5/31/2020

66-Cuenta regresiva para la extinción.


Caos. Pánico. Nada se esparce más rápido, ni siquiera el más virulento de los incendios. El suelo tiembla con cada salto de la bestia, el viento se incrementa con cada movimiento del gigantesco ser. Un dragón volaba alrededor del castillo y el pueblo de Caerleon, capital ahora del reino homónimo. Ichinén esperaba poder apelar a su sentencia y empuñar alguna ley del reino, aunque quizás eso tampoco funcionara. Lo que no imaginó es que un dragón vendría a truncar el proceso legal. Y no es que aquello lo beneficiara o lo salvara. Quizás lo ponía en peor situación.
La gente corre, queriendo dejar el pueblo. Las mujeres gritan y los hombres enmudecen, pero no se sabe cual está más asustado. El fuego se aviva por donde pasa el dragón. En plena confusión, Ichinén y sus compañeros se sueltan de sus guardias.
-Vamos, donde estén los caballos y dejemos este pueblo, mientras el dragón los mantiene distraídos.-grita Johan, agarrando a Teban por la panza gatuna.
Ichinén no tiene pensado ponerse a discutir, pero en ese momento, ve el dragón acercarse en el aire. La dama de La Cross se encuentra dando indicaciones a unos guardias.
-Es raro que un dragón ataque sin razón, menos una población tan grande. A menos que trabaje para Rokuten, lo cual dudo. Solo dos dragones están al servicio, y no son blancos como ese.-comentó Malcolm como si aquello no fuera una situación de peligro mortal.
El guerrero lo miró de forma extraña pero no le respondió. Estaba más preocupado por salir de ese lugar, con vida y enteros, dentro de lo posible. La duquesa de Altahea no veía al dragón girando directamente hacia su posición.
-Mi señora!-gritó Ichinén por entre el estruendo ensordecedor del viento y la destrucción, pero fue en vano.
Sin pensarlo, se lanzó a correr, orando porque sus piernas fueran más rápidas de lo que en verdad eran. El gran dragón blanco abría sus fauces para escupir su infierno, Ichinén lo vio apenas en un atisbo y se tiró de cabeza para empujar a la duquesa dentro de la arcada de un edificio. La mujer y el guerrero rodaron por sobre el embaldosado del umbral. Madame de La Cross soltó un quejido de sorpresa y luego uno de asombro. De haber estado ahí, el fuego la hubiera derretido.
-Disculpe, madame. Pero mejor magullada que rostizada.-
-Se lo agradezco, milord Ichinén.-
El guerrero la ayudó a levantarse.
-Con cuidado, puede haberse golpeado fuerte, lamento mi brusquedad pero era necesaria.-
-No se preocupe.-le respondió la duquesa.-Debo dirigir la evacuación del castillo y el poblado.-
-Supongo que ya no hay que debatir como me querrán ejecutar. Puede que nadie quede vivo para hacerlo.-ironizó el duque de Menkalinam.
La calle era un reguero volcánico, pero dando un rodeo, Malcolm los alcanzó. Al verlo llegar, Ichinén recordó su comentario previo.
-¿Qué ocurre con este dragón, señora? ¿Por qué los ataca?-
-Su amigo que también lo quiso asesinar, el marqués.-
-¿Qué hay con él?-replicó Ichinén, sin entender.
-Él es el responsable.-respondió la mujer.-Destruyó los dos huevos de esa dragona. Para comer, lo que se considera un manjar exótico, alas de dragón. Y ahora, Byakko viene a vengarse.-
-¿Por un almuerzo enojó a un dragón?-
-Lo hizo la última vez que visitó Caerleon, en los incesantes debates por ver quien gobernaba el reino. Una vez que la dragona vino a exigir justicia, el marqués se desvaneció y nos dejó a nuestra suerte. Y ella sigue viniendo por la retribución.-
-El marqués parece querer ganar en la competencia al más idiota.-
-Y al más cobarde también, milord.-respondió la dama blanca.
El duque de Barberis y otros soldados se acercaron hasta donde Madame de La Cross hablaba con el guerrero. Malcolm le hizo una seña, para escapar en la confusión. A lo que Ichinén meneó la cabeza. El compañero no lo comprendía.
-Buscá a Johan, necesito hablar con Teban.-
-¿El gato? ¿Qué pasa con él?-replicó Malcolm.
-Solo tráiganlo.-
Madame de La Cross tampoco se imaginaba para que necesitaba al gato y menos hablar con él. Por un segundo, creyó que Ichinén estaba simplemente loco, pero no tuvo mucho más tiempo para pensarlo. El duque de Barberis le daba un reporte de la situación, la cual no era buena para nada.
-¿Va a dejarlo ir así como así?-
-Olvídelo, Barberis.-respondió la dama blanca.-Ya tenemos bastante con el dragón, no creo que nos interese un intruso, que en verdad no nos hizo nada directamente.-
Ichinén encontró finalmente al gato, y le dio ciertas indicaciones.
-¿Abusaste del vino en el castillo? ¿O es que te golpearon muy fuerte la cabeza? ¿Cómo esperás que logre eso?-exclamó el gato, abriendo grandes los ojos.
-Sabes dónde ir, solo tenés que decirme si es posible.-
-Me puede tomar un día…-
-Tenés hasta el alba.-sentenció Ichinén.
El gato se bajó de los brazos de Johan y salió corriendo, maullando de bronca por lo bajo.
-¿Dónde va?-inquirió el músico pero Ichinén ya estaba corriendo.
Johan lo siguió, pero entre el humo y la gente lo perdía con facilidad. Cuando lo pudo ver, Ichinén estaba acercándose al duque de Barberis, el mismo que insistía tanto en ejecutarlo antes. El lugar era como una plaza o un gran lote descampado. Ambos duques y algunos soldados estaban alrededor de lo que parecían unas ballestas gigantes o máquinas de asedio.
Johan estaba pensando en lo poco que entendía de armas o de guerra, cuando el suelo tembló repentinamente y se vio rodando por el suelo. La dragona había aterrizado delante de las máquinas y estaba mirando con odio a cada una. Una larga lanza estaba clavada en su costado, se la sacó de una dentellada y se largó a reír. Johan tembló al escuchar esa voz.
-Esto no es ni un escarbadientes. ¿Desean matarme? ¿Cómo mataron a mis bebés?-
El duque de Barberis ordenó a sus hombres retirarse, pero el monstruo le lanzó un coletazo que lo hizo caer redondo. La bestia parecía sonreír, mientras se acercaba al hombre, que ya se veía siendo devorado.
-Un momento, Byakko. Este hombre no te ha hecho nada.-exclamó Ichinén, plantándose espada en mano frente a la dragona.
-¿Y este futuro cadáver quién es? ¿Esperás ser quemado primero? No te preocupes, todos pueden arder.-respondió Byakko.
-El responsable de tu desgracia no es este hombre, ni yo. Sino un cobarde que se escapó y hasta hace unos días también quiso asesinarme a traición.-
-¿Eso es un intento de querer simpatizarme? Es una lógica deficiente de “el enemigo de mi enemigo, es mi amigo”. Eso no funciona para mí, humano.-
-No es lo que intento, Byakko. Pero puedo darte una solución.-propuso Ichinén, que sentía como el viento se agitaba alrededor de la dragona y lo hacía temblar a él.
-La única solución que puedes darme es la venganza.-retrucó la dragona con más furia aun.
-De ser necesario, yo mismo ayudaría, pero creo que puedo hacer algo más. No puedo traer de vuelta a tus crías sin nacer, pero algo más quizás si pueda.-
-Eran los últimos de una exigua camada que logramos hacer con mi fallecido compañero! Ahora me encuentro sola, no más crías, me extinguiré!!!-gritó Byakko, enfatizando con temblores cada frase.
-Te lo ruego, Byakko. Puedes matarnos a todos y vengarte de gente que no te hizo nada o esperar hasta el amanecer y ver mi solución por vos misma.-
El dragón se acercó con claras intenciones de matar, pero las palabras de Ichinén no la convencieron. Si la hizo dudar, ese hombre que no parecía temer a un dragón como los otros, como si los conociera. Esa determinación la hizo ver que merecía el beneficio de la duda. Ichinén se veía saliendo a las corridas y los espadazos, si la dragona era más hermética en su pensamiento de lo que esperaba.
-Si para el alba no tengo tu solución aquí mismo, en esta plaza, los mataré a todos. Y te haré observar cada muerte, humano.-
Un huracán repentino lanzó a Ichinén al suelo, cuando Byakko levantó vuelo. Ichinén se aflojó y suspiró de alivio, dejándose estar en el suelo.
-¿Qué es lo que has hecho?-inquirió el duque de Barberis.
En el mismo instante, madame de La Cross se les acercaba.
-Gané tiempo. Ahora pueden evacuar a un lugar seguro a toda la población. Al alba volverá y veré que puedo hacer.-
-¿Y cuando regrese al amanecer? ¿Con que vas a entretener al dragón? ¿Con un costillar de cerdo?-replicó el otro duque.
-Con espada si es necesario. Así tenga que traer al marqués de Alstroemeria yo mismo desde Anthurium.-
-No podrías ir y venir hasta ahí en tan poco tiempo…-protestó el hombre, pero fue interrumpida por la duquesa de Altahea.
-Tiempo al tiempo. Por ahora, debemos poner a la gente a salvo. Y podemos hacerlo gracias a la estratagema de Ichinén.-
La señora le sonrió a Ichinén, pero él no dejaba su expresión de preocupación. Johan quiso saber más, pero las inquisiciones del músico no lo tranquilizaron, todo lo contrario.
-¿Y que vamos a hacer si este plan tuyo no resulta?-
-Me tendré que enfrentar solo al dragón, si es necesario.-
-Pero morirías de seguro.-
-Gracias, Johan, muy optimista.-
Ichinén no dijo más y se alejó. Faltaban seis horas para el anochecer, otras diez hasta el alba o poco más. El músico intentó ayudar con la evacuación y la dama blanca le preguntó por sus últimas andanzas. El bardo comenzó el relato desde que encontró a Ichinén en Taranis, como viajaron por otros reinos, las aventuras vividas y el intento cobarde de asesinarlos en Anthurium.
-Hubo un tiempo en que Lady Engel y yo fuimos amigas. Pero creo que la catástrofe convierte en extraños a los más allegados.-comentó la duquesa al oír la parte de Taranis.
La gente del poblado, fue evacuada a un bosque cercano. Los del castillo que pertenecían a la soldadesca, se refugiaron en el subsuelo de esa edificación. Solo unos pocos se quedaron en la plaza o cerca. Ichinén casi no la dejó en ningún momento, por si la dragona estaba vigilando de lejos y a escondidas. Si daba muestras de irse, puede que rompiera la tregua lograda. Johan, Elintari, Malcolm y otros fueron a hacerle compañía al guerrero. La noche pasaba y solo podía beber agua o vino, para matar la espera. Estar en esa situación era enloquecedor, era como hacer vigilia mientras la parca viene a buscarte. Elintari se sentó junto al guerrero que esperaba, en una fogata que habían encendido los soldados. La elfa estaba al borde de las lágrimas, rogándole que se fueran antes que esa bestia los derritiera.
-No puedo irme, Elintari. La dragona la tomaría con el pueblo.-
-¿Y esperás que tu muerte aplaque la ira del dragón?-expresó la elfa, casi con desesperación.-Tu misión es demasiado importante para que dejes matar de esta forma.-
-No soy imprescindible, otro puede realizar la misma misión.-
-Yo si te necesito.-le dijo la mujer elfa, mirándolo fijamente.
Ichinén se removió incómodo, trató de esquivar esos ojos. Sabía que no podía responder a esos sentimientos.
-Sé que la persona que amas se encuentra en tu reino natal, en este momento.-
-No, no es tan así…-intentó explicar Ichinén, la cuestión con Victoria era imposible, ella ya estaba comprometida.
La explicación quedó sin continuación, un estruendo los interrumpió. Como si algo pesado se hubiera estrellado contra el suelo. El guerrero y sus compañeros se levantaron de súbito.
En la penumbra comenzaron a distinguir la inmensa forma de Byakko, que se acercaba como reptando hacia ellos.
-Aun no amanece.-expresó Ichinén.
-No dudes de mi promesa, te devoraré y a todos los demás, solo cuando llegue esa hora. Hasta entonces, este es tan buen lugar para esperar como cualquier otro.-
La titánica criatura se recostó como si fuera un felino, tal como hacía Teban siempre. Byakko clavó sus ojos en Ichinén y no los apartó, quedándose estática en esa posición. El guerrero se sentó y trató de aparentar un comportamiento afable, pero muy bien no le salía. Con disimulo, intento hacer que todos se fueran y quedarse solo con la dragona, para que nadie más sufriera su destino. La criatura lo notó y se irguió ofendida, por el intento de engaño.
-¿Intentando salvar a todos? Muy estúpido y loable, humano. Pero solo es un retraso ante lo inevitable.-
-Dejalos ir y si te quieres desquitar con alguien que sea conmigo.-
-No me sirve del todo eso, podría, pero no es tan satisfactorio. Tengo curiosidad por tu solución. ¿O es que solo era una mentira?-
La salida del sol estaba casi por suceder, Ichinén notaba como la dragona solo esperaba el primer rayo de luz para saltarle encima. Ni siquiera habría esperado partir de su guarida al alba. Pensaba lanzar la bocanada con el más mínimo atisbo solar.
-Te queda poco tiempo, Ichinén.-se sonrió Byakko, con malicia.
-Entonces que se compré dos relojes.-se escuchó decir a una voz sibilante, demasiado similar a la de Byakko.
Lo que todos vieron, con un horror inconmensurable, era como se salía de entre las sombras un dragón igual de grande pero en color azul. Este no era otro que Seiryu, a quien Ichinén había conocido anteriormente en otro mundo. (Véase Ichinén 27-28)
Teban lo había traído del mundo donde se habían conocido. El gato se acercó al guerrero y este se agachó para acariciarle la cabeza.
-Ahora tenés dos dragones, para más dolor.-ronroneó el gato.