1/31/2024

76-Una deuda de gratitud

Luego de ese encuentro tan extraño, el guerrero siguió su búsqueda personal por el infierno. Encontrar a sus padres era algo fundamental, pero sin un parámetro para localizarlos, aquello se tornaría particularmente difícil. El aire viciado y contaminado de ese lugar ya lo iba afectando, el frío se hacía más cruento por momentos. Ichinén creía que aquello sería el fin de su existencia, aunque le parecía una culminación un poco ilógica, tomando en cuenta las molestias que el Rey Demonio se había tomado solamente para hacerlo ir hasta allí. Casi como si fuera una respuesta a este pensamiento, el citado ser, hizo acto de presencia en algún punto del camino. 
-Ya que no vas a encontrarlos sin ayuda, vine a prestar mi asistencia.-le expuso Rokuten, sin siquiera saludar.
La primera reacción del duque de Menkalinam fue ponerse en alerta, ante la expresión afable del Rey Demonio se aflojó. 
-Si hubiera querido hacerte daño, ya estarías aplastado como un insecto. Que es lo que eres. He venido a ayudarte, -
Ichinén torció un gesto como dudando de esa aseveración tan poco confiable de ayuda no solicitada.
-Me pregunto cuanto me va a costar.-ironizó ante el demonio.
-No, mi intención de desafío fue solo lograr que encontraras a tus progenitores. No soy tu enemigo.-
Ichinén hubiera saltado encima del demonio recordando la muerte sin sentido de su amada, Innocenza. Así se lo expresó el guerrero, pero el demonio permaneció en esa actitud afable como si no tuviera rencillas con la humanidad o solo deseara el bien del ser humano que tenía delante.
-Sabrás que atacarme en mi propio lugar de dominio es una insensatez, como sabrás que podría incinerarte donde estás. Pero eso no tiene gracia. Voy a lograr que sufras, cuando veas a tus padres. Tenés un grave problema mental, Ichinén. Crees que esa tierra que te han prometido existe. Y puedo asegurarte que no es así. No hay esperanza para ustedes, los humanos nacieron para ser esclavos. Mis esclavos.-
-Ya veremos que existe y que no.-
-Tu libertad sí que no existe. Y cuando descubras eso, estarás más tranquilo.-
-Prefiero la intranquilidad de la libertad.-replicó Ichinén, siguiendo su andar, como ignorando al demonio.
Vio pocas almas rondando, nada de círculos o estructuras similares, solo un páramo desierto y helado. El infierno del sufrimiento incesante. Solitario, frío y doloroso. Hubiera deseado con todo su ser, una fogata donde templarse un poco. Rokuten siguió incordiando al guerrero con sus comentarios y acotaciones. Ichinén intentó ignorarlo, no lográndolo por completo. Su objetivo era más importante que lo dicho por el demonio.
-Más adelante de esa loma pequeña se encuentra una hondonada donde podrás encontrar a tus padres. Aunque puede que no te gusta lo que halles en ese lugar.-expresó el Rey Demonio del sexto cielo, señalando con su dedo puntiagudo.
Aunque desconfió en un primer momento, el camino lo llevó en esa dirección y efectivamente, encontró la hondonada. Allí, estaban atrapados por ilusiones, los progenitores de Ichinén. El duque y la duquesa anterior de Menkalinam, permanecían allí, enredados en la fantasía y el dolor de las falacias del infierno. 
Ichinén se lanzó a la hondonada y tres sombras con forma monstruosa quisieron detenerlo o salirle al paso. Sin dudarlo, enarboló a su espada Daimoku y los disipó como si fueran humo.
Rokuten a todo esto, parecía disfrutar con el espectáculo. Comía un fruto de un árbol seco cercano, que parecía en mal estado, pero era devorado como si fuera un manjar.
El guerrero arrebató la esencia vital de sus padres de ese pozo de sufrimiento y se los llevó uno de cada brazo.
-Ichinén, Ichinén, por aquí.-escuchó maullar el guerrero.
Y así fue como poco más lejos, vio un portal en medio del desértico paisaje, como si no perteneciera a ese lugar. Del otro lado del portal, podía ver a Teban acompañado por otros de sus compañeros. Malcom, Victoria, Johan; otros tantos más.
-Convoqué ese portal para que puedas regresar a tu hogar y en el proceso liberar a tus padres.-le explicó Rokuten, lo que hizo desconfiar aún más a Ichinén.
-No cruces por aquí.-lo instó su compañero felino.-Algo raro y maligno hay en ese portal.-
El Rey Demonio del sexto cielo soltó una retahíla de sonoras carcajadas, confirmando lo que el guerrero temía. Había una trampa en todo eso.
-Voy a llevarme a mis padres, no vas a impedírmelo.-
Eso hizo reír aún más a Rokuten.
-Nunca fue mi intención detenerte de hacerlo, solo deseaba que vinieras aquí. Ese portal si tiene algo especial, deja una marca kármica en tu esencia. Tus padres serán liberados al atravesar al mundo material, ya que no tienen forma corpórea en ese mundo. Pero eso hará que tu esencia quede marcado para volver al portal. Cuando mueras, tu esencia regresará por él. Vendrás al infierno, a mis dominios, para ser mi diversión eternamente. Y tengo muchas divertidas torturas preparadas para practicar en ti. O también puede dejar a tus padres y volver sin nada a tu mundo.-
Ichinén bajó el rostro, estaba en la trampa que Rokuten le había cerrado en poco más de dos movimientos, sin que casi la viera venir. 
-Siempre voy a estar por encima de tu nivel, Ichinén.-
La expresión de Victoria era de profundo pesar. Teban en su clásico gesto gatuno, también parecía apesadumbrado. Todos le hacían señas al guerrero que no cruzara.
-No hay otro portal, puedo decírtelo con seguridad.-aseveró el gato.
El guerrero miró a sus padres, pero los espíritus no estaban en el plano de la conciencia, por lo que no podía responder. La duda que planteaba Rokuten era simple, dejar a sus padres y salvar su espíritu. O llevarlos a un mejor plano y condenar su esencia vital a retornar al infierno cuando sea que termine su existencia. Para Ichinén, no había duda alguna. Ya estaba decidido de antemano, no le temblaba el pulso en eso.
-Ya me preocuparé cuando muera, por ahora, ese puente no lo tengo que cruzar.-y al decir esto, dio un paso al frente.
Al atravesar el portal todos exclamaron alarmados, queriendo evitar que hiciera aquello. Pero el guerrero ya había determinado su objetivo. El Rey Demonio se largó a reír nuevamente, sabiendo que había triunfado. El alma de Ichinén le pertenecería, llegado el momento.