12/29/2016

40-Falsa dicotomía.

La brisa concentraba el polvo en el centro del cuarto. La luz solar cruzaba entre los cristales de todos los colores, que el palacio de la reina Innocenza lucía en todos sus frentes. Valdemar se adelantó por el salón, certificando que la gran mayoría estaba en el patio de prácticas. Oídos indiscretos en disminución. Cuando el guerrero entró, el hombre lo miró con más odio que nunca, si tal cosa era posible.
-Entra, Ichinén. Estamos solos por lo que podemos hablar en paz.-
La expresión del invitado fue una mezcla de aburrimiento con prudencia. Inconcientemente, estuvo a punto de tomar su daga. Se recordó que Valdemar podía ser una persona muy inteligente, pero no era un luchador eximio por nada de ese mundo.
-¿Otra amonestación, Valdemar?-
-Te noto ciertamente a la defensiva, Ichinén.-
-Siempre me estás marcando algún error.-
-Dejemos las máscaras de lado, entonces.-
-Yo no llevo ninguna, Valdemar.-
-Es solo un decir, guerrero.-
-Lo sé, pero insisto. Lo que ves, es lo que soy.-
Valdemar se acercó un poco más y sonrió, susurrándole en secreto.
-¿Y qué hay de la reina?-
Ichinén lanzó un paso atrás, casi como si fuera a lanzarse al ataque. La sonrisa de Valdemar no era del todo reprobatoria, pero eso no lo dejaba tranquilo de todas maneras.
-No lo apruebas, lo sé. Pero no se… Fue algo que surgió…-
-Se como es Su Majestad, cuando algo se le mete en la cabeza, lo supe desde las primeras veces que te observaba. Sus miradas, sus comentarios. Ichinén esto, Ichinén lo otro. Que fueras un extraño de otro mundo, solo te volvió más interesante para ella. Y que fueras enemigo de Rokuten y nomás llegar, hayas vencido a su oscuro lacayo; te hizo adquirir un halo de seducción muy fuerte para ella.-
Ichinén se removió inquieto, el hombre hablaba de todo aquello como si no hubiera sentimientos involucrados. Aquello se le hacía como si fuera uno de sus experimentos.
-Supongo que ahora me dirás cuanto odias que yo me haya entrometido en sus vidas.-
Valdemar miró en derredor, como para volver a comprobar que no había oídos indiscretos y exhaló despacio, casi como sonriendo.
-Se como es ella. Hará lo que desee, porque sabe que tiene el derecho de soberana.-
Acto seguido, el hombre cambió el gesto por un más serio.
-Pero también tiene obligaciones, aunque quiera negarlas. Debe estar preparada para casarse por alianza, no importa cuantos amantes desee tener.-
Al mencionar la palabra amante, clavó su vista en el guerrero. Ichinén no se hizo cargo, como si no le entraran flechas en la armadura.
-El mariscal estaba forjando alianzas con dos reinos vecinos, uno de sus príncipes podía ser un perfecto aliado. Necesitan el renombre de casarse con una reina, nosotros su armada y logística. Tu intromisión podría arruinar eso, en perjuicio del reino, aunque ceda al capricho de su reina. Creo que no lo has tenido en cuenta, Ichinén.-
El guerrero se balanceó despacio de un pie al otro, mientras meditaba lo que el otro decía.
-Lo tengo más que claro, Valdemar. Ella debe permanecer libre para forjar alianzas por casamiento… Sea con el reino que sea…-
-¿Y ser nada más que un concubino no te molesta?-
-Lo haría por el bien de ella, de ser necesario…-
Valdemar soltó un gesto descreído pero sonriente.
-Me alegra que nos entendamos. Ahora… ¿Qué hay de seguir tu viaje?-
Por un segundo, Ichinén sintió que Valdemar le recordaba algo que había depositado muy hondo en su mente. Cuando en realidad no debía ser así, sino todo lo contrario.
-Si encontrara a mis amigos, seguiría mi viaje.-manifestó Ichinén, no con la misma convicción que tenía al llegar a ese mundo.
Valdemar debió detectar la vacilación del guerrero.
-Si llegaran tus amigos, te irías como dices?-
-Si, así es.-
-¿Y la reina?-
-Ella puede seguir con su vida, lo que tenemos…-
Valdemar se quedó esperando que siguiera, pero no se aguantó y lo completó el mismo.
-Eso no va a durar. ¿Lo sabes?-
-Lo sé, Valdemar, lo sé. Le dolerá, pero yo debo seguir y ella también. Solo podemos tener este corto momento, por más que mi corazón me dice que me quede.-
-Quizás sería mejor que lo hicieras ahora. Mejor más temprano que tarde.-
La expresión inicial de mal humor de Ichinén, fue virando a la decepción y la resignación.
-¿Eso te gustaría, no es así?-
-Puedes creer que en realidad es por algún resquemor que te tenga. No lo es. Ella está feliz en tu presencia, pareciera que el sol le da más fuerte en el rostro cuando te ve.-
Ichinén casi estuvo por sonreír, recordando los gestos y las salidas de Innocenza.
-Por eso, se que lo doloroso que será mientras más tarde esto. Sé que debes irte y ella creo que tiene la vana esperanza de mantenerte a su lado, como sea. Aunque esto no sería justo para ninguno de los dos.-
Ichinén concordó con profunda tristeza que el pragmático hombre llevaba razón. Él podía mantenerse al lado de Innocenza, pero aquellos meses no serían iguales que el resto de su existencia. Podían mantener esa relación en secreto, hasta que ella se casara de compromiso y luego seguir con más o menos notoriedad con su vínculo. El era hijo de un duque, pero de otro mundo que ya ni existía, según él. Su abolengo no servía para ese reino ni plano existencial. Innocenza debía seguir sus planes, así como el guerrero Ichinén. Kosen Rufu lo necesitaba, Victoria lo necesitaba. No podía fallarles. Tenía que dejar de demorarse y buscar reencontrarse con sus amigos. Teban, Dulce y Victoria; los extrañaba mucho. No sabía que había sido de ellos, después de perderse gracias al monstruo. Involucrarse con Innocenza en los últimos meses, había sido una fuerte distracción de su objetivo.
Llegar a la habitación de la reina, fue muy doloroso para él. La soberana sonrió ampliamente cuando el guerrero hizo su entrada al cuarto de recepciones. Despidió a cada sirviente, a fin de que permanecieran a solas. Ichinén parecía carecer de alegría en todo su ser, pero ella quiso pasarlo por alto, echándole la culpa a cuestiones palaciegas de sus nuevas responsabilidades.
-Ahora, si tendremos privacidad.-le dijo, acercándose y acariciando sus muñecas.
El guerrero se retiró un poco. La reina lo sintió como un rechazo, pero no dijo nada.
-Majestad… debo…-
-Cuando estamos solos, puedes llamarme por mi nombre, Ichinén. Así como yo lo hago.-
-Innocenza…-
No sabía como empezar a hablar, lo que debía inevitablemente decir. La reina lo apresuró con una mirada, aunque no pudo evitar retroceder de sospecha.
-Debo irme, mi reina.-
-¿Irte? ¿Adonde?-
-Con mi vida, con mi  búsqueda. No podemos seguir con esto por siempre.-
-Yo soy la reina y puedo decidir con quien estar.-
-Eso no es del todo verdad, Innocenza. El casamiento por interés debe ser la opción lógica, mi presencia no te lo haría fácil. Y yo no estaría siguiendo mi objetivo determinado hace tiempo.-
-Los objetivos pueden cambiar, Ichinén.-
-De este depende mucho, tengo que seguir adelante.-
Innocenza protestó, se enojó y le ordenó que no siguiera con eso.
-Debo hacerlo…-
-No, deseas hacerlo. Reconoce que no me amas.-
-Eso no es así…-
-Preferiría que me dijeras eso, no esas palabras faltas de coraje.-
-No es una cuestión de coraje, debo seguir…-
-Entonces, vete, Ichinén. No me hagas sufrir más con tu presencia que sabré que nunca en la vida tendré.-le lanzó ofuscada, señalando la salida.
El guerrero ya sin fuerzas o ímpetu se fue a ensillar el caballo que la reina le había obsequiado, algo que casi estuvo por devolver. Valdemar fue el único que lo despedió.
-Espero te haga feliz, y puedas confortar el dolor que le acabo de causar.-
-Ella es fuerte, sobrevivirá. No me hace feliz para nada, ni causarte mal, pero sabes tan bien como yo que es lo mejor. En el futuro te habrías ido y ella no hubiera querido dejarla.-
-Hubiera sido mejor en ese momento…-
-¿Y cuál sería tu intención en ese momento? ¿Llevarla contigo a tu búsqueda? Ella se debe a su pueblo. No tienes ningún derecho a quitarle su futuro.-
Ichinén no quiso o no supo que replicar. Saliendo a cabalgata ligera, dejó atrás al físico con su levita negra. El hombre se mantuvo observando como el caballo se alejaba. Horas después, subiendo una loma, Ichinén se detuvo a observar el castillo a la distancia. Una gran congoja lo llenó, musitó el nombre de la reina y recordó sus besos delicados. Estaba a punto de bajar la vista de tristeza, cuando vio una llamarada surgiendo del interior del castillo. El terror reemplazó a la melancolía, en menos de un segundo. Giró el caballo, mientras seguía observando el edificio en llamas, que parecían explotar y alzarse con aun más fuerza.
-Innocenza!-gritó azuzando al caballo.
Desanduvo el camino, con total furia en el galopar.