11/30/2018

59-Nitten asoma.

Hay hechos que están documentados y otros que provienen del testimonio de los protagonistas o presentes en el momento de los sucesos. Hay otros eventos, que están revestidos de un halo de leyenda. Esto no significa que no hayan ocurrido. Es solo que forman parte de lo mítico, que tal sucedió o tal vez fue así como lo cuentan.
Dicen que mientras San Martín observaba el campo de batalla, la que se estaba a punto de librar con los realistas, pronunció una frase que entró en el imaginario épico.
-Mirá que brutos estos godos como forman, los vamos a limpiar en quince minutos.-
Quizás la estimación del tiempo se debía a otra batalla anterior con ese enemigo, quizás solo era un lamento crítico de enfrentarse con un enemigo poderoso pero siempre arrogante de su superioridad numérica. Muchos aseguran que esas palabras son solo fantasías de los nativos, otros que son exageraciones para acrecentar el mito del Libertador. El guerrero Ichinén es testigo oyente de estos dichos y sonríe de mala gana. La lucha por venir no lo alegra, nunca la violencia lo ha hecho feliz, pero en esta situación; no tiene alternativa. Los primeros movimientos se habían dado de madrugada, por lo que esa frase carece de veracidad, si se toma en cuenta que era dificultoso ver. Pero los que dudan de esta historia no saben que la batalla dura algo más, por lo menos hasta la tarde.
Acaban de atravesar, en una travesía de varios días, el paso más improbable en la mente de su enemigo. Los Patos, un peligro constante de desfiladeros, rocas y frío; por el que nadie espera que lleguen tropas, mucho menos un ejército entero.
Después de subir 5000 metros de altura, donde literalmente la sangre se licua de la presión, llegaron a reunirse con la otra columna del paso de Uspallata. Habían cruzado una cordillera insalvable para tanta gente, según lo que se creía en esa época. Habían logrado la mayor proeza bélica hasta el momento.
La colina de Chacabuco será el escenario de la sangre, donde se define el destino de muchas cosas por venir. Para estas tierras, se determina el rumbo de la independencia. Para Ichinén, es otro paso en su camino a Kosen Rufu.
Los realistas eran unos 1500 o más y estaban a punto de recibir refuerzos, o eso se decía. Todo era posible en el transcurso de la guerra. Ichinén se pegó a la tropa que iba con Diego Paroissien, debido a que lo consideraban un coterráneo del francés.  
Las columnas avanzaron, una comandada por O´Higgins simuló atacar de frente, mientras la de Soler envolvía al enemigo. Cuando Ichinén se vio en el combate, todo le resultó confusión. La artillería, algo que odiaba profundamente, ensordecía todo y el humo impedía ver claramente. En menos de media hora, habían sacado ventaja en la colina. El guerrero de otro mundo, no veía más que a pocos metros. Desde su perspectiva no estaba seguro si estaban ganando o perdiendo. Solo se dedicó a continuar la lucha, sableando a diestra y siniestra. Ayudó a un joven soldado que había caído herido cerca suyo. Una bala de cañón casi decapita a otro más allá, que ni se enteró lo cerca que estuvo de perder la mollera.
-¡Vivir con honor o morir con gloria, el que sea valiente que me siga!-se oyó gritar a O´Higgins, aunque el guerrero no le llegó palabra alguna del brigadier nativo.
Lamentablemente, la primera carga que ejecuta no logra el efecto deseado. La segunda encuentra gran resistencia y es cuando el guerrero Ichinén nota que la batalla puede perderse y todo irse con el demonio del sexto cielo. Un realista le cierra el paso y terminan cuerpo a cuerpo. Ichinén ruega por tener la fuerza para frenar el ímpetu enemigo. La pugna lo lleva a arrastrarse al suelo, peleando con el adversario, sin ningún tipo de cuartel. Al intentar levantarse, ve avanzar a tres enemigos hacia él. Casi que se siente un muerto prematuro, invoca su oración al suelo y recuerda al maestro Nichirén.
-Las funciones protectoras siempre protegerán al devoto del Sutra del Loto.-rememora el guerrero, deseando que eso se haga realidad.
Un reflejo del sol cruza los rostros de los tres enemigos, destellando gracias a los sables que portan los hombres de Soler que vienen a su encuentro. Ese segundo de distracción enemiga, cegados por un reflejo, es todo lo que Ichinén necesita para recuperar la guardia,
-El sol me ha salvado la vida.-medita Ichinén.
La embestida de Soler desestabiliza al enemigo y la entrada de San Martín con sus granaderos les dan la victoria por la tarde.
Mientras la infantería enemiga es perseguida, con la caballería realista en clara huida, el ejército libertador continua el avance con seguridad. La capital enemiga es de los patriotas. Ichinén se toma un minuto para arrodillarse y agradecer al sol por ese destello salvador. Aunque no sabe si fue premeditada la acción del Shoten Zenjin, se siente en necesidad de agradecerle. La carnicería había sido tal, que el terror que desprendía llegó hasta los corazones enemigos en la capital de Santiago, donde solo pudieron pensar en una cosa; huir a Valparaíso. Tanto como si el terreno contara esta historia, todo el descenso de la cordillera en bajada, pareció infinitamente más sencillo que lo anterior. Al entrar en la ciudad, no había enemigo o resistencia alguna. Ichinén se despidió del general en cuanto pudo, lo cual tomó unas cuantas horas más. Hubo muchos trámites, firmas de actas, el general rechazando cargos de gobernante que le deseaban endilgar y una reaparición felina muy postergada.
-¿Ya termino toda la batalla?-comentó Teban, como si se refiriera a una obra teatral algo aburrida.
-Te la perdiste, Teban, fue interesante.-
-No veo nada interesante en gente matando gente.-sentenció el gato y fue a recostarse en un rincón cercano.
Ichinén se entremezcló con las tropas libertadoras, convulsionadas por la victoria, exultantes de felicidad.
El general solicitó un momento a solas con algunos soldados, con la excusa de repartir ordenes. El grupo con el que se reunió, incluía premeditadamente al guerrero del otro mundo. Cuando finalmente, cada soldado tuvo su encargo y dejó la sala, Ichinén observó al cansado militar.
-Este es, amigo. El momento de la partida. La lucha para mi continúa y para usted también.-acotó San Martín.
-Así es, mi general. Encontrar el yelmo renkarenssi es apenas un leve paso en la salvación de mi gente y mi tierra.-
El hombre se inclinó ante el mueble que tenía delante y sacó un bulto envuelto en lo que parecían ropajes antiguos.
-No busque más.-
Al remover las telas, Ichinén pudo observar el tan buscado yelmo. Le parecía que hacía mucho más tiempo que estaba a la búsqueda de ese artefacto asturano.
-Le estoy eternamente agradecido, general.-
-Que va, caballero. El agradecido soy yo, por toda la ayuda que nos ha prestado.-
-Solo hice lo que puede hacer un hombre.-
-Pero hasta un solo hombre puede cambiar el destino de muchos.-repuso el general San Martín, tendiéndole la mano a Ichinén.
-Hasta siempre, mi amigo.-
El guerrero estrechó fuerte su mano con la del general.
-Nos veremos pronto, bueno, usted me verá. Para mi esta es la despedida.-
El general le indicó como última recomendación, algo que solo él sabría y que Ichinén debía decirle cuando se encontraran por “primera vez” para el propio general.
El guerrero se preguntó si alguna vez habrá existido una primera vez que el general le dijera eso, o la paradoja los arrastraba a un continuo principio y fin. El eterno devenir del huevo y la gallina.
Teban lo guió al portal que los llevaría de vuelta a su mundo, no muy lejos de donde se encontraba. Para Ichinén, el viaje aun seguía, así como para el Libertador.

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