11/30/2016

39-Mi corazón arde.

La reina solicitó que todos los de su consejo privado se reunieran en el salón. La convocatoria fue una mera cuestión de rutina, pero a Ichinén le parecía muy agradable todo aquello. Tres meses después de haber llegado a ese mundo y luchado con el monstruo que lo había dejado varado, era parte del consejo de la reina Innocenza. Valdemar le clavaba la vista como si lo quisiera analizar o traspasar, nunca estaba seguro. Lo que si estaba constatado era la animosidad que el físico de la reina le tenía al guerrero. Al salir del salón, lo atajó en la salida.
-Ichinén, camina conmigo.-le dijo, para invitarlo a pasear por el exterior del castillo.
El jardín de ligustrinas fue el marco de ese intercambio de palabras.
-Espero que sepas bien de que estás hablando cuando aconsejas a la reina.-
-Se muy bien de lo que hablo, mi padre…-
-Si, ya te oí la historia de tu padre el duque de no sé donde, en el reino de no me acuerdo cuanto y en un mundo que jamás veremos.-
-Estoy seguro que no lo verás, fue destruido. Hoy debe ser un páramo desolado, formando parte del estado de Infierno.-
-Eso no es muy tranquilizador como verás, si no pudiste evitar la destrucción de tu mundo, temo por el futuro del nuestro.-
-No soy yo quien trajo a Rokuten, él ya era un enemigo de tu reino, de tu mundo en su totalidad.-
Valdemar no hizo más que un gesto de desdén, pero se abstuvo de replicar. La mirada se le perdió en el horizonte.
-La reina no se contiene de hablar maravillas de ti. De lo mucho que sabes, de lo valiente que eres, de lo educado. Todo parece demasiado agradable.-
-¿Eso te vuelve desconfiado de mi? Puedo asegurarte…-
-Mi opinión sobre ti, no es lo que me interesa discutir. Pero en estos meses que has estado con nosotros. La reina te ve como una buena y nueva adición a sus allegados. Creo que un poco demasiado. Tal vez solo sea una fascinación momentánea o quizás algo más. No lo puedo asegurar aun.-
-Intento ayudar, hasta que encuentre la forma de volver con mis amigos y poder…-
-Eso no me resulta muy cierto, no has hecho ningún intento de regresar o buscar la forma de hacerlo. Puede que te mientas a ti mismo, pero conmigo no lo hagas, Ichinén.-
-No estoy mintiendo…-
-Si, claramente, puedo verlo.-ironizó el hombre, para luego cambiar bruscamente el tono.-Quiero que vayas con cuidado, la reina es muy ingenua en muchos aspectos aunque su educación la instruyó en no ser ilusa. Ella puede creer que eres un hombre maravilloso, pero yo no te veo de esa forma.-
-¿Cómo me ves, Valdemar?-
-Cuando te veo, vislumbro problemas. Y si tu siguiente pregunta es, si hay algo que puedas hacer para que cambie de parecer, la respuesta es nada. Solo ten cuidado con lo que haces, voy a estar echándote dos ojos, como ventosa de pulpo.-
Ichinén no supo que responder ante el comentario del hombre y esa inmovilidad momentánea fue aprovechada por el otro para hacer su salida por el costado del jardín.
Días después, Ichinén seguía sintiendo los ojos de Valdemar clavados en la nuca. La reina por otra parte se deshacía en elogios. Tanto que en un descanso con sus damas de compañía, las hizo salir para hablar en privado con él. Esto puso algo incómodo al guerrero, que ya sentía claramente cual era la cierta fascinación que el científico había referido.
-Cuentame, Ichinén, cuéntame nuevamente sobre tu mundo.-
-Bien, más de lo que dije, no queda mucho para decir. La región en que me crié era una zona de bosques, que en algún punto se vuelven bastantes salvajes y selváticos. En algunas zonas, no se ha explorado del todo y cualquier criatura podría existir sin que mi padre o nadie de la corte lo supiera.-
-¿Te resulta doloroso hablar de ello? Debido a lo que me dijiste sobre su destino. ¿No es así?-
-Un poco.-
-Entonces, cambiemos el tema.-
La sonrisa de Innocenza le quitaba esa telaraña emocional que se cernía sobre su alma cada vez que recordaba el pasado, el hogar perdido. Estos ojos tampoco lo dejaban de observar en todo momento, pero con otro sentir. Eran los que a Ichinén le hacían tambalear el espíritu. Innocenza lo miraba y él sentía que cada vez estaba más lejos Kosen Rufu. Le parecía que mientras más tiempo pasara bajo esa mirada, menos intenciones tendría de irse cuando encontrara a sus amigos. O ellos lo encontraran a él. No podía decir que no le gustaban las atenciones que la reina tenía para con él, ni tampoco podía negar que le parecía muy agradable su vivacidad y su firmeza. Era una persona con ternura y carácter estricto, matizándolo de una forma tan acorde, como nadie que él hubiera conocido. Ichinén no era inmune a esa influencia, pero esto le generaba sentimientos encontrados. Se parecía mucho a Victoria, pero a la vez no. Por lo menos, no es su personalidad. Aunque detrás de esas diferencias, hubiera un mismo denominador común, eran dos personas bien diferentes. Precisamente que él pensaba en su compañera de viaje, Innocenza pareció leerle la mente y le pidió que hablara sobre ella.
-Cuentame entonces sobre mi otra versión, con la que viajabas, Victoria. ¿Es igual a mí? ¿Es atractiva?-
-Si, lo es. Bueno, creo que según los gustos de mi mundo, lo es.-
-¿Te atrae como mujer?-
Esto dejó un poco desconcertado y muy incómodo al guerrero. Solo pudo balbucear, dudar y mostrarse como si fuera mudo. La reina se largó a reír, como si él hubiera relatado una broma.
-No, digo, no es que no la vea como una atractiva mujer, que lo es. Pero ella no es mi pareja ni intento que lo sea.-
-Una vez me dijiste que era un poco incordiante. ¿Yo te parezco incordiante como ella?-
-No, mi reina.-
-¿Y atractiva?-
-No, mi reina.-
-¿No te parezco atractiva?-
El nerviosismo verbal de Ichinén alcanzó nuevos niveles, estaba caminando por un terreno que cambiaba de lugar como si hubiera gusanos bajo esas arenas movedizas sobre las que andaba. Esto parecía divertir más aun a la mujer.
-No, quiero decir, que no me parece que mi reina sea más atractiva que ella. Digo, Victoria no es tan atractiva…-
Se frenó, sintiéndose un inútil para expresarse. La reina levantó la mano para indicar que no requería de mayores explicaciones.
-Estoy yendo hoy a escalar el monte de plata, uno de los más hermosos parajes que tenemos aquí. Es un buen paseo, que cada tanto me gusta hacerlo.-
-¿Hasta qué altitud, mi reina?-
-Tan alto como pueda.-
-Puede que las nieves de altura le impidan el paso, quizás si lo hace más avanzado la estación calurosa, entonces pueda…-
-No, no quiero esperar. Partiré mañana por la mañana, dejó todo lo que es decisiones de Estado en manos de Valdemar y otros consejeros. Es mi retiro anual en solitario. Hay cosas que una reina precisa meditar, cada cierto tiempo.-
-¿Lo planea hacer sola?-
Esto pareció sorprender a la reina, desacostumbrada a que alguien se asombrara de sus acciones o planteara cuestiones al respecto.
-Así es, Ichinén. ¿No te parece correcto?-
-Debo ser honesto y decir que no, la reina paseando sola sin protección, no es muy tranquilizador para mí.-
-Por suerte, esa decisión solo recae en mí. Mis acciones son puramente cuestión personal, sin que nadie pueda interferir. Pero igualmente, te agradezco la preocupación, Ichinén.-
La reina le hizo una seña de que podía retirarse y el guerrero tardó un segundo más de lo que el protocolo indicaba en hacerlo. La falta de costumbre ante la forma de hacer las cosas en ese mundo, era algo que irritaba sobremanera a Valdemar sobre él. Pero la reina lo toleraba con férrea paciencia, incluso le resultaba agradable.
La mañana siguiente, Innocenza cabalgó hasta la base del monte, siguió todo lo que pudo hasta que debió continuar a pie. Nunca notó que una figura encapuchada la seguía desde lejos. Usando la sombra de un arbusto, Ichinén se mantenía fuera de la vista de la soberana. Estaba tratando de no importunar el retiro que ella requería, pero las palabras de Valdemar habían calado hondo en su ser. La reina corría peligro, eso le había dicho. Rokuten y algunos otros enemigos le deseaban el mal, a ella y a su reino.
Todo el tiempo, pasando el mediodía, siguió caminando. Hasta que se encontró con una parte de roca, donde había algo de nieve desperdigada. Ya no estaba tan lejos la cumbre, aunque ya parecía querer anochecer. Intentó escalar, pero el pantalón que se había puesto no era tan ajustado como hubiera sido lo más indicado. Es por esta razón que en la saliente de una roca, la tela se enganchó y la hizo perder estabilidad. Trató de frenar su caída o rodaría ladera abajo. La caída no la mataría, pero puede que si lo hicieran los numerosos tumbos que daría en el trayecto hacia abajo. Tironeó con sus dedos, pero no logró otra cosa que cortárselos, una roca filosa le produjo una laceración en el brazo izquierdo. La sangre manó profusamente y solo un brazo parecía servirle para sujetarse. Debido al dolor, no estaba muy segura de poder trepar con esa herida, no fácilmente al menos.
-Mi reina, aquí, deme la mano.-
Ichinén le tendía el brazo para sacarla del risco. Estiró el que estaba cortado, doliendo terriblemente. Cuando estuvo a salvo, el agradecimiento dio paso a la ofuscación.
-Has importunado mi retiro privado, Ichinén. Debería castigarte cuando regresemos.-
-Si, lo sé. Es una desobediencia mía, hecha a conciencia para salvar de sí misma a una reina imprudente. Ahora, veamos esa herida. No me gusta para nada.-
-Esto es un ultraje, guerrero. Te ordeno retirarte.-
-Lo haré, luego de ver esa herida.-
La pose de la reina, parecía no querer ceder. Ichinén hizo un gesto impaciente como que ya no estaba como para chiquilinadas.
-Vamos, esa herida puede hacerle perder tanta sangre que no podrías bajar sola.-
-No requiero de tu asistencia…-
-Uff, en esto si se parecen con Victoria, ambas igual de tozudas.-
-¿Cómo osas? Eres un impertinente, Ichinén. Te voy a hacer exiliar de castigo, no tienes ningún derecho…-
-Si así le parece, mi reina. Puede exiliarme y buscaré mi camino al mundo del que provengo, ya me demoré bastante. Incluso Valdemar me lo ha hecho notar. Pero mientras tanto, voy a curar esa herida y luego acataré cualquier penitencia.-
Si Innocenza era tozuda, no tenía claro que Ichinén significaba “Determinación certera”, no por nada. La llevó a un hueco en la roca, que no llegaba a ser calificado como cueva, pero que bien podía servirles de refugio. La curó y le aplicó presión, hasta frenar la hemorragia. Lavó y vendó la cortadura. Innocenza no cambió su expresión de enojo en ningún momento. Ichinén dijo que buscaría para hacer fuego, pero ella lo vio irse y ni le respondió.
Cuando volvió y consiguió encenderlo, la noche ya se les había venido encima. Ella continuaba sin dirigirle la palabra.
-Puedo irme ahora y esperar su retorno en el castillo, para que me castigue a gusto. Pero me parece que con esa herida no podrá seguir sin ayuda. No entiendo esta costumbre de realizar un viaje tan peligroso sin la debida preparación o equipo.-
-Es un viaje espiritual para saber valerse solo o reafírmarlo.-le respondió la reina.-Pero creo que un salvaje como tu, no puede comprenderlo.-
-Veo que esa civilización a la que se encolumna le enseña a ser agradecida, mi reina. Creo que eso será suficiente castigo para mí, ser despreciado por intentar ayudar.-
-Estoy muy enojada, tengo derecho, interferiste con mi acto de autosuficiencia. Y además, tengo frío.-
Ichinén se levantó de donde estaba sentado y le llevó su abrigo.
-No, no lo quiero, tampoco tendrás con que taparte luego.-
-Tengo otra manta, en la bolsa que traje, vine preparado para cualquier cosa. A diferencia de su majestad.-
Innocenza entrecerró los ojos, acusando recibo de la ironía.
-Si no fuera por tus buenas intenciones, te haría azotar, Ichinén.-
-Aun puede hacerlo, aunque francamente deseo que no lo haga. Lamento haber desobedecido, pero creo que hice lo correcto y no tengo arrepentimientos con eso.-
La reina lo miró mientras la tapaba y atizaba el fuego.
-¿Si te ordeno algo ahora, lo acatarías?-
-Si, eso sirve de algo. Por lo menos, para demostrar que estoy a su disposición, majestad.-
-Ven aquí, Ichinén. El frío es doloroso.-
El guerrero se acercó sin saber o meditar que podía requerir de él. Cuando estuvo muy cerca a la reina, se detuvo a comprobar que estaba bien cobijada. Innocenza lo tironeó de la ropa y lo besó. Él no supo que más hacer que no fuera aceptar ese beso, dándose cuenta al momento que le había resultado más que ansiado.
-Necesito de tu calor.-
Abriéndose un poco la ropa lo invitó a besarla, tapados debajo de la manta. Ichinén sintió algo contradictorio en ese momento, el deseo y la advertencia. Pero no saber que podía estar preocupándolo a futuro, solo dejó lugar para el deseo. Se acostó junto a Innocenza, que lo guiaba a yacer a su lado. La besó largamente y el universo comenzó a girar únicamente en torno a esa reina que lo gobernaba. El resto del mundo, cualquier otro mundo, le era totalmente ajeno y distante. 

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