3/28/2020

64-Que todas las deidades me abandonen...


La trampa se había cerrado. No había otra opción pacifica, si es que Ichinén pensaba alguna. Un número indeterminado de soldados de Mitjaval estaban al caer sobre la puerta de su cuarto. El mismo que tan amablemente les había cedido el marqués de Alstroemeria como muestra de hospitalidad. Solo una estratagema para asesinarlos en plena noche.  Quizás no los había ejecutado en el mismo salón de reuniones porque deseaba constatar que la línea sucesoria era contaba Malcolm. En la cual, Ichinén  tenía más derecho a reclamo que ese dudoso sujeto.
-Prepárense para salir como sea.-
La estrategia desesperada de Ichinén funcionó bastante mejor de lo que se hubiera esperado. La comitiva ejecutora no esperaba encontrar a sus víctimas de vigilia y mucho menos detrás de la puerta. Cayeron rápidamente la mitad y el resto se dedicó a huir, dando la alarma.
-Teban, llevá a Johan en el primer portal que puedas y no regresen, avisen a nuestros compañeros afuera.-increpó Ichinén -Vendrán más. Corran!-
El gato y el músico salieron a toda carrera por un pasillo.
-Nosotros mantendremos posición aquí para ganarles tiempo.-comentó el guerrero, casi como si hablara con él mismo.
En verdad no estaba demasiado seguro de saber que pasos dar luego. El ruido de metal entrechocándose no le dejo mucho espacio para meditar. Más soldados, muchos más, se acercaban por el corredor. Al verlos girar en un recodo a cincuenta metros, todos se prepararon para luchar. Elintari les lanzó unas pocas flechas hasta que los tuvieron demasiado cerca. Las espadas se cruzaron y una cabeza rodó dejando una estela escarlata. Otra mano tocó el suelo, lejos de su brazo original. Una espada se incrustó en una pared para quedarse ahí, ya que su poseedor no respiraba más. Uno de los asturien cayó sobre su estómago herido en el vientre. Los enemigos eran muchos y ahora quedaba uno menos de su bando. El otro hombre de astur arrastró a su compañero a un costado.
-Váyanse!-gruño entre los estertores de sangre y solo eso dijo.
Malcolm tomó el hombro del sobreviviente y lo instó a seguir.
-Fuegos del infierno, acudan contra mis enemigos.-gritó el encapuchado, mientras agitaba las manos en el aire.
De su mano voló una pequeña botella y se fue a incrustar casi a los pies de la soldadesca que venía en su persecución.
-¿Qué fue eso?-inquirió Ichinén mientras retrocedían por otro pasillo que daba una escalera.
-Una bomba de humo, nunca salgo sin ella, no falta ocasión que es útil.-respondió Malcolm, acomodándose el manto marrón.
Al bajar por la escalera, dieron a una múltiple intersección, de uno de los corredores, una puerta se encontraba entreabierta. Ichinén vislumbró un rostro espiando por el vano de la puerta. Se fue directo y entraron al cuarto. En el interior había una joven mujer, de cabellos castaños ensortijados. Además de tener un susto de muerte, mostraba un ojo morado, el labio partido y algunos cortes en el brazo.
-¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hacen aquí?-
Ichinén no respondió, primero se aseguró de permanecer oculto y sin descubrir, al menos por unos segundos para determinar que curso seguir. Fue Malcolm quien le respondió a la joven de rulos.
-No se asuste señorita, estamos solo de paso. En cuanto podemos deshacernos de los soldados del marqués, nos iremos y la dejaremos tranquila.-
-¿Qué hicieron para molestar al marqués?-repreguntó la mujer.
-Nacer, aparentemente. En una mejor posición en las familias del continente. ¿Y usted es?-replicó Ichinén.
-Otro obstáculo en la sucesión.-acotó ella quedamente.-Mi nombre es Eva, soy la esposa del marqués.-
-¿Y quién la golpeó en esa forma?-intervino Malcolm que a diferencia de sus compañeros, no se contuvo en su curiosidad.
-El marqués no toma muy bien que lo contradigan.-
Ichinén la miró fijamente, Malcolm sintió un extraño escalofrío en todo su cuerpo. Pero fue Elintari quien reaccionó.
-Eso solo me demuestra lo poco hombre y lo cobarde que es. ¿Qué tan grave contradicción no pudo soportar? ¿La comida estaba fría? ¿No lo dejaste ganar a algún juego de azar?-
La joven Eva meneó la cabeza.
-No, eso no. No quería que yo me fuera a dormir a otro cuarto. Desea siempre que esté a la noche en su cama, para estar juntos y que a la mañana siguiente esté ahí para repetirlo. Pero entremedio no puedo dormir, ya que ronca mucho.-
-¿Qué tanto?-inquirió Ichinén.
-Como un oso hibernando, pero multiplicado por tres grandes osos.-
-¿A qué viene eso, Ichinén?-quiso saber la elfa.
El guerrero se giró y le sonrió de costado.
-Vamos a alterarle un poco el sueño al marqués.-
Malcolm interrogó a Eva sobre como llegar con el marqués. La joven esposa no deseaba meterse en problemas pero viendo que quizás era su oportunidad de escapar del maltrato del marqués, accedió.
-Deben llevarme con ustedes una vez que escapen, el marqués me matará cuando sepa que los ayudé.-
Ichinén asintió y siguió a la guía con su grupo. El pasadizo secreto, era un viejo truco de los nobles para poder huir en caso de peligro, visitar amantes o realizar tratos a escondidas del resto del reino. Todas actividades poco santas, aquello casi le podría haber resultado divertido al guerrero, si otras fueran las circunstancias.
-Este pasaje conduce a la cámara del rey, que es la que utiliza el marqués para dormir.-
-Ya se está probando las ropas de soberano.-ironizó Malcolm.
El guerrero estuvo a punto de replicar pero Eva les indicó guardar silencio, ya estaban allí. Ichinén se lanzó primero en el interior del cuarto. No fue difícil ubicar al marqués en la penumbra del cuarto, solo necesitó seguir los espantosos ronquidos. Parecía que estaba por soltar los pulmones tomando en cuenta el ominoso ruido que realizaba con el pecho. Al guerrero le resultó un poco molesto que aquel desgraciado durmiera como un bendito, mientras a ellos los aniquilaban en medio de sus sueños.
-¿Eh? ¿Quién me c…?-balbuceó el durmiente al sentir el frío de una hoja en su cuello.
-Arriba. Hora de despertar.-ordenó Ichinén.
-¿Qué significa este atropello?-
-Corte con el papel de víctima, marqués.-le increpó Ichinén, agarrándole del cuello de la ropa.-Estamos bastante más preocupados por un gran mal que se acerca al reino. Un demonio que planea destruirnos a todos, sin más razón que hacer que dejemos de existir. No tengo ni tiempo ni ganas para sus rencillas políticas o sucesorias.-
El barbudo hombre puso cara de circunstancia como fingiendo poner atención, pero Ichinén no había nacido ayer como creerse tan pésima actuación. Lo sacudió como si fuera un muñeco, casi a punto de enloquecer.
-¿Pero que no lo entiende? Nos vienen a destruir a todos. Demonios mucho más poderosos que los del Gran Caos y usted viendo quien es el rey de la desolación. ¿Es acaso idiota?-
-Ichinén.-le dijo Malcolm posando una mano en el brazo del guerrero.-El que nace pequeño de mente, un charco le parece un pantano.-
Ese proverbio o refrán, provenía de las regiones del norte, en las tierras de Gaia. Querría significar que no hay peor ciego que el que no quiere ver. O lo que en realidad logró Malcolm, que Ichinén no gastara más saliva en hablar con un necio como ese.
-Debemos salir de aquí.-expresó Reuel, el asturien, mirando a Eva.
Elintari también se acercó a la otra mujer y esta se sintió intimidada.
-Hay una serie de túneles que llevan al exterior, sur o norte, ustedes eligen.-
-Sur, donde está la puerta donde se encuentran nuestros compañeros.-determinó Ichinén, tomando al marqués por el cuello.-Caminá, inútil. Te venís con nosotros.-
El marqués quiso protestar pero tanto acerado desenvainado lo convenció de las ventajas del silencio.
La puerta del cuarto ya estaba atronando por los golpes de un soldado. No esperaron respuesta del marqués y entraron. Una corta lucha y se parapetaron en el pasaje secreto. Trabando por dentro, provisoriamente.
-Eso no va a aguantar mucho, pero algo de tiempo nos dará a correr.-comentó Reuel, el asturien.
Corrieron por la oscuridad, apenas iluminada por un artilugio de Malcolm, que los guiaba para no tropezar al menos. Eva les señaló una bifurcación, luego otra y más luego una tercera. Temblaba de miedo ante las miradas de amenaza del marqués.
-Te escapás con este usurpador, que viene a robar lo que es nuestro, zorra.-espetó el esposo.
-Calladito! ¿Quién te dijo que podías hablar?-lo silenció Ichinén, golpeándole la frente con la palma de la mano.
-Mátenme. Mis hombres me vengaran.-
-Bueno.-respondió Ichinén como si no tuviera ningún problema.-Eso me facilita no tener que cargar con este fardo que nos retrasa.-
La expresión de pavor del marqués dejó claro que aquellas palabras suyas habían sido una bravuconada que no esperaba ver realizadas. Creía que Ichinén era demasiado honorable como para matar a un prisionero. Por las dudas, no quiso agregar nada más, por temor a un castigo casi igual de terrible que propuso la elfa, cortarle la lengua.
Al salir al exterior, se encontraban cerca de los establos.
-Nos hice salir por aquí, ya que podemos agarrar algunos caballos para todos.-explicó Eva.-Es más lejos, pero tendremos mejores chances de escape.-
La caballeriza tenía unos quince animales. Ichinén tomó diez y soltó al resto. Solo los suficientes para los presentes y los otros amigos que los esperaban, Johan y compañía. Sin otros caballos, se les dificultaría la persecución. El marqués volvió a insultarla cuando estaban soltando al último animal.
-Bueno, ya es hora de que me ocupe de este incordio. No podemos cargarlo más a la rastra.-comentó Ichinén, desenvainando a su espada Daimoku.
El marqués pareció temblar pero intentó aparentar entereza.
-Dese vuelta.-le ordenó Ichinén.-Me molesta ver el rostro de los que tienen miedo ante la muerte.-
El noble de Mitjaval soltó un quejido de miedo, casi como si llorara desconsolado. Se quedó petrificado, esperando el golpe mortal, cerrando los ojos de miedo. Algo poco útil, cerrar los ojos ante la muerte, ya que nadie la ve venir. Y para mayor incoherencia, su ejecutor estaba a su espalda, así que de hecho ya no lo veía.
El golpe le llegó de forma inesperada, luego de agónicos segundos de espera. Una patada en las nalgas que lanzó al marqués para adelante. Haciéndolo sonreír por saber que no iba a morir, en tanto su cuerpo caía al suelo. Sospechaba que Ichinén era honorable y no lo mataría a sangre fría. Tonto iluso, se dijo, mientras caía de lleno en el barro. Además de lodo, había algunos regalos equinos mezclados, todo eso fue a parar a la boca del marqués. Pero bueno, nadie le dijo que sonriera mientras aterrizaba. En este caso, si fue claramente, otro que mordió el polvo. Aunque hablando en sentido literal, fue más bien barro y excremento de caballo lo que degustó.
El sonido de cascos en la huida, lo hizo mirarlos. Su mirada denota odio y deseos de venganza por la humillación. Eva no se giró a verlo, pero si el duque de Menkalinam. Si hubiera podido lanzar rayos por sus corneas, habría fulminado al guerrero allí mismo. Pero Ichinén, también lo miró fijamente y en ese cruce de miradas, el mensaje fue claro. Voy a regresar.
El galope furioso que llevaron, fue algo accidentado, hasta que encontraron al resto de su comitiva. Ni bien todos montaron, partieron raudamente. Siendo perseguidos a los lejos por una partida de soldados del marqués, que debía estar de patrulla, ya que aún tenían caballos.
-¿Adónde nos dirigimos?-inquirió Malcolm, vociferando por encima del ruido de cascos.
-Por ahora, lejos de aquí. Luego de perder a nuestras sombras, veremos.-respondió Ichinén.
-He tenido algunos contactos en el pasado con la duquesa de Altahea, podemos ir a Caerleon a pedir asilo.-intervino Eva, también gritando por sobre el ruido de los caballos al galopar.
-¿La Dama Blanca?-exclamó Elintari.-¿Eso no sería salir del fuego para caer en las brasas?-
-No es precisamente amiga de mi esposo.-replicó la mujer.
Ichinén se lo pensó un segundo. Un enemigo declarado tras su rastro y un posible enemigo por delante. Hasta ahora no todos los encuentros con los nobles del continente habían resultado bien. Si salía como el encuentro en Taranis o Desertus, todos podían perder la vida. Solo podía esperar que pudiera lograr un vínculo como el que había resultado de Astur o Galja.
-A Caerleon.-decidió Ichinén.-Si el marqués no nos escuchó, quizá la Dama Blanca lo haga.-
Malcolm lo miró con expresión grave, negando con la cabeza.
-No estoy tan seguro que tenga ganas de oírte, creo más bien que nos querrá cortar la cabeza ni bien la mostremos. Esperemos que me equivoque.-acotó el encapuchado.
Ichinén esperaba también que su nuevo compañero de viaje estuviera errado. Por su bien, el de sus restantes compañeros y el futuro de todo el continente. O Rokuten ganaría y nada más seguiría existiendo en ese mundo.