2/07/2018

53-Ideando la fuga.

Extraído de las memorias de Johan S. fecha de edición de 2112, calendario de Kosen Rufu.

“El día que más cerca estuve de la muerte, conocí al hombre más valiente que haya pisado el continente de Mitjaval. El reino central que da también nombre al continente, este reino era regido por tres linajes que aportaban miembros a la casa gobernante, esta sería como una cuarta casa, que más bien era una mixtura formada por las otras tres. Tres colores o tonalidades distinguían a cada una. Los rojos, o en tonalidades del naranja al escarlata, eran los de Mitjaval propiamente dicho, algunos más vivían del otro lado de la frontera en Taranis. A esta casa pertenecía Artus, cuando pasó a vestir el púrpura del gobierno, este fue el último rey que presenció el gran Caos. Sigue la casa de los verdes, o en sus tonos variando de claroscuro, provenientes de los pueblos del este, en el reino de Astur y Gaia, en muchos casos conocidos. Y por último, pero no menos importantes, los azules; con variantes entre el celeste y el más profundo azul marino, estos pertenecían a la Corona de Azaláys. A esta última pertenecía Ichinén, quien llegó a Taranis, proveniente de mundos lejanos, el mismo día que como dije antes, estuve a punto de morir. 
Los colores eran usados en las ropas de los miembros de esa casa, pero también en los uniformes, en la arquitectura, en detalles de los barcos y en partes de ciertas obras de arte. Esto no quiere decir que en Mitjaval solo había miembros de la casa de rojo o que en Azaláys habían nada más que azules. Mayormente, existían miembros de esa casa, pero siempre habían varias uniones que con el tiempo hicieron que cada grupo no fuera del todo homogéneo. Digamos que dentro de cada reino podían coexistir de cualquier linaje, pero a quien regía cada tierra, era solo a los de esa familia.
Ichinén tenía fuertes lazos con la dinastía de Mitjaval y eso desencadenó los hechos posteriores a su llegada. En Taranis, había muchos miembros de la casa de Artus, incluso más de un primo suyo murió durante el Caos, peleando en el ejército tarano. Quizás por esta antigua costumbre, en ese reino se usaba el rojo y negro, pero esencialmente se podría decir que ellos eran la casa negra, la quinta. El resto del continente lo completaban, los elfos que habitaban en la península entre Taranis y Azaláys, al sur de Mitjaval. Al noroeste del centro, en las Tierras del Meridional, pueblos vikingos sin mucha organización hasta la llegada del gran líder que se unió a Ichinén. Bien al norte, casi llegando al polo, la tierra de Gaia, fraccionada en dos por una guerra civil, luego del Gran Caos. Al sur de Taranis, se encontraba el califato de Desertus, árabes adoradores de un único Dios, regidos por un pedante que costó más vidas a su pueblo que todos los demonios de Tenyi Ma. Cruzando el mar por sus costas, provino el gran mal, la oscuridad fundamental que comenzó a tomar cada lugar y corazón que tocaba. Los primeros en sufrir fueron los de Desertus, luego siguió Taranis y Astur. Islas como el archipiélago de Moss y la isla del Oráculo no tuvieron resistencia. Pero aunque las tierras estuvieran habitadas fue escasa la resistencia ante la oscuridad que invadía el alma y debilitaba los cuerpos.
El derrotero siniestro me llevó por errores de juventud a terminar en las manos de los taranos, en particular de cierta mujer más oscura aun. En Taranis, otra familia que ocasionalmente había aportado miembros a la casa gobernante y compartían muchos lazos con los de Mitjaval. Lady Engel fue un referente para los taranos y en ese entonces, era la mano derecha de Ranzig el terrible. Aquel que había levantado a su pueblo contra los demonios que los esclavizaron. En otros reinos, la destrucción del Gran Caos había pasado y seguido su camino. En lugares como Azaláys o Taranis, algunas criaturas habían hecho de esos sitios, su cubil. 
Estaban por ejecutarme sumariamente, pero mis dotes musicales me valieron una prorroga en la sentencia. Para ese momento, entró en escena Ichinén, acompañado de la reina Victoria. Era un gran candidato a reemplazarme en el espectáculo de perder la cabeza, pero una providencial aparición de la hija favorita del dictador Ranzig, lo evitó con una propuesta de matrimonio. Si me hubieran contado como se desarrollaron los hechos ocurridos en ese salón, no lo hubiera creído por lo inverosímil de la situación. Pero yo estuve presente, lo vi con mis propios ojos. Es verdad que todo lo que se relacionaba a la princesa Sybilla era algo rozando lo inconcebible.
Con Ichinén compartimos habitación por varios días, o debo decir, prisión domiciliaria. El cuarto era bastante lujoso, pero no podíamos dejarlo o nos las veríamos con guardias armados con ballestas y lanzas. Al guerrero le preocupaba en particular que había sido de la reina Victoria, en ese entonces, solo Victoria. Temía que lady Engel se ensañara con ella o algo así. Una semana después, recibimos su visita. Parecía ser libre de rondar por el castillo, aunque vigilada.
-Tengo un plan y un poco de ayuda local.-nos dijo Victoria en secreto, aduciendo a la asistencia de la princesa de Taranis.
Una noche sin luna, la siguiente en el calendario, escapamos. Los sastres que Ranzig había mandado para vestirnos, fueron nuestros suplentes en la prisión. Mientras medían a Ichinén, para el uniforme de bodas, redujimos a los guardias. Muchos batallones nos acorralaron por los pasillos. Pero el don de Sybilla los desorientó, enviándolos por los corredores que no eran. Dos batallones chocaron de frente, confundidos por los poderes de la princesa. El barco nos esperaba en el puerto, con Victoria a bordo y los dos gatos, Dulce y Teban. Sybilla también estuvo allí para recibirnos, pero no vino con nosotros.
-Creo que tendremos que posponer la boda, princesa.-comentó Ichinén, con cierta ironía.
Sybilla lo miró y acarició el rostro como se le hace a un niño.
-Ah, Ichinén. Creíste que era posible que el matrimonio fuera una opción. Hay un anillo en nuestro destino común, pero no es ese.-
El guerrero quedó más desconcertado que un vikingo en un banquete gourmet con muchos cubiertos. La princesa de cabellos escarlata parecía muy poco o nada preocupada por la ira de su terrible padre, por lo que partimos con dirección sur, al archipiélago de Moss. No llegamos tan cerca de tierra, ya que varios barcos cargados con criaturas horrorosas se acercaron. Tuvimos que librar una breve escaramuza con unos orcos esclavistas, pero luego se frenó debido a la derrota inminente que estaban sufriendo a manos de Ichinén y Victoria. Yo hubiera ayudado, pero estaba más ocupado manteniendo el barco a flote. Las noticias que dieron, confirmaron la historia que intenté relatar a los taranos. En la isla Kerkyra, criaturas horrorosas construían ominosas estructuras y abominables maquinas que parecían barcos. En el horizonte, detrás de esas islas, parecía encaminarse una tormenta, aunque otros signos del ambiente descartaban esa posibilidad.
-Es la Oscuridad Fundamental.-sentenció Ichinén.
Me relató la primera vez que la había visto, como ya se vio en un capitulo anterior, titulado exactamente así. La Oscuridad Fundamental se cernía sobre el continente y avanzaba despacio pero inexorablemente. Esa noche, tuvimos un largo debate sobre las acciones a seguir. Ichinén quería avisar a las tierras más cercanas, le recordé la poca atención que habían prestado los taranos ante mi advertencia, pero él insistió en seguir ese curso de acción. Pese a que parecía una decisión difícil en ese momento, nos dividimos. Victoria y ambos felinos irían a la Corona de Azaláys donde nos encontraríamos en Mirzam, al sur del reino. Mientras que Ichinén y yo viajáramos en transporte orco hasta el califato de Desertus. Esto no me hizo feliz para nada, pero preferí no argumentar con Ichinén. Temí por mi cabeza, pero como íbamos directo a la capital y no a la ciudad donde mi cabeza tenía precio y una doncella me esperaba candorosa, casi igual que sus parientes, pero con otras intenciones. El barco orco nos contactó con unos comerciantes de Desertus, quienes nos llevaron al puerto más cercano del califato. La idea era llegar a la capital de Ancira donde encontraríamos al regente Al Mansour. Caminamos con Ichinén por las calles de Ancira, encaminándonos al palacio del califa. El guerrero hizo uso a desgano de su título, para que nos dieran audiencia con el líder árabe, mientras que severos guardias vigilaban cada uno de nuestros gestos.
-Esperemos que el emir Al Mansour, esté más dispuesto a escuchar que lady Engel. 
Yo asentí en ese momento y me encomendé a todos los dioses existentes o por inventarse. Entramos al salón de audiencias, muy lujoso, donde el emir nos recibiría. Ese fue el primer signo de muchas cosas por venir, aunque nadie podía esperar o prever todo lo que vino después, ni siquiera Sybilla. Aunque ella siempre supo, y lo dejó caer en sus crípticos comentarios, que Ichinén se quedaría atrás. Es el mayor dolor actual de nuestra reina Victoria, soberana de Kosen Rufu. Ichinén no atravesó el portal con nosotros, a casa.

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