La
trampa se había cerrado. No había otra opción pacifica, si es que Ichinén
pensaba alguna. Un número indeterminado de soldados de Mitjaval estaban al caer
sobre la puerta de su cuarto. El mismo que tan amablemente les había cedido el
marqués de Alstroemeria como muestra de hospitalidad. Solo una estratagema para
asesinarlos en plena noche. Quizás no
los había ejecutado en el mismo salón de reuniones porque deseaba constatar que
la línea sucesoria era contaba Malcolm. En la cual, Ichinén tenía más derecho a reclamo que ese dudoso
sujeto.
-Prepárense
para salir como sea.-
La
estrategia desesperada de Ichinén funcionó bastante mejor de lo que se hubiera
esperado. La comitiva ejecutora no esperaba encontrar a sus víctimas de vigilia
y mucho menos detrás de la puerta. Cayeron rápidamente la mitad y el resto se
dedicó a huir, dando la alarma.
-Teban,
llevá a Johan en el primer portal que puedas y no regresen, avisen a nuestros
compañeros afuera.-increpó Ichinén -Vendrán más. Corran!-
El
gato y el músico salieron a toda carrera por un pasillo.
-Nosotros
mantendremos posición aquí para ganarles tiempo.-comentó el guerrero, casi como
si hablara con él mismo.
En
verdad no estaba demasiado seguro de saber que pasos dar luego. El ruido de
metal entrechocándose no le dejo mucho espacio para meditar. Más soldados,
muchos más, se acercaban por el corredor. Al verlos girar en un recodo a
cincuenta metros, todos se prepararon para luchar. Elintari les lanzó unas
pocas flechas hasta que los tuvieron demasiado cerca. Las espadas se cruzaron y
una cabeza rodó dejando una estela escarlata. Otra mano tocó el suelo, lejos de
su brazo original. Una espada se incrustó en una pared para quedarse ahí, ya
que su poseedor no respiraba más. Uno de los asturien cayó sobre su estómago
herido en el vientre. Los enemigos eran muchos y ahora quedaba uno menos de su
bando. El otro hombre de astur arrastró a su compañero a un costado.
-Váyanse!-gruño
entre los estertores de sangre y solo eso dijo.
Malcolm
tomó el hombro del sobreviviente y lo instó a seguir.
-Fuegos
del infierno, acudan contra mis enemigos.-gritó el encapuchado, mientras
agitaba las manos en el aire.
De
su mano voló una pequeña botella y se fue a incrustar casi a los pies de la
soldadesca que venía en su persecución.
-¿Qué
fue eso?-inquirió Ichinén mientras retrocedían por otro pasillo que daba una
escalera.
-Una
bomba de humo, nunca salgo sin ella, no falta ocasión que es útil.-respondió
Malcolm, acomodándose el manto marrón.
Al
bajar por la escalera, dieron a una múltiple intersección, de uno de los
corredores, una puerta se encontraba entreabierta. Ichinén vislumbró un rostro
espiando por el vano de la puerta. Se fue directo y entraron al cuarto. En el
interior había una joven mujer, de cabellos castaños ensortijados. Además de
tener un susto de muerte, mostraba un ojo morado, el labio partido y algunos
cortes en el brazo.
-¿Quiénes
son ustedes? ¿Qué hacen aquí?-
Ichinén
no respondió, primero se aseguró de permanecer oculto y sin descubrir, al menos
por unos segundos para determinar que curso seguir. Fue Malcolm quien le
respondió a la joven de rulos.
-No
se asuste señorita, estamos solo de paso. En cuanto podemos deshacernos de los
soldados del marqués, nos iremos y la dejaremos tranquila.-
-¿Qué
hicieron para molestar al marqués?-repreguntó la mujer.
-Nacer,
aparentemente. En una mejor posición en las familias del continente. ¿Y usted
es?-replicó Ichinén.
-Otro
obstáculo en la sucesión.-acotó ella quedamente.-Mi nombre es Eva, soy la
esposa del marqués.-
-¿Y quién
la golpeó en esa forma?-intervino Malcolm que a diferencia de sus compañeros, no
se contuvo en su curiosidad.
-El
marqués no toma muy bien que lo contradigan.-
Ichinén
la miró fijamente, Malcolm sintió un extraño escalofrío en todo su cuerpo. Pero
fue Elintari quien reaccionó.
-Eso
solo me demuestra lo poco hombre y lo cobarde que es. ¿Qué tan grave
contradicción no pudo soportar? ¿La comida estaba fría? ¿No lo dejaste ganar a
algún juego de azar?-
La
joven Eva meneó la cabeza.
-No,
eso no. No quería que yo me fuera a dormir a otro cuarto. Desea siempre que
esté a la noche en su cama, para estar juntos y que a la mañana siguiente esté
ahí para repetirlo. Pero entremedio no puedo dormir, ya que ronca mucho.-
-¿Qué
tanto?-inquirió Ichinén.
-Como
un oso hibernando, pero multiplicado por tres grandes osos.-
-¿A qué
viene eso, Ichinén?-quiso saber la elfa.
El
guerrero se giró y le sonrió de costado.
-Vamos
a alterarle un poco el sueño al marqués.-
Malcolm
interrogó a Eva sobre como llegar con el marqués. La joven esposa no deseaba
meterse en problemas pero viendo que quizás era su oportunidad de escapar del
maltrato del marqués, accedió.
-Deben
llevarme con ustedes una vez que escapen, el marqués me matará cuando sepa que
los ayudé.-
Ichinén
asintió y siguió a la guía con su grupo. El pasadizo secreto, era un viejo
truco de los nobles para poder huir en caso de peligro, visitar amantes o
realizar tratos a escondidas del resto del reino. Todas actividades poco
santas, aquello casi le podría haber resultado divertido al guerrero, si otras
fueran las circunstancias.
-Este
pasaje conduce a la cámara del rey, que es la que utiliza el marqués para
dormir.-
-Ya
se está probando las ropas de soberano.-ironizó Malcolm.
El
guerrero estuvo a punto de replicar pero Eva les indicó guardar silencio, ya
estaban allí. Ichinén se lanzó primero en el interior del cuarto. No fue difícil
ubicar al marqués en la penumbra del cuarto, solo necesitó seguir los
espantosos ronquidos. Parecía que estaba por soltar los pulmones tomando en
cuenta el ominoso ruido que realizaba con el pecho. Al guerrero le resultó un
poco molesto que aquel desgraciado durmiera como un bendito, mientras a ellos
los aniquilaban en medio de sus sueños.
-¿Eh?
¿Quién me c…?-balbuceó el durmiente al sentir el frío de una hoja en su cuello.
-Arriba.
Hora de despertar.-ordenó Ichinén.
-¿Qué
significa este atropello?-
-Corte con el papel de víctima, marqués.-le increpó Ichinén, agarrándole del cuello de la
ropa.-Estamos bastante más preocupados por un gran mal que se acerca al reino.
Un demonio que planea destruirnos a todos, sin más razón que hacer que dejemos
de existir. No tengo ni tiempo ni ganas para sus rencillas políticas o
sucesorias.-
El barbudo
hombre puso cara de circunstancia como fingiendo poner atención, pero Ichinén
no había nacido ayer como creerse tan pésima actuación. Lo sacudió como si
fuera un muñeco, casi a punto de enloquecer.
-¿Pero
que no lo entiende? Nos vienen a destruir a todos. Demonios mucho más poderosos
que los del Gran Caos y usted viendo quien es el rey de la desolación. ¿Es
acaso idiota?-
-Ichinén.-le
dijo Malcolm posando una mano en el brazo del guerrero.-El que nace pequeño de
mente, un charco le parece un pantano.-
Ese
proverbio o refrán, provenía de las regiones del norte, en las tierras de Gaia.
Querría significar que no hay peor ciego que el que no quiere ver. O lo que en
realidad logró Malcolm, que Ichinén no gastara más saliva en hablar con un
necio como ese.
-Debemos
salir de aquí.-expresó Reuel, el asturien, mirando a Eva.
Elintari
también se acercó a la otra mujer y esta se sintió intimidada.
-Hay
una serie de túneles que llevan al exterior, sur o norte, ustedes eligen.-
-Sur,
donde está la puerta donde se encuentran nuestros compañeros.-determinó Ichinén,
tomando al marqués por el cuello.-Caminá, inútil. Te venís con nosotros.-
El
marqués quiso protestar pero tanto acerado desenvainado lo convenció de las
ventajas del silencio.
La puerta
del cuarto ya estaba atronando por los golpes de un soldado. No esperaron
respuesta del marqués y entraron. Una corta lucha y se parapetaron en el pasaje
secreto. Trabando por dentro, provisoriamente.
-Eso
no va a aguantar mucho, pero algo de tiempo nos dará a correr.-comentó Reuel,
el asturien.
Corrieron
por la oscuridad, apenas iluminada por un artilugio de Malcolm, que los guiaba
para no tropezar al menos. Eva les señaló una bifurcación, luego otra y más
luego una tercera. Temblaba de miedo ante las miradas de amenaza del marqués.
-Te
escapás con este usurpador, que viene a robar lo que es nuestro, zorra.-espetó
el esposo.
-Calladito!
¿Quién te dijo que podías hablar?-lo silenció Ichinén, golpeándole la frente
con la palma de la mano.
-Mátenme.
Mis hombres me vengaran.-
-Bueno.-respondió
Ichinén como si no tuviera ningún problema.-Eso me facilita no tener que cargar
con este fardo que nos retrasa.-
La
expresión de pavor del marqués dejó claro que aquellas palabras suyas habían sido
una bravuconada que no esperaba ver realizadas. Creía que Ichinén era demasiado
honorable como para matar a un prisionero. Por las dudas, no quiso agregar nada
más, por temor a un castigo casi igual de terrible que propuso la elfa,
cortarle la lengua.
Al
salir al exterior, se encontraban cerca de los establos.
-Nos
hice salir por aquí, ya que podemos agarrar algunos caballos para
todos.-explicó Eva.-Es más lejos, pero tendremos mejores chances de escape.-
La
caballeriza tenía unos quince animales. Ichinén tomó diez y soltó al resto.
Solo los suficientes para los presentes y los otros amigos que los esperaban,
Johan y compañía. Sin otros caballos, se les dificultaría la persecución. El
marqués volvió a insultarla cuando estaban soltando al último animal.
-Bueno,
ya es hora de que me ocupe de este incordio. No podemos cargarlo más a la
rastra.-comentó Ichinén, desenvainando a su espada Daimoku.
El
marqués pareció temblar pero intentó aparentar entereza.
-Dese
vuelta.-le ordenó Ichinén.-Me molesta ver el rostro de los que tienen miedo
ante la muerte.-
El
noble de Mitjaval soltó un quejido de miedo, casi como si llorara desconsolado.
Se quedó petrificado, esperando el golpe mortal, cerrando los ojos de miedo. Algo
poco útil, cerrar los ojos ante la muerte, ya que nadie la ve venir. Y para mayor
incoherencia, su ejecutor estaba a su espalda, así que de hecho ya no lo veía.
El
golpe le llegó de forma inesperada, luego de agónicos segundos de espera. Una
patada en las nalgas que lanzó al marqués para adelante. Haciéndolo sonreír por
saber que no iba a morir, en tanto su cuerpo caía al suelo. Sospechaba que
Ichinén era honorable y no lo mataría a sangre fría. Tonto iluso, se dijo,
mientras caía de lleno en el barro. Además de lodo, había algunos regalos equinos
mezclados, todo eso fue a parar a la boca del marqués. Pero bueno, nadie le
dijo que sonriera mientras aterrizaba. En este caso, si fue claramente, otro
que mordió el polvo. Aunque hablando en sentido literal, fue más bien barro y
excremento de caballo lo que degustó.
El
sonido de cascos en la huida, lo hizo mirarlos. Su mirada denota odio y deseos
de venganza por la humillación. Eva no se giró a verlo, pero si el duque de
Menkalinam. Si hubiera podido lanzar rayos por sus corneas, habría fulminado al
guerrero allí mismo. Pero Ichinén, también lo miró fijamente y en ese cruce de
miradas, el mensaje fue claro. Voy a regresar.
El
galope furioso que llevaron, fue algo accidentado, hasta que encontraron al
resto de su comitiva. Ni bien todos montaron, partieron raudamente. Siendo
perseguidos a los lejos por una partida de soldados del marqués, que debía
estar de patrulla, ya que aún tenían caballos.
-¿Adónde
nos dirigimos?-inquirió Malcolm, vociferando por encima del ruido de cascos.
-Por
ahora, lejos de aquí. Luego de perder a nuestras sombras, veremos.-respondió
Ichinén.
-He
tenido algunos contactos en el pasado con la duquesa de Altahea, podemos ir a
Caerleon a pedir asilo.-intervino Eva, también gritando por sobre el ruido de
los caballos al galopar.
-¿La
Dama Blanca?-exclamó Elintari.-¿Eso no sería salir del fuego para caer en las
brasas?-
-No
es precisamente amiga de mi esposo.-replicó la mujer.
Ichinén
se lo pensó un segundo. Un enemigo declarado tras su rastro y un posible
enemigo por delante. Hasta ahora no todos los encuentros con los nobles del
continente habían resultado bien. Si salía como el encuentro en Taranis o
Desertus, todos podían perder la vida. Solo podía esperar que pudiera lograr un
vínculo como el que había resultado de Astur o Galja.
-A
Caerleon.-decidió Ichinén.-Si el marqués no nos escuchó, quizá la Dama Blanca
lo haga.-
Malcolm
lo miró con expresión grave, negando con la cabeza.
-No
estoy tan seguro que tenga ganas de oírte, creo más bien que nos querrá cortar
la cabeza ni bien la mostremos. Esperemos que me equivoque.-acotó el
encapuchado.
Ichinén
esperaba también que su nuevo compañero de viaje estuviera errado. Por su bien,
el de sus restantes compañeros y el futuro de todo el continente. O Rokuten
ganaría y nada más seguiría existiendo en ese mundo.
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