12/20/2020

68-La caída de Ichinén.

 

Hay muchas cosas que no son o no deberían ser posibles de existir. Que el sol salga por el oeste. Que los ríos inviertan su curso y corran hacia arriba. Que el fénix no renazca. Que el invierno no se convierta en primavera. Que Ichinén pierda toda esperanza.
Aun así, estoy último si ha ocurrido. 
Hay un evento que no debería ocurrir, quizás nadie desearía que suceda, pero lo hace debido al carácter antinatural de la guerra. Y es que los padres entierren a sus hijos. 
En la completa destrucción del castillo de Menkalinam, en la Corona de Azaláys, Ichinén llora amargamente ante siete tumbas. Faltaría una más, pero esa hermana fue cremada antes que todos. Sus padres y sus hermanos se encuentran bajo el arcilloso suelo de su tierra natal. El Kaikán, conocido castillo de Menkalinam, el hogar de su infancia; es una pila de ruinas. Los cristales se encuentran todos quebrados, o directamente faltantes. Las enredaderas y las hierbas han tomado toda la base de los cimientos. Casi todas las arcadas están partidas o derrumbadas. Apenas algún que otro techo permanece en su lugar original, el resto se hallan en el suelo. El poblado cercano es una zona fantasmal, nadie vive allí o desea hacerlo. La frente del guerrero toca el suelo con desesperación. Esa visión, ese lugar, lo que ha perdido; solo le causa amargura. Una tristeza infinita que lo hunde en un pantano mental que ninguna palabra de su maestro podría sacarlo. No comprende, no puede, no llega a entender; porque razón Nichirén le indicaba regresar a su hogar. Esa tierra está perdida, ya no hay esperanza. Y ese desespero se le contagia como una peste nociva y virulenta.
Johan lo observa incómodo desde lejos, Elintari se contiene de llorar junto con él. La guerrera elfa ha pasado recientemente por algo similar. Pero con el dolor aún reciente, lo ve incomparable a la destrucción y muerte que se observa en Menkalinam. El duque de Barberis no dice nada, pero siente algo muy similar al resto. Ichinén, postrado de rodillas se siente desfallecer.
-Ichinén, vamos. Debemos seguir al poblado.-Le indica Johan al poner una mano sobre el hombro del guerrero.
El actual duque de Menkalinam, esa tierra destruida, no se inmuta y continua cabizbajo. Nadie nunca lo había visto así. Y la desazón se propaga, como si supieran que luego el sol no saldría la mañana próxima. 
Habían llegado con una comitiva desde Caerleon, usando los portales que Teban y otros gatos les habían abierto. El Kaikán se veía desde lejos y ya representaba el epítome de la desolación. Sobre el costado del camino, Ichinén los guió hasta encontrar las tumbas de su familia.
-Mis seis hermanos muertos, mis padres. Todos se han ido. El reino destruido. Nada quedaba para mí y terminé en el infierno, de donde luché por salir…-comenzó a murmurar Ichinén.
Nadie quiso repetir que debían seguir, no se animaban a perturbar su dolor. 
Se volvió de noche y los ánimos solo decayeron aún más. El atardecer pareció representar como el humor del guerrero se oscurecía aún más. Una figura se acercó y los guardias tanto de Caerleon como de asturien le franquearon el paso.
-Yo conozco a lord Ichinén, me enteré que estaba aquí y me acerqué…-dijo una voz que al guerrero le resultó levemente familiar y que lo despertó poco a poco de su aislamiento.
-No me interesa si sos un primo hermano, nadie pasa sin autorización.-espetó un guardia asturien.
-Dejenlo acercarse.-indicó Ichinén, permitiendo el acceso a su tienda, un hombre solo le parecía poca amenaza.
Al verlo de cerca, el guerrero reconoció a Maverick, su amigo, aquel que había sido de gran ayuda cuando fue encarcelado por ese grupo de fanáticos, en otro mundo. (Véase Leyenda de Ichinén 25-26) 
-¿Maverick? ¿Cómo llegaste a este mundo?-
-Supongo que usamos el mismo sistema felino.-respondió el amigo.
Ichinén sonrió por primera vez desde que había pisado su tierra natal, aquel rostro conocido lo sacaba lentamente de su letargo.
La reunión que tuvieron, fue presenciada por Elintari, Johan, el duque de Barberis y el jefe asturien que quedaba. Maverick informó de la situación actual. Siguiendo el consejo del maestro Nichirén, él había llegado antes hasta Menkalinam, sabiendo que era el hogar del duque Ichinén. Se mantuvo al tanto de lo que ocurría en las vecinas tierras de la capital de Azaláys y el vecino ducado de Nascira. 
-El duque actual de esta tierra está en camino a la capital para enfrentarse en batalla contra la desertora condesa de Mirzam.-
Al recordar esa tierra, supo que Victoria estaría en peligro, había ido hasta ese condado para encontrarse más tarde con él. (Véase Leyenda de Ichinén 53)
-¿Sabés algo de Victoria?-inquirió el duque.
Maverick meneó la cabeza casi con vergüenza.
-Nada, ni una palabra, como si se la hubiera tragado la tierra. Y créeme, estuve en Mirzam incluso, pero nadie recuerda a una forastera llegando o simplemente apareciendo.-
-Algo extraño ocurre aquí, Victoria no es precisamente alguien que no se haga notar.-replicó Ichinén.
-La cuestión que el reino está al borde de una guerra civil.-continuó Maverick con clara consternación.
-O lo que queda de él.-acotó Ichinén sombríamente.
El pesimismo pareció invadirlos a todos. El duque de Menkalinam se incorporó y salió de la tienda para dirigirse al jefe de la guardia, el líder asturien.
-Partimos al amanecer a la capital, que todos estén listos para esa hora.-
El hombre hizo una venia y le indicó que estaba informado.
-Hay muchos refugiados en el pueblo que está en el camino a la capital…-comentó Maverick, no sin cierta duda sobre que decir luego.
-Los llevamos con nosotros. No sé quien maneja el reino o si el trono está vacante, pero debemos indicar a quien lleve la corona que debe hacer algo por su pueblo. Ya veremos como resolver el problema en paz o luchar por la justa causa. Pero para eso debemos salir raudos a Mira, la capital.-
Como si su intención fuera dar el ejemplo, el guerrero se puso a ordenar sus bártulos y estaba listo a partir, aun antes del amanecer. Solo un par de horas de sueño para poder emprender la marcha, el nerviosismo no le permitió más.
El alba no le trajo más tranquilidad, ya que Johan hizo un comentario desafortunado.
-Milord Ichinén, encontré un relato local que podría servir para una crónica de todas sus aventuras.-
El músico se empeña en escribir odas o loas al guerrero Ichinén, aun a disgusto del propio protagonista de esa epopeya. Y sin esperar una acotación del duque se largó a recitar.
-“El séptimo hijo de un séptimo hijo, con tres coronas delante suyo.
Amado por cuatro reinas, odiado por dos reyes…”-El recitado de Johan fue interrumpido por un gruñido de Ichinén.
-Basta de repetir idioteces. Esas locuras solo llevaron a mi padre a tomar las peores decisiones, creyendo que me esperaba alguna clase de destino glorioso que nunca llegó, como verás. Son solo los balbuceos de una vieja loca que vio un niño de noble cuna nacer y se le ocurrió embaucar a los padres con historias de futuros que nunca llegarían.-
Johan enmudeció ante el exabrupto del guerrero. No supo que estaba ocurriendo, solo vio la espalda del duque alejarse con evidente disgusto. Maverick se acercó y le disipó todos los cuestionamientos.
-He estado el tiempo suficiente para conocer la historia casi completa. El padre de Ichinén recibió la visita de una anciana, bruja o sacerdotisa, algo por el estilo. Apenas el joven Angwesen, Ichinén, había nacido. En la profecía decía que su nombre sería ese, aunque usando otros términos. En los otros puntos de la profecía, el padre de Ichinén se basó para toda sus acciones y podés ver como terminó el ducado y el continente entero. Todos aquí saben que Ichinén odia esa profecía, no solo por lo que representa sino por lo que trajo consigo.-
Johan no supo que acotar y se sintió muy descolocado. Pero así como Ichinén, deseo con todos sus huesos, dejar esa tierra destruida detrás.

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