-Con
esto podrás ver que ofrece mi señor Rokuten.-expresó con calma Devadatta.-Es
una propuesta de paz, solo tienes que ver esta posibilidad de lo que podría
ser.-
-No
quiero saberlo.-
-Solo
te pide que lo veas. Podés negarte a seguir en cualquier momento.-
-Yo
lo haré primero.-intervino Nikko, el monje.
Aunque
Ichinén estaba seguro de negarse, Nikko lo convenció que no arriesgaban nada
con intentarlo. El monje tocó el cristal por un segundo y luego pareció como
despertar de un sueño.
-Interesante,
aunque creo que Ichinén declinará la propuesta.-acotó Nikko.
Llevándolo
en un aparte el guerrero le preguntó a su primo sobre lo que vio en ese segundo
que estuvo como ausente de la realidad.
-Es
una visión de lo que podría ser este continente.-explicó el monje.-No recomiendo
que accedas a verlo y mucho menos a aceptar esas condiciones que proponga al mostrarnos
esta posibilidad.-
Ichinén
se envaró y plantó frente al lacayo del rey demonio.
-Aunque
sé que traes malas intenciones, prefiero verlo por mí mismo y negarme a aceptar,
con conocimiento de causa.-
Victoria
lo estaba observando con gran angustia y preocupación. Elintari, estaba ofuscada
y alarmada. Lo último que vio antes de tocar el cristal, fue el rostro de
Victoria, temiendo por su vida.
En
un destello, estaba en otro lado, era otra persona. Como en un sueño en el que
se tiene conciencia de hechos y conceptos que no están implícitos en el evento
onírico, Ichinén sabía que era el Emperador, señor de Mitjaval y Azaláys. Desde
el cataclismo, la Gran Oscuridad; había tomado el liderazgo del continente.
Logrando la paz entre los reinos, incluso con los belicosos taranos. Se encontraba
en el salón del trono, el mismo donde había tocado el cristal. Eso era algo que
se le estaba difuminando en la mente. Se encontraba de pie frente al ventanal. En
sus manos tenía una carta que le habían enviado recientemente.
“Estimado Emperador:
Agradezco la respuesta de la última
carta, pero quisiera informarle que el envío de una escolta a buscarme es un
gasto de recursos para mi humilde persona. Le informo que en Mirzam contamos
con guerreros capaces de proteger a su Condesa.
En dos semanas estaré llegando a
Mitjaval, tomare la ruta por mar y luego por tierra, lo mantendré informado
sobre mi llegada en cuanto me sea posible.
Mis más sinceros saludos, Gloria,
Condesa de Mirzam."
Leer
la carta de la condesa fue el menor de todos los incordios de esos días. ¿Pero cómo
se le puede hablar a esta muchacha para que entienda? Bueno, no importa, envié
el mensaje de respuesta lo más rápido posible. Haciéndole saber que yo ya
estaba yendo para allá, por otros asuntos y que nos veríamos en la capital de
Azalays. Espero conocer a quien parece tan insoportable por misiva. Me sospecho
que es una bruja vieja, bien mal humorada, de esas que tanto abundan en los
rincones del Imperio.
El Emperador
fue a buscar a la condesa personalmente y con la gran comitiva retomaron el
regreso hacia Anthurium.
“En
el camino de la costa a la capital, todos estaban agotados del calor. No podía
culparlo, por eso decidí detener a todos. El calor en la montura y la cabalgata
me había hartado, pasaba de lo soportable. Descansar a la sombra de un frondoso
roble fue el placer más grande que podía disfrutar ese día. John, la condesa,
todos apostaban por lo mismo. Lucrecia se había quedado dentro del carro. Desde
la noticia sobre el fallecimiento del guerrero Fukyo algo había cambiado en mi
interior. Me mantenía más silencioso que lo acostumbrado. Ya no veía las cosas
tan simples. La mortalidad ajena al tocarnos de cerca, nos brinda una
perspectiva diferente de nuestros actos. Quizá debería dejar de buscar quimeras
evasivas, dejar de abusar de mi libertad como Emperador y hacer un matrimonio
por mi pueblo. Como diría mi abuelo, sentar cabeza. Johan hablaba y hablaba
pero yo no escuchaba demasiado.
Entramos
con toda la comitiva, yo trataba de apresurar el paso. Mitjaval me esperaba,
extraño que este lugar me generara tanta añoranza y no tan así Azaláys.
Mitjaval era mi hogar, ya era un hecho. Mi infancia como duque estaba en
Azaláys, mi madurez como soberano era Mitjaval. ¿Que podría deparar el futuro?
Ingresé
en palacio, con una sucesión de inclinaciones a cada paso. Un ayuda de cámara
me indicó que en palacio se encontraba mi vieja amiga Madame de La Cross,
reunida con cierta enviada del Despotado de Taranis.
-¿No
será acaso Lady Engel?-
El
ayudante asintió asombrado, no sabía como estaba enterada de esta circunstancia.
La cuestión era clara si como yo, estaba sobre aviso gracias a la misiva del mariscal.
-¿Su
majestad desea reunirse con ellas?-
-No,
por favor no.-respondí quizá un poco bruscamente.-No por el momento. Primero,
deseo descansar y luego retomar mis funciones normales, luego habrá tiempo para
la diplomacia.-
Llamé
a un ayudante para que transcribiera las misivas que debía enviar a los reinos de Astur y Desertus. El reino de
Astur, acaba de sufrir cambios políticos importantes, mientras que el Califato
de Desertus siempre se ha mantenido en una periferia. Tenemos diferencias
religiosas, pero eso nos pone más cerca a nivel especie, comparado con otros
reinos que contienen criaturas no humanas. Este es el tema que más me preocupa
en este momento. ¿Como lidiarán los simples humanos ante las diferentes
especies de este mundo?
El
mariscal se encontraba con su hija cuando el ayuda de cámara entró algo
nervioso. Le tendió un pergamino de varias hojas, desde el título era un golpe
de agua helada, o hirviendo, lo mismo daba.”
Dai Ichinén, biografía no autorizada, por
Johan Sebastian
"Capitulo1: La casa de Menkalinam
Este linaje surge hace incontables años
en el norte del reino de Azaláys. Conjuntamente, un asentamiento de nipones,
toma posesión de algunas tierras. Por aquel entonces, el reino del sur no
estaba tan organizado como ahora, por lo que no hubo resistencia para que esta
gente viviera entre ellos. Trajeron su religión, el budismo, entre otras
costumbres. Con el correr de los siglos, se formó el ducado de Menkalinam, cada
vez más alejado de la nobleza del centro del continente, en Mitjaval.
Telumehtar Umbardacil, rey de Mitjaval cuando se encontraba separado de
Caerleon y Altahea, fue el padre de Ald-frid I, el fundador de esta casa. Más
de quince generaciones más tarde, nacería Ald-frid II repitiendo el nombre,
quien sería un personaje muy importante para nuestra historia. Este es el
abuelo del futuro Emperador del reino central, el imperio de Mitjaval. Solo que
en su época, bajo el liderazgo de la reina Letus, ni se sospechaba como esta
casa llegaría a tal proeza. Esa reina, creadora del himno azalayano, tenía como
duque de Menkalinam a Alfrid II. Al morir él, lo sucedió su único hijo varón,
Rhod-Wulf III. Por esa época, nació el personaje más importante de su época, el
fundador de la escuela Fuji, Nichirén Daishonin. Una parte de la familia del
duque había abrazado la fe budista y muchos se convirtieron en seguidores de
esta escuela del Daishonin. Dos hombres sucederían a los ya mencionados. Dos
hombres que forjarían el presente actual. El primero en nacer, fue el discípulo
directo de Nichiren, quien tomó el nombre de Nikko Shonin. El segundo hombre,
era Angus, hijo de Rhod-Wulf III, futuro duque de Menkalinam. Se dice que fue
el buda Nichirén, otros alegan que fue un viejo alquimista que llegó un día a
la corte de Menkalinam; pero se rumorea que existe una profecía sobre el niño Angus.
Según algunas fuentes, esta profecía ya se ha cumplido. Angus demostró un ímpetu
y una energía que hizo que sus parientes budistas lo comenzaran a llamar
"Ichinén" (Determinación certera), el hombre que llegaría al mando
del imperio más poderoso de todo el continente."
Poco
después, el emperador llevaba su propia crónica, en forma de bitácora.
-Este
imperio no se dirige solo. Siempre me sentí más como un hombre de acción que
para estar sentado en una silla pasivamente. Pero, como luego descubrí, no es
tan pasivo llevar esto sobre los hombros. No es todo lo tranquilo que esperaba.
Alguien debía hacerlo y el destino me eligió a mí. El papeleo es quizás lo más
tranquilo, pero llevar adelante la economía es una tarea hercúlea. Acabando de
terminar la propuesta de unos comerciantes que se dirigían a Azuroth, uno de
los consejeros se me acercó y me informó que una visita requería mi atención.
Ni sorpresa me iba a llevar sobre quien era la visita. El monje entró en el
salón, era Nikko Shonin.-
Según
lo que luego contaría Nikko Shonin:
-Cuando
los guardias me dejaron entrar y el consejero me guió a la sala del trono, pude
observar la majestuosa figura del emperador. Era diferente a como lo recordaba,
muy diferente. Me detuve cuando el consejero lo hizo.
-Déjennos.-ordenó
cortante Ichinén.
Aguardó
en silencio mientras la orden era cumplida, yo esperé lo mismo. Lo que sería
conversado en lo subsiguiente sería conveniente que no tuviera otros oídos
extraños.
-Te
saludo, Emperador Ichinén.-
Ichinén
me miró de hito en hito. Tardó más de un segundo en responder.
-Podemos
olvidar las formalidades estando a solas, primo.-
Asentí
agradecido, él se puso en pie y comenzamos a caminar por el salón lujosamente
decorado.
-Veo
que has terminado tu trabajo reorganizando el imperio. Me preguntaba cuando
volverías con tu gente.-
Él
se giró apenas, con cierto aspecto molesto.
-Estoy
con mi gente. Estos hombres me acompañaron hasta el infinito, no puedo
abandonarlos ahora, ni nunca.-
-El
emperador, con un nombre budista. ¿Cómo se entiende?-inquirí yo.
-Soy
lo que soy, pero no es algo que tenga ganas de discutir.-respondió deteniéndose
por un momento.-Tal vez no lo compartas, primo, ni lo comprendas. Pero en este
momento los debates religiosos son lo que menos me preocupan en este momento.-
-¿Más
que apartarte del sendero de la Ley?-
-Siguiendo
el camino de la Ley es como pudimos salvar este mundo. ¿O acaso no lo
recuerdas?-
Me
detuve en mi accionar, debía reconocerle razón. Todos los que tomamos parte lo
recordaban, pero una gran mayoría que no fue incluida desconocía completamente
la inferencia cósmica.
-La
nada que borraba el mundo.-comenté.
-Mis
guardias no sabrían de que estás hablando, pero unos pocos de nosotros sí. No
es casual que sean en su mayoría soberanos los que saben sobre ello. De como
movimos el mundo para apartarlo de la nada que se lo llevaba todo y condenaba
nuestro mundo al olvido.-
-No,
es causal. La causa es que nosotros tomamos parte, fuimos protagonistas. Los
espectadores rara vez comparten el trasfondo de una obra teatral.-
El
hizo un gesto vago con la mano, como si apartara un insecto.
-Esta
obra teatral, como mencionas, fue el intento de mover el mundo como lo conocemos
a otra ubicación en el universo. Ni yo mismo lo entiendo del todo cuando lo
pienso. Pero solo sé que ahora estamos a salvo del caos.-
-No sé
si te has dado cuenta, pero algunas cosas han cambiado. Quizás el universo
acomoda lo que cree conveniente. Aborrece los vacíos.-
-Sé
de las diferencias, es como si hubiéramos estado en el limbo durante un tiempo.
Y al estar aquí muchas cosas son distintas.-contestó él.
-Pero
tu cambio de corazón no.-respondí a mi vez.
-En
este momento me preocupa más restaurar el contacto con todas las otras tierras.
He enviado emisarios a tierras al este que no han regresado, aún. Pero
pareciera que esos terrenos estuvieran vacíos. No tenemos noticias de allí, ni
un comerciante que viaja, nada. He intentado contactar con el soberano del
reino Meridional pero no tengo noticias.
Esto
tiene lógica, primo?-
-Quizás
ahora no, pero esperemos que con el tiempo la tenga.-
El
Emperador puso una mano en mi hombro.
-Solo
nos queda tener fe, sea cual sea esta.-Respondió el Emperador Ichinén, mi
primo.
Terminada
esta parte de la conversación, donde ya no era necesaria la ausencia de oídos
indiscretos, salimos del palacio hacia los jardines. Charlamos de las novedades
varias de los diferentes reinos, Mitjaval y Azalays. Como siempre, Azalays se
mantuvo en su disparidad cultural, entre budistas y otros credos, en términos
muy razonables. Doy gracias a ello, y pese a las diferencias que tenemos con mi
primo, nosotros también representamos esa misma disparidad. Rey y monje budista
en la familia.
-Lamentablemente.-comencé
diciendo.-No todos los lugares del continente son tan tolerantes como nuestra
tierra originaria.-
Mi
primo me miró durante un momento con extrañamiento, luego comprendió mi referencia.
-Las
tierras del Meridional, hace ya años que vienen en un tenso status quo.-
-Si,
necesito en forma urgente establecer contacto con el soberano de ese reino.
Asistirlo en lo posible por mantener la paz. Pero no han surtido mucho efecto
mis emisarios. Necesito ojos y oídos, y también una boca para hablar con el rey
del Meridional.-agregué por mi parte.
Nikko
entendió donde estaba yendo yo y se detuvo.
-¿Está
sugiriendo que vaya en su nombre a las tierras del Meridional?-
-Sé
que es peligroso, el camino no es un lecho de rosas. Si no estás de acuerdo,
primo, lo entenderé.-respondí apoyando una mano sobre un arbusto.-No se lo pido
a alguien más, porque quiero alguien en quien confiar. Yo aún no puedo sacar un
pie de este reino.-
Mi
primo se lo pensó un rato antes de responder.
-Las
grandes personas se forjan en las grandes adversidades. Iré, Ichinén, todo en
bien de la paz de esta tierra.-
Llamé
un asistente que pasaba y le solicité que tuviera todo preparado. Comida,
implementos para el viaje, dinero. Y una guardia como escolta.
Posteriormente, Ichinén vería todo desde la perspectiva de
Johan.
“Entré
en la ciudad de Anthurium envuelto en una capucha, los tiempos de paz y
prosperidad había hecho que la milicia se tomara ciertas licencias con el paso
de los transeúntes. El palacio se encontraba en plena ebullición, viendo los
estandartes católicos, me enteré que era debido a la visita del nuevo papa. Me
entreveré por los pasillos laberínticos del gran palacio. Hacía tiempo que no
estaba aquí, estaba todo mucho más limpio y en orden. La última vez, el lugar
había estado abandonado por años y solo tenía una vaga reminiscencia de su
glorioso pasado. El emperador había logrado retornar la antigua gloria. Ruidos
estremecedores de pasos interrumpieron mi ensoñación contemplando la
decoración. El emperador se acercaba con una comitiva de soldados escoltándolo.
Todos hacían una reverencia al paso de su majestad. Me detuve en el camino, con
una rodilla en el suelo y el mazo de naipes en la mano.
-Majestad,
desearía sacar una carta, este truco de magia le va a encantar.-
Los
soldados desenvainaron las espadas en forma amenazante, y se pusieron a pocos centímetros
de mí.
-Identifíquese.-me
espetó uno de los que estaba adelante.
El
emperador alzó la mano y se adelantó hacía mí.
-Esperen.
Está bien, sargento.-
Me
descubrí el rostro y pude ver la expresión de sorpresa del emperador.
-Johan?-
-Así
es majestad, estoy de visita en Anthurium. Me gusta como quedó este lugar.-
Me
levanté e hice una reverencia, respondida con una leve inclinación de cabeza
por su majestad imperial. Estaba muy cambiado con los atavíos protocolares, no
como yo lo recordaba de la última vez. Vestido simplemente, vestido para la
guerra.
-Esto
sí que es inesperado, has llegado en días extraños, señor Sebastián.-
Los
soldados miraban al emperador inquiridoramente, no sabiendo si envainar las
espadas nuevamente o rodear al emperador. Aquello podía ser una trampa de algún
enemigo.
-Soldados,
descansen. Este es Johan Sebastián, el peleó en el pasado a mi lado, en contra
del caos.-
-Pelear,
lo que se dice pelear, no fue tan así, mi señor. Pero hice mi parte. No soy
precisamente un guerrero, lo mío son las letras, las artes. En definitiva, el
entretenimiento.-
Los
soldados volvieron las espadas a sus lugares. El emperador sonrió.
-En
este momento, nos encontramos recibiendo la visita del papa. Pero haré los
arreglos para que te acomoden en el palacio.-dijo el emperador.
-Será
un honor, su majestad. Me encontraba en camino a Azalays, la universidad de
Mirzam está nuevamente en funcionamiento, ahora que hay una nueva
condesa.-respondí yo.
-Espero
que puedas quedarte con nosotros un tiempo. Será un placer disfrutar de tu
compañía.-
-Todo
el que desee su majestad.-
Johan
Sebastián, trovador.
Que
sorpresa tan agradable poder ver a un viejo amigo. Y uno tan particular como
Johan Sebastián, pensó Ichinén.
Ordenó
a un ayudante que le encontrara un buen cuarto al señor Johan, a lo que lo vio
removerse inquieto. Seguramente el título de "señor" no le parecía
apropiado. Luego cayó en la cuenta de algo muy crucial en lo que había dicho
previamente.
-Te dirigías
a Mirzam?-dije, recordando, a lo que asintió.-Por tierra o por mar?-
-Por
tierra. Es más corto, pensaba pasar por Menkalinam y visitar a su primo,
Nikko.-
Su
respuesta lo dejó algo preocupado, no estaba seguro si él sabía lo que eso
significaba.
-De
esta forma, deberías ir en parte del camino por Azuroth, no es un sitio muy
recomendable.-
El
balanceó su cabeza como diciendo que aquello no parecía algo tan preocupante
como yo lo veía.
-No
deseo que tengas un mal momento en tierras tan peculiares como esa.-
-Sé
que están las señoras rigiendo allí. Y ellas me conocen, con quien estuvimos en
la Orden del León.-
Mi
expresión se volvió grave ante la mención de esta última. Johan se percató de
ello y rápidamente cambió de tema.
-Solo
me toca un corto trecho por esa tierra oscura, espero rápidamente alcanzar
Menkalinam. No debe preocuparse por mí, Majestad. Dudo que alguna de esas
criaturas le desee algún mal a este trovador.-
Asentí
despacio, aún preocupado.
-Muy
bien, espero que estés seguro de lo que haces. Pero antes de que partas,
quisiera que nos acompañaras para presentarte a su santidad. Seguro que
disfrutara el entretenimiento, especialmente si no son bromas demasiado....
digamos... picantes.-
-Debo
tener alguna en mi haber, se lo aseguro.-respondió el trovador divertido.
-Bien,
cuando decidas partir, voy a darte un salvoconducto para atravesar Azuroth.
Aunque allí se rigen según sus propias leyes, puede darte un mensaje para la
soberana. Ello te serviría de excusa para andar sus senderos con cierta
protección.-ratifiqué resuelto.
-Se
lo agradezco, su Majestad.-
Dicho
esto, nos saludamos y la comitiva continuó su marcha. La política requería atención.
Todo el camino hasta la sala donde nos reuniríamos con su Santidad, me quedé
meditando sobre John. De visita en Anthurium y ya conocería al papa. Un hombre
impresionante este John, ha caminado entre reyes y batallas. Ha conocido
grandes personalidades y eso no lo cambia para nada. Su carácter divertido
siempre ha sido un bálsamo para mi humor. Jamás he conocido alguien que hubiera
vivido lo que él y siguiera siendo tan autentico y tan modesto. Ni tampoco he
conocido a alguien que haya atravesado tantos peligros sin que por ello le
cambie el carácter. Pareciera que tiene alguna especie de protección especial
que lo hace inmune a todo. Si alguien tiene el favor de Dios, ese es Johan Sebastián.
Madame
de la Cross hizo señas a los sirvientes, que de inmediato se pusieron en
movimiento, mientras ella iba liderando el pequeño grupo.
Al
notar que Deshar se quedaba atrás, tal vez por su educación, ella también lo
hizo y lo tomó del brazo.
-Decidme
Deshar, el mariscal ha mencionado que vuestro pueblo prácticamente oprime a las
mujeres y vos habéis hecho notar que no es así, hablasteis de guerreras ¿es eso
cierto? podéis contarme algo de vuestra historia? Me resulta interesante, así
como sé que agradaré a los presentes-
Llegaron
a los jardines, donde ya los sirvientes habían dispuesto la pequeña mesa con
manjares dulces, cremas, pasteles, infusiones, frutos, una gran gama de sabores
y colores los esperaban y al otro lado de la caseta se observa un hermoso rosal
blanco, la rosa Althaea, el orgullo de su tierra. Mientras tomaban asiento una música
comenzó a sonar, los músicos habían llegado.
La disposición
Mitjavaliana era reconocida en todas partes, los sirvientes eran rápidos y se
decía que podían leer los pensamientos de sus amos, de lo rápidos y eficientes
que eran.
Atravesó
Ichinén los pasillos con rapidez, por el camino encontró al mariscal. Parecía
más despejado que él. ¿Es que acaso necesitaba dormir menos? El hombre todavía
podía sorprenderle. Le informó adonde se dirigía y juntos fueron al salón del
trono. Envió un mensajero hasta las habitaciones designadas para la delegación
extranjera, para invitarlos a compartir un refrigerio y poder conversar con
tranquilidad.
-El
emisario asturien se encuentra en camino, Majestad.-informó el hombre y se
retiró.
Sentado
como estaba, con el mariscal a su lado. Se volvió a él, sabiendo que cruzaba por
su mente.
-Di
lo que tienes en el aire. Hay algo que deseas preguntar desde ayer. Ahora que
estamos solos, aprovecha el tiempo que se nos ha dado.-
“La sinceridad y frontalidad le divirtieron
sobremanera.”
Las imágenes
se iban difuminando, el sueño se estaba rompiendo, volvían a estar en el salón del
trono, aunque solo estaban Ichinén y Devadatta.
-Bien,
has visto el mundo que podría ser si haces las paces con mi señor Rokuten.-expresó el hombre, sonriendo mecánicamente.
Ichinén
lo miró sin poder creer o terminar de entender lo que escuchaba.
-¿Y así
simplemente sería el mundo si Rokuten no nos atacara más?-
-Si abandonas
la búsqueda de Kosen Rufu.-agregó el secuaz, con una pausa dramática entremedio.-No
avanzará más la oscuridad sobre el continente.-g
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