3/31/2024

78-La saga por Johan Sebastian

Extraído de las crónicas relatadas por Johan Sebastian

Ichinén se había encerrado a meditar en su carpa y a planificar los pasos a seguir, pero casi nunca salía y parecía que no lo haría nunca. Dos semanas pasaron, donde se lo vio poco, mientras en el campamento seguían llegando las noticias del avance del ejercito del marqués, el usurpador de Mitjaval. Algunos mensajeros salieron del campamento, pero no los vi ir y venir, como es habitual en un ejército que se prepara para la guerra. Y eso que estaba todo el día en las cercanías de la carpa de Ichinén. Eso si, el rey había ordenado antes de su encierro, a todos los generales y lugartenientes, que realizaran ejercicios y maniobras. Y aunque el campamento parecía un lugar de mucha actividad, el rey Ichinén no parecía especialmente activo o preocupado por movilizar las tropas. El ejército enemigo se encontraba del otro lado de los montes que dividen Azalays de Mitjaval, los Alequianos. La única ocasión en la que salió Ichinén de su carpa, fue para ordenar que prepararan los barcos necesarios en el puerto, con la idea de cruzar la bahía a Galja y por ese lado llegar al centro del continente.
-Me parece la peor idea, Galja está infestada de demonios y criaturas peores.-se le oyó decir al duque de Barberis.
No obstante, el noble no se lo guardó y fue a presentar la objeción al rey Ichinén. Al parecer, el debate no terminó bien, ya que se lo vio salir al duque como una tromba en dirección a las montañas, orientado para Mitjaval. Algunos dijeron que el rey descubrió una traición, otros que solo se pasó de bando luego de discutir con Ichinén, con quien nunca se había llevado bien. Un grupo de orcos, llegó a parlamentar con Ichinén, luego de eso, fue una de las pocas ocasiones en que pude hablar con él.
-Les dije que cruzaríamos por el sur, atravesando la bahía.-
Lo que hasta ese momento me había parecido una locura o una insensatez por parte del líder, iluminó mi mente de repente. Sabiendo que los orcos lo traicionarían, Ichinén les daba informes falsos sobre sus próximos movimientos. Y así también supe de algunos espías que tenía dentro del reino de Mitjaval, unos que andaban en cuatro patas y tenían bigotes. Además, supe por el propio soberano que los mensajeros que no eran felinos, los entrevistaba de noche, razón por la cual vi muy pocos.
Las artimañas funcionaron bien, los informes que el marqués recibió sobre la llegada desde Galja lo hicieron estar más orientado al sur y en la frontera equivocada. Los orcos obviamente nos traicionaron y entregaron los informes falsos al enemigo. Al cruzar la cordillera por el lado norte, el rey Ichinén tomó los territorios por sorpresa y se dirigió rápidamente a la capital de Mitjaval, Anthurium. La primera batalla, casi una escaramuza, terminó con el repliegue del enemigo, debido a lo reducido y desorganizado de las fuerzas del marqués. Dicen que el señor de Alstroemeria estuvo anonadado, varios minutos y tardó en reaccionar. No entendía como ese joven duque del reino sureño lo había embaucado. Eso se conoció de aquí en más, como la batalla de Lacianata, por la región fronteriza donde se libró. 
El duque de Barberis había reclutado algunos nobles de Mitjaval en secreto, varios de los que no estaban contentos con lo que el marqués estaba haciendo en el reino, aun sin ser rey. Estos se dieron vuelta en la batalla de la Alta Barberis, también llamada así por la región donde sucedió, camino de Anthurium. Los refuerzos que trajo el marqués no solo le resultaron insuficientes, sino que muchos no aparecieron. El pretendiente al trono comprendió las ausencias, al ver nobles de Mitjaval, en el bando de Ichinén, pergeñado todo por el duque de Barberis. La discusión había existido, pero como luego pude enterarme, el rey le contó al duque todo el plan. Ir por el lado contrario adonde anunciaba y fingir una riña con el duque, cuya enemistad era conocida. De esta forma, se convirtió en el espía perfecto y reclutador ideal para torcer las opiniones de los indecisos. Esa acción evitó mucha pérdida de vidas, además de ganar la batalla. La última batalla, la de Anthurium, lleva el nombre por la capital del reino y fue donde el marqués se replegó con todas las fuerzas. Ichinén lo estaba persiguiendo y el usurpador pretendía refugiarse en la ciudad y soportar el asedio. La marquesa Eve, quien había huido de su nefasto marido gracias a Ichinén, me dio su parecer de esas circunstancias. Esto solo haría sufrir a la población nativa, que tendría que mantener el nivel ostentoso de vida que llevaba el marqués. Mientras el asedio continuara, el marqués viviría muy tranquilo, exprimiendo al pueblo llano de la ciudad. Se llevó una desagradable sorpresa, cuando encontró las puertas cerradas a cal y canto. Un ejército del norte, proveniente del reino separatista de Caerleon, había invadido la ciudad de Anthurium, casi sin ninguna resistencia, o más bien nula. Ya que el marqués solo se había preocupado por el rey de Azalays, no había tomado en cuenta que la duquesa de Althaea se encaminó a tomar la poca defendida urbe. ¿Y como se había enterado que había poca o ninguna defensa en ese lugar? No lo sabía. Se enteró al movilizarse y entrar a la ciudad. Un mensaje enviado por Ichinén le solicitaba que lo asistiera en la guerra.
-“Si le cortamos el camino al usurpador en la capital, podremos terminar con esto, con la menor cantidad de sangre derramada. Espero que me ayude a traer la paz a este continente.”-
Ximene de la Cross, la dama blanca; había liderado el contingente que se había hecho con el control de la capital. La misiva fue entregada por Teban, en uno de los pocos portales activos que pudo encontrar para ir a un lugar tan lejos. El felino se quejó que no estaba tan cerca de Caerleon donde apareció y que debió caminar mucho más. Algunos dicen que fueron solo unas cuadras.
El marqués pensaba hacer pelear hasta el último de sus hombres. Tal vez, hasta que no le quedara otra que rendirse. La aparición de los dos dragones, Byakko y Seiryu, hizo que sus hombres dejaran las armas y ellos mismos lo entregaran. Desde entonces, Ichinén usa el estandarte de los dos dragones, uno celeste sobre blanco y en la otra mitad, un dragón blanco sobre celeste. Aunque Seiryu es de un azul más oscuro, Ichinén me lo explicó en un aparte, muy luego de la batalla. Esos colores también eran en homenaje al general que había conocido en otro mundo, quien le había enseñado muchas de las tácticas que había utilizado en esta guerra. 
La procesión triunfante fue vitoreada al entrar a la capital. Ichinén fue aclamado por todos, como el triunfador, algunos ya lo llamaban el rey de Mitjaval o de todo el continente. A lo que siempre respondía que no deseaba otra corona. La celebración de la paz y la victoria duró dos días. Al segundo, llegó un mensajero alarmado.
-Monstruos! Vienen unos seres monstruosos. Desde el oeste, se encamina un ejército diabólico hacia aquí.-
Esto hizo saltar a todos de sus lugares, aun los que se encontraban de pie. El rey de Azalays, lanzó un clamor.
-No pierdan la cabeza, ya todos saben lo que deben hacer.-
Esas palabras tranquilizaron a la gran mayoría, con la que había planificado de antemano. Y los recién llegados al bando de Ichinén, se tranquilizaron al ver el aplomo y la valentía que inspiraba el rey. El único que no parecía tranquilo era el propio Ichinén, quien inmediatamente, puso manos a la obra.