Muchas
personas, se preguntan habitualmente: ¿Cómo hemos llegado a esto? No es una
pregunta existencial en este caso, como ser, de donde proviene la humanidad o
como fue el comienzo de la creación. Ichinén se pregunta en este instante, en
que parte dio mal el giro y todo se vino abajo. Desertus, se responde,
seguramente fue al salir de Desertus. Luego del fiasco que fue la reunión con
el emir Almanzor. Estaban determinados a llegar con Johan al reino de Astur, lo
más rápido que pudieran, para adelantar en el camino a los siervos de Rokuten,
con la idea de evitar la influencia de sus mentiras al soberano de Astur. Tal
como les había ido de mal con la gente del desierto, que creyeron cada una de
las aseveraciones del emisario de los demonios. El guerrero Ichinén está
acostado, boca arriba, en el suelo del salón real de Astur; con la espada
sujeta contra el filo de un arma demoniaca. Sujetando esa otra arma, se
encuentra el bruto infernal que conocieron en Desertus. Este desafío de fuerza,
le está costando mantenerlo ¿Cómo hemos llegado a esto? Esa es toda la
historia.
Ichinén
y su amigo Johan viajaron en caballo hasta el puerto más cercano, el que fuera
más próximo al reino que se dirigían. Astur era un reino de guerreros,
dirigidos por un líder meritorio, que ganó el liderazgo siendo el más fuerte y
hábil de todos. Ichinén recordaba su última visita en esas tierras, siendo niño
y de la mano de su padre. Astur era muy distinto en ese momento, más
tradicional, menos marcial. El rey de entonces, no podía recordar su nombre,
pero seguro que no era el del regente actual, llamado Lord Jahan.
Los
de Astur vestían unos escuetos trajes que no eran precisamente armaduras,
aunque eran de metal. Más bien parecían decorativos o accesorios, poco
protegían. Quizás eran para especificar rangos. Más allá de eso, apenas cubrían
una o dos partes del cuerpo, el resto se mantenía a la vista. Ni bien llegados
él y Johan, habían sido arrestados, apenas nomás de entrar en el palacio.
Aunque difería de lo ominoso de los que vieron en Taranis, la arquitectura tenía
una reminiscencia melancólica de una cultura que había cambiado de rumbo. Sin
saber porque eran arrestados y conducidos al interior, Ichinén y su compañero
no pudieron hacer otra cosa que dejarse llevar, después de todo, no parecían en
peligro. A menos que contara estar rodeado de soldados armados y con actitud de
perro guardián. El guerrero no entendía bien de que iba todo eso. Cuando
entraron al salón del Asstaressi, como se le llamaba actualmente a su regente,
vieron al mismo trío demoniaco que en Desertus. El mismo que había envenenado
al emir en contra de Ichinén y sus advertencias, las cuales cayeron en saco
roto.
-Jahan Ajneressi han
llegado los mentirosos invasores como predije.-comentaba Devadatta, en tanto
Johan soltaba un quejido de protesta o de dolor, no se sabe.
El salón estaba iluminado
por fogones en vasijas enrejadas, podía ser parecer un sitio lúgubre, sino
estuviera tan lleno de esos recipientes. En si, la luz era decente y todo era
claridad, exceptuando los oscuros visitantes y sus intenciones. Casi como el
emir, el asstaressi no articulaba palabra mientras Devadatta se pavoneaba con
sus calumnias.
-Han llegado los
emisarios de tus enemigos, aliados del reino central tiránico. Trayendo
mentiras y engaños, sobre nuestras intenciones.-
Lord Jahan tenía la
mirada dura y la mandíbula recia, todo el porte de un guerrero, incluido su
traje de combate, que nada tenía de ceremonial. Detrás del hombre, se
encontraba una mujer rubia de largo cabello, en parte trenzado, en parte atado.
Ichinén intentaba apegarse a alguna clase de protocolo, pero no sabía que
costumbres tenía esa gente. El reino de Astur había cambiado mucho, no solo su
forma de gobierno. Jahan era algo más que el mejor guerrero y por ello rey, era
la cabeza visible de una clase guerrera gobernante. No era un monarca que
digitaba según únicamente su parecer, el gobernar allí era más complejo que en
otras tierras.
-Muy bien, embajador,
dice la verdad. Han venido y armados también. Ahora quiero escuchar sus
razones…-manifestó el asstaressi, elevando la mano hacia Ichinén.
El guerrero respiró hondo
y se preparó mentalmente en los pocos segundos que tenía para inspirar. No era
un experto en la oratoria y siempre había odiado los encuentros diplomáticos,
pero llegado a este sitio, no le quedaban más opciones que expresarse de la
mejor forma posible.
-Su excelencia,
asstaressi Jahan, mi misión es de paz y vengo aquí con una advertencia.-comenzó
el duque de Menkalinam.
Siguió hablando con
parsimonia y tranquilidad, obviando los gestos burlones realizados por
Devadatta y compañía. Explicó todo su viaje desde Taranis, el relato de Johan,
lo avistado en el viaje, las intenciones de los demonios en la isla Kerkyra…
-Esas son calumnias, noble
Jahan, no poseen ninguna prueba de esto, excepto el testimonio de este dudoso
testigo.-exclamó Devadatta, fingiendo indignación.
-Si fueran por la isla al
sur, podrían verlo…-expresó Ichinén.
-Demasiado trayecto para
una afirmación que no es demasiado confiable.-respondió Jahan con gravedad.
El rumor de asentimiento
entre los demás nobles asturanos presentes, le daba la pauta que otra vez les
habían ganado de mano. No podía entender en que viajaban estos nefastos
personajes. ¿Volando acaso?
Argumentaron un poco rato
más, pero Ichinén se daba cuenta que Jahan, no confiaba en nada de lo que
estaba diciéndole. Y aunque eso no le convenía, no podía culpar al asstaressi,
no tenía razones para confiar en la palabra de un supuesto duque que apenas
conocía de nombre.
-La palabra del
asstaressi es ley, todos la acatamos, el asunto se resolverá para uno u
otro.-expresó en voz alta la mujer detrás de Jahan, mientras daba un paso al
frente.-¿Algo más que decir, duque de Menkalinam?-
Ichinén le dedicó una
leve reverencia y se preparó para su último alegato, sabía que eso era su
última chance.
-Si nuestra chance es
luchar, lo haremos juntos, Si pudiéramos llegar a la paz, lo haría, pero con
las intenciones que tienen lo veo dudoso. Todo lo que sea que han dicho, son
mentiras. Su intención no es hacer alianzas y vivir en paz. Quieren lograr
alianzas para tranquilizar posibles rivales, mientras destruyen a los que se
oponen. Los he visto en acción, escapé de su guarida y estuve en el palacio de
su máximo líder. No se puede confiar en los enviados de Rokuten, son enemigos
de todo ser humano libre.-
La risa de Devadatta
coronó el final del alegado de Ichinén.
-Dices que somos
mentirosos y enemigos, mientras que es él quien viene de la tierra de tus
enemigos. Hasta hace no mucho era invitado de lady Engel en Taranis.-
-No por propia voluntad,
ni con agrado fuimos huéspedes.-
La mujer que acompañaba a
Jahan se acercó a Ichinén, su expresión de desconfianza era más que evidente.
-Hemos guerreado
demasiado con esa gente, para saber que debemos desconfiar de todo aquel que
provenga de allí…-
-Milady…-intentó decir
Ichinén.
-No soy ninguna milady de
Azaláys, Ichinén. Soy la Essivandere Alanna Renkaressi, mano
derecha del asstaressi.-
Ichinén
quiso morderse la lengua, parecía que cada palabra estaba mal pensada o era mal
interpretada, como si nada fuera a conformar a esa gente.
-Essivandere,
mis disculpas. Deje que relate como fui prisionero de este sujeto y sus
acólitos.-
El
relato quedó trunco no más de empezar, ya fue interrumpida por Niko que lo
acusaba de calumniador, el bruto que oficiaba de guardaespaldas demoniaco se
abalanzó adelante, hecho que hizo que Ichinén se plantara en guardia. Solo que
él llevara la mano al pomo de la espada, generó una alarma general entre los
presentes asturanos. El guerrero se arrepintió de moverse en forma automática.
-Lástima
Ichinén, si no estuvieras tan de rodillas, podrías cumplir tu palabra de cortar
la cabeza de uno de nosotros.-se burló Devadatta.
-Si
no fuera que somos todos invitados de lord Jahan, cumpliría mi palabra de
honor.-retrucó el guerrero.
El
asstaressi se irguió repentinamente y vociferó la orden de silencio, tan
escalofriante que incluso Ichinén se sintió algo nervioso.
-Si
lucha es lo que desean, podemos resolver este debate mediante un combate.
¿Existen objeciones?-
Devadatta
sonrió y expresó su aprobación, tenía mucha confianza en su infernal pupilo.
Jahan miró a Ichinén que estaba clavando sus ojos en Devadatta. Si hubieran
sido dagas, el otro hubiera quedado como un puercoespín.
-Ningún
problema. Vamos a ello.-
Una
exclamación de aprobación corrió entre los nobles de Astur reunidos allí.
Siempre era bueno para ellos, presenciar un buen combate a muerte. Algunos se
burlaban de las posibilidades de Ichinén, ante un monstruo que era tres veces
más grande. O Ichinén era un tercio del tamaño del otro.
-A
muerte, se define.-sentenció Jahan.
Johan
se acercó a Ichinén con cara de preocupación.
-¿Estás
seguro de poder con ese mastodonte?-
-He
enfrentado peores demonios en el infierno.-respondió con total indiferencia el
duque de Menkalinam.
Johan
rezó internamente por poder compartir esa confianza. El lugar de combate fue
armado en el centro del salón, corriendo únicamente las lámparas y pegándolas a
las columnas del lugar.
¿Cómo
hemos llegado a esto? Eso se preguntó Ichinén, cuando luego de un par de
fintas, el demonio lo golpeó, haciéndolo rodar por el piso. Al tener su espada
contra la del rival, pensó que era demasiado insólito que de una misión
diplomática de advertencia, habían pasado a un combate a muerte. Ichinén pateó
a su rival desde el suelo, pero el otro no acusó recibo. ¿De qué estaba hecho
ese monstruo? Estando en ese forcejeo, el bruto infernal parecía ganarle con el
peso, mientras que el guerrero veía su fuerza mermar. Giró la espada por apenas
un segundo y sujetó la hoja del otro con su empuñadura. El metal apenas tocó al
demonio pero este gritó como si lo hubiera traspasado. Aprovechando el
retroceso, Ichinén rodó sobre su espalda y salió de esa posición tan
desventajosa. Pese a ser rápido y volver a cargar, el demonio reaccionó aprisa
y le frenó el golpe. Johan miraba ir y venir las espadas, sufriendo porque si Ichinén
no triunfaba, la próxima cabeza que rodaría sería la suya. Viendo el transcurso
del combate, la lucha no iba bien. Ichinén era experto en esgrima, rápido y
ligero. Pero el demonio no era tan lento debido a su corpulencia y se mostraba
bastante más fuerte. Johan tembló ante lo que pareció la segura muerte de
Ichinén, el demonio lo acorraló contra una columna y casi lo atraviesa de lado
a lado. El demonio siguió atacando y el guerrero solo frenando las embestidas,
aquello lo iba cansando y eso le podía costar la lucha. El monstruo perdió la
espada y agarró a Ichinén a mano limpia, una garra en cada brazo. La columna
del guerrero pegada a una columna, mientras que su espada estaba apuntando en
dirección contraria al enemigo. Si no podía mover el brazo, no podría ni rozar
al rival. Viendo un fuego cercano, soltó la espada y la dejó caer sobre la
lámpara cercana. Girando todo el cuerpo en una pirueta, hizo trastabillar al
monstruo, lo que consiguió que soltara a su presa. Ichinén volvió a tomar la
espada que ahora estaba candente con el fuego iluminador. Con una rápida
estocada cortó en el brazo al demonio, casi en paralelo al músculo, de la mano
al codo. El guerrero confió en que esto le daría una chance de asestar un golpe
mortal, pero el monstruo lanzó un puñetazo a su pecho que lo arrojó hacia
atrás. El mundo fue para Ichinén un lugar de silencio, el zumbido que lo
reemplazó lo desconectó de la realidad. La espada se alejó de su mano y sus
dedos agarraron el aire vacío. Al caer el suelo, creyó que ya era el fin pero
se irguió antes que el demonio se le viniera encima. Los astures parecían
exultantes por la muerte segura del duque. Devadatta alentaba a su colosal
demonio, instándolo a matar.
Ichinén
se vio sin espada y a punto de ser arrollado por el bruto. Cuando estuvo
encima, pegó un giro en arco y se apartó de su lado. Lo que parecía una danza
para los astures, fue la salvación ante semejante desventaja corporal. Rodando
de cabeza hacia adelante, pudo recuperar su espada. El demonio estaba
enfurecido y de tan ciego le lanzó lo que tenía más a mano, los leños que
alimentaban el fuego. Con tan buena suerte para Ichinén que logró esquivarlos
con gracia, pero con tan mala suerte para la essivandere que vio su vestido
prenderse rápidamente. Ichinén corrió a socorrerlo y ayudarla a apagar el fuego
a palmadas entre ella y otros dos hombres más. Tarde se giró al oír el grito de
Johan, el puño del demonio lo lanzó como si fuera un muñeco de trapo. Casi pudo
oír una reprimenda de su padre, por descuidarse en medio de una lucha. Estaba
completamente atontado y le costaba mantener el ojo abierto, la cabeza le daba
vueltas. Tenía que despejarla pronto, en menos de dos segundos, o era futuro
fertilizante de los campos asturanos. El coloso demoniaco avanzó, hinchando el
pecho, con la destrucción del rival a su alcance.
-Alto,
detengan el combate.-se oyó la voz del asstaressi, resonar en el salón.-Ya
tenemos un ganador.-
El
demonio resopló y gruñó complacido. Ichinén estaba sangrando por la nariz y su
cabeza apenas comenzaba a centrarse.
-Como
ve, lord Jahan, este humano es un débil guerrero.-le comentó Devadatta.
-Si,
veo que tratando de salvar a la essivandere, sacrificó sus chances de victoria.-
-Claramente,
no es muy inteligente. Sus sentimientos lo gobiernan y comete errores
estúpidos.-fulminó el pérfido Devadatta.
-Eso
no es de mi agrado, lo que importa es como resulta el combate. Y para nosotros
la victoria es muy importante.-
-La
victoria es la supervivencia y la eternidad.-gritaron a coro los presentes
asturanos.
Ichinén
escupió sangre y se incorporó, tratando de también expulsar su frustración con
ella.
-Dime,
Ichinén. Teniendo la pelea en tan buenos términos… ¿Qué te motivó a
desperdiciarlo por salvar a mi essivandere?-
Ichinén
pensó que ser lo más honesto posible era su mejor carta, en esa partida que
veía cada vez más perdida.
-Había
esquivado los leños en vez de frenarlos con la espada, o intentarlo, los dejé
pasar y por mi culpa la essivandere estaba en peligro. No podía dejar que eso
sucediera.-
El
asstaressi se giró a su mano derecha.
-¿Qué
opinas ante esta respuesta, Alanna?-
La
dura mirada de la mujer, anticipaba la amarga respuesta que tanto temía el
guerrero.
-Una
actitud desacertada, debió tener su cabeza en la pelea. Otros de los nuestros
podía ocuparse de asistirme. Una acción arriesgada que le costó el duelo. No
muy inteligente.-
Ichinén
deseó no querer lanzar esa mirada, pero casi le estaba diciendo con los ojos:
gracias por nada, señora. Jahan se giró de nuevo a Ichinén.
-Estos
señores ofrecen alianza y una gran fuerza armada que es capaz de sostener la
paz. ¿Qué ofrecés, duque de Menkalinam?-
Sin ejército,
sin haber pisado su tierra, sin contar con un título con todas las letras y sin
un plan claro a largo plazo; Ichinén dijo lo único que podía expresar en ese
punto.
-Ofrezco
la verdad, asstaressi. Solo puedo decir que hablo con sinceridad cuando asevero
que he visto como se encuentra la isla Kerkyra bajo el mando de Rokuten y sus
lacayos. Sé que destruirán a quien se les oponga y luego continuaran con
aquellos que se les hayan aliado. Su idea es destruirnos, simplemente por el
hecho de que dejemos de existir.-
-Todas
mentiras, claramente, milord Jahan.-interrumpió Devadatta.-No solo alianza
ofrecemos, también avances tecnológicos, este cristal por ejemplo nos trajo
aquí por un portal. Podemos compartir esa tecnología.-
Ichinén
comprendió ahora como era que siempre estaban antes en cada lado. Iba a
manifestar su desagrado, pero fue Johan quien habló con si particular
desparpajo.
-Gran
cosa, eso puede hacerlo el gato de Ichinén. Si es que está con ganas y bien
alimentado, claro. Sino, te araña el rostro.-
Jahan
pareció divertirse con la impetuosa intervención del bardo.
-Tener
acceso a distintos lugares del reino, nos viene bien para poder custodiar
nuestro reino, embajador Devadatta.-
Ichinén
se maldijo por no traer a Teban consigo. Jahan parecía estar comiendo de la
mano del traidor Devadatta.
-Traigan
a Bastión.-ordenó el asstaressi a viva voz.
Antes
que nadie pudiera sopesar la duda de quien o que era Bastión, un león entró
caminando pesadamente pero con firmeza en el salón. El animal parecía muy
interesado en acercarse a Ichinén.
Johan
tembló visiblemente y el guerrero a su lado se maldijo internamente.
-Me
salvé del dragón Seiryu, para ser comido por un león llamado Bastión.-protestó
para si el duque.
Jahan
le dedicó una caricia al soberbio león, por sobre la melena, mientras este
giraba el rostro vigilante a los que tenía enfrente.
-Bastión
mismo puede abrir portales.-explicó Jahan.
Acto
seguido, un portal se abrió y a través de él, salió un personaje inesperado
pero muy bienvenido.
-Teban!-exclamó
Ichinén con alivio y sorpresa.
-Siempre
te saco las papas del fuego, humano.-replicó el gato.
-Con
Bastión, hemos visitado en misión secreta la isla Kerkyra.-continuó el
asstaressi dirigiéndose a Devadatta.-Y puedo aseverar sin temor a errar, que no
es nada parecido a lo que me ha descrito usted. De hecho, se parece mucho a lo
que relata este duque. Que pese a tener acciones temerarias, habló siempre con
la verdad en la mano. Mi amigo Bastión ha conversado largamente con el amigo
felino del duque, creo entender que ocurre aquí.-
Lord
Jahan desenvainó su arma y la apuntó al cuello de Niko, la essivandere hizo lo
propio con el otro. El demonio que había combatido con Ichinén, entendía poco
este giro de eventos y resoplaba mirando alrededor con desconfianza. Todos los
demás asturanos mostraron también sus hojas.
-En
el pasado, el anterior régimen fue engañado por demonios de otra dimensión, no
volverá a ocurrir en Astur, no durante mi guardia al menos.-sentenció el
asstaressi.
-Comete
un error, Jahan.-le replicó el traidor.
-No
peor que creer en su alianza.-agregó el regente de Astur.
Niko
tomó el cristal que activaba su portal artificial y abrieron uno rápidamente
para salir.
-Lord
Jahan, si me permite, hay una promesa que debo cumplir.-
-Faltaría
más, lord Ichinén.-
El
guerrero avanzó al trío que quería avanzar por el portal.
-Dije
que les cortaría la cabeza a uno de ustedes, cuando nos viéramos de nuevo.-
Ninguno
de los hombres dijo nada, por toda respuesta pasaron el umbral del pasaje y lo
cerraron tras ellos, dejando a su guardaespaldas infernal del otro lado.
-Bueno,
veo que deciden rápido que pieza sacrificar.-
Ichinén
giró en torno al demonio y cortó una pierna por debajo, el demonio alzó la
espada pero Ichinén fue más rápido y lo esquivó. Usando las piernas del demonio
como un túnel, se lanzó por detrás y lanzó una fuerte estocada. Daimoku hizo el
resto, honrando su leyenda como matadora de demonios. La cabeza cayó sobre el
piso del salón, poco después el cuerpo del demonio. Johan se tapó la boca y
miró a otro lado, para no devolver el desayuno.
-Una
promesa, es una promesa.-
-Festejo
su honor, lord Ichinén.-expresó Jahan.-Y le agradezco por salvar a la mujer que
es mi esposa.-
La
mencionada no sonrió ni cambió su recia expresión, pero le dedicó a Ichinén una
inclinación de cabeza.
-Ahora
debatamos sobre la posible alianza entre Astur y Azaláys.-cerró el asstaressi,
palmeando al aire, para que limpiaran el estropicio demoniaco.
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