.-
-O sea que me tenga que aguantar el suspenso hasta entonces.-
-Exacto.-
-Eso no tiene gracia.-
-¿Me estás viendo reirme?-
-Nunca vi un gato que pudiera sonreir.-
-O llorar.-
Ichinén miró el bosque que parecía interminable. Corría una brisa fresca y el guerrero sintió una fea reminiscencia con lo ocurrido en el barco.
-Hermosos árboles.-comentó él, para despejar esa última idea. 
-Se llaman Shorea Robusta. Más comúnmente conocidos como árboles Sal.-
Terminado el aseo, el gato lo guió por entre los árboles. Llegaron a ver a Victoria y la gata sentadas entre las raíces de un árbol, dándoles la espalda, pero mirando en la misma dirección. Ichinén se preguntó que estaría observando, cuando al pasarlas por un costado divisó un grupo de gente reunida. Vestían togas de diversos colores, parecían congregados en torno a alguien en su centro.
-Adelante, Ichinén. Ven más cerca.-
Era la voz del maestro, aunque algo cambiada. Ichinén descubrió al acercarse porque era diferente. El príncipe parecía haber envejecido mucho desde la última vez que se encontraron. La sorpresa y el desconcierto lo invadieron.
-No tengas esa preocupación, Ichinén. Para mi han pasado cuarenta años o más desde que nos vimos.-
El guerrero se vio más desconcertado aun. El maestro se encontraba acostado sobre un catre improvisado en el pasto. Ichinén se arrodilló a un lado.
-Viajamos en el tiempo, además de a otro mundo. ¿Cierto?-
-¿Qué es el tiempo? ¿Acaso existe? ¿O es solo una forma subjetiva que tenemos nosotros de comprender el mundo y nuestras vidas? Mira si no, tu buscas una tierra que se encuentra en el extremo opuesto de este mundo y que te tomara toda una vida llegar.-
Al terminar de decir esto, un estertor convulsionó al maestro. Uno de los reunidos, casi tan grande como el maestro se le acercó y le susurró.
-Por favor, si han de hablar que sea rápido, no se encuentra bien.-
-Estimado primo, dile a todos que nos dejen a solas.-
El primo del príncipe asintió pero no tan a gusto como quisiera. Se le notaba preocupado.
-No quiero molestar, maestro.-
-No es molesto, lo inevitable. Son mis últimos momentos, Ichinén.-
Aquello conmocionó visiblemente al guerrero. 
-No estés triste, Ichinén. Aunque crean que entro en la extinción, no es así. Pero más importante para ti que esto, es tu misión.-
-Debía salvar a esas personas. ¿No es así? Fue como una prueba.-
-A esas, a otras. No había una opción correcta. Solo aprendizaje. Esto te preparara para el segundo maestro. Has pasado tres de los cuatro estados más bajos, falta el último. Y también has de volver a pasar por todo eso. Vislumbraste el primer pilar de tu camino a Kosen Rufu.-
El guerrero lo miró sin comprender, no entendía a que pilar se refería.
-Fe, Ichinén, lo importante es que tuvieras fe en ti mismo. En que pese a que las dificultades surgieran, los sacrificios que debías hacer y las puertas que estuvieran vedadas; saldrías adelante.-
-Casi no lo hago.-
-Gracias a que no estás solo, lo has logrado. Tus compañeros en este viaje serán fundamentales. Solos nacemos y hemos de valernos así, pero no también existen compañeros en el camino.-
Ichinén pensó en la soledad y en como esos eran los últimos momentos del maestro. El príncipe intuyó sus pensamientos.
-No creas que este mundo y el otro son iguales, existen muchos mundos. Y si en este nacemos solos, no es cierto que así morimos. Al dejar este mundo y entrar en uno más incorpóreo, nos fusionamos con el universo. Allí ya no existen soledad, todos nuestros antecesores en esta vida nos esperan allí.-
Aquello no aplacó la desazón de Ichinén, la cercanía de ver al maestro tan frágil, con tan poco tiempo. 
-Son los caminos de la Ley, los aprenderás, ya que portas la espada de la Ley que rige el universo.-
El primo del príncipe regresó junto a ellos.
-Perdoname, honrado por el mundo. Hay aquí un caminante que desea verte, entender la Ley y conocer tus enseñanzas. Le he dicho que no te encuentras bien, pero he venido a preguntarte si deseas recibirlo.-
El príncipe se incorporó apenas.
-Acompaña a nuestro invitado hasta aquí, es libre de preguntarme lo que quiera.-le respondió a su primo.
Con una reverencia, el pariente se alejó.
-Esta será la última persona a la que le exponga la Ley en esta vida.-
Ichinén no pudo contener una lágrima que rodó por su mejilla.
-No llores por mi ser, Ichinén. Todas las cosas están sujetas a la caducidad que produce el paso del tiempo. Se diligente en tu esfuerzo y completa tu objetivo.-
El guerrero asintió, llevándose la mano al pecho como señal de promesa. El felino se acercó a su lado, instándolo con la vista a seguir el camino.
-Gracias por todo, mi maestro, no tengo manera de retribuirle todo lo que ha hecho por mi.-
El maestro sujetó la mano del guerrero y este se levantó. Mientras se alejaba, cruzó su camino con el primo del príncipe y lo que parecía un viajero errante. Ese sería el último alumno del primer maestro. Una nostalgia lo llenaba todo, parecía que hasta en las hojas se encontraba.
-Vamos, debemos seguir nuestro camino.-le dijo Teban.
Ichinén se alejó del lugar donde yacía el maestro, sabiendo que esos eran sus últimos momentos. Sentía tristeza, pero a la vez, el aliento que le había dado el príncipe lo reconfortaba. La felina compañera de Teban y la mujer no estaban donde las habían dejado. 
-¿Dónde se fueron?-se preguntó Ichinén, aunque no esperaba una respuesta.
-Han debido a irse por algo importante. O simplemente fueron a comer algo.-bromeó el felino.
Ichinén lo miró de reojo no sin cierto desdén, como si lo empujara a ponerse serio. Acababan de pasar un momento triste y fuerte.
-No entendiste mucho, Ichinén. Donde se encuentra la risa está el maestro, donde hay llanto, está el demonio.-
El guerrero intentó no argumentar ante eso.
-¿Adonde vamos ahora?-
-Vuelta a tu realidad, que es donde está Kosen Rufu, a la estación de paso.-
-¿Algunos otros mundos visitaremos? ¿Saldremos mucho de mi realidad?-
-No te das una idea.-