10/28/2019

61-Breakthru.


Los cíclopes son criaturas bastante cerradas de miras, con esto es imposible no caer en frases hechas. Cinco de estos colosos de dos metros, amordazan a una gárgola a un árbol, la cual no mide más de metro y medio. Una mujer cíclope grita, si, existen hembras en esta especie. No crecen de las rocas, aunque por sus mentalidades lo parezcan.
-Sueltenlo, déjennos en paz!-vocifera con desesperación la mujer.
Sus congéneres se ríen y uno la golpea en pleno rostro con el canto de la mano. La gárgola, que pese al uso de ese pronombre es un hombre, se debate y lucha, en vano. Con la mirada ruega que no le hagan nada, pero sabe claramente que no será así.
-Degenerada, inmunda perversa… Y con esta monstruosidad!-le recrimina uno de los mirada simple, mientras la sigue sujetando con brusquedad.
-Dejenla ir, mátenme si eso quieren. Pero a ella, déjenla ir.-solicita la gárgola, educadamente pero con firmeza.
Es casi obvio para él, tanto como para la mujer que ama, todo lo que digan caerá en saco roto. Los cíclopes no son conocidos por su tolerancia, ni tampoco por su delicadeza. Aunque Griffin sabe que lo mataran, espera que ella pueda vivir.
-No te preocupes, cuando terminemos de atarte al árbol y te degollemos, podemos ver como nos divertimos con ella, mientras te vas desangrando.-informó el que sujetaba su garra izquierda.
-Debió elegir uno de su propia especie, no una aberración como lo que sos.-masculló otro que tenía delante, para luego golpearlo en el vientre.
El saber vulgar dice que las gárgolas son de piedra, a Griffin le hubiera gustado que eso fuera real, por lo menos para su estómago. El llanto de Gala, la mujer cíclope, ruge desde lo más profundo con una angustia delirante. Uno de los otros captores le rasga el vestido de arriba hacia abajo. Mientras otros dos la sujetan de los brazos para arrastrarla hasta el suelo un poco más lejos. Una vez que Griffin está atado, el mundo se le vino abajo y rogó por que los dejaron en paz, sabiendo que eso no haría mella en sus agresores. Los gritos de Gala seguían resonando en el valle Hoffman, un bajo de terreno que rara vez era transitado.
-Cinco contra una sola mujer…-se oyó decir a una voz a pocos metros en el sendero.-Veo que los cíclopes son cobardes además de tener la mente reducida.-
Un hombre, un humano, venía andando por el sendero, tal como si estuviera de paseo por el bosque. Como si nada le importara. El extraño se detuvo a un par de metros del líder de ciclópeo y lo miró con los brazos en jarra.
-O es que son tan inútiles para cortejar mujeres, como lo son para todo lo demás.-continuó el hombre.
La furia hizo que tres cíclopes se levantaron como volcanes en erupción, el líder se plantó ante el extraño, listo para golpearlo y enterrarlo en el suelo. Esto, claro está, es una ridiculez, los humanos no se plantan así, ni tampoco se los entierra de esa manera.
-¿Quién se supone que eres, enano? Este no es asunto de tu gente.-le espetó el cíclope, temiendo que fuera algún tipo de agente legal de esas tierras.
-Mi nombre es Ichinén, soy el duque de Menkalinam, una tierra que se encuentra más al oeste. Este no es mi asunto, desde su punto de vista, pero cuando veo a cinco brutos contra una mujer y un rehén maniatado, digamos que me tengo que meter.-
-Sigue tu camino, enano. O entre los cinco te vamos a sacar los miembros de lugar.-amenazo el líder, burlándose adrede de Ichinén, el guerrero no era precisamente un enano.
El monolítico ser de un solo ojo, apenas le llevaba diez o quince centímetros. Ichinén sonrió como si poco le importara el insulto y con expresión afable siguió hablando.
-Les estoy dando la chance de irse y dejemos esto como está. La mujer queda libre o si cometió un crimen, será juzgada según la ley de este reino.-
-No hay rey en estas tierras al que llevar el caso, y ella cometió un crimen para nuestra gente, uno horrendo.-
La perplejidad de Ichinén parecía ensayada pero no lo era. La exacerbada reacción de odio en los cinco brutos, era demasiado desconcertante.
-¿Qué hizo? ¿Se robó monedas del templo de su dios? ¿Asesinó a otro de su gente? ¿No resistió tu perorata por más tiempo? ¿Cuál fue ese crimen tan horrendo?-inquirió Ichinén, entreverando una burla entre las preguntas legítimas.
De haber tenido más tiempo o no estar tan distraído, el líder se hubiera percatado de como el guerrero se mofaba, pero los ciclopes son famosos por caer dos días más tarde en las bromas que se le hacen.
-Se emparejó con este inmundo ser!-vociferó el líder, señalando a Griffin, en el árbol.
A todo esto, la gárgola no entendía como el hombre, humano sin otra arma que una espada enfundada a su cintura; se paseaba como si nada entre los cíclopes y les hablaba como si fueran todos amigos. Él tenía más que claro que estaban esperando el primer movimiento en falso del humano para aniquilarlo y seguir con ellos dos, un poco más molestos por la interrupción.
-¿Lo amás, mujer?-
Gala asintió con tanto miedo como sorpresa, no sabiendo que sentir ante ese extraño.
-¿Lo ven? ¿Qué tiene de malo? Mejor que se amen a fomentar odio, que es lo que están haciendo. –
-No es decente.-grito uno.
-Es antinatural.-rugió otro.
Las protestas se superpusieron y el guerrero alzó las manos para acallarlos, pero nunca bajó la izquierda.
-Ya entendí, son unos resentidos que no entienden el amor en la forma en que venga.-
Los cinco agresores se miraron entre si y luego al líder, sus rostros parecían preguntarse si era que los acababa de insultar o que había querido decir. Lo dicho, no son muy rápidos de pensamiento estos muchachos. Lo estrecho de miras, va en paralelo con su capacidad de procesamiento. El líder entendió menos que los demás pero se envaró como si fuera a pisotear a Ichinén. Más cansado de tanta demora que por las burlas del guerrero.
-Ah, ah, ah.-lo frenó el guerrero con la mano aun en alto, señalándolo con la derecha.-Si chasqueó los dedos, las cabezas de cada uno se les partirá en siete pedazos.-
Había una frase del maestro Nichirén que dice eso, pero creo que en este incidente, el guerrero lo está usando en un sentido muy literal. No es probable que el daishonin se refiriera a esto.
Los cíclopes en un segundo se frenaron, dudaron. Miraron al líder, Ichinén alzó levemente su izquierda, como si esta sostuviera alguna clase de arma invisible. Viendo que no había nada ni nadie en los alrededores, el bruto se sintió seguro y avanzó.
-Te lo advierto, cíclope. No me causará placer que mueras, ni siquiera siendo la bestia que eres.-
El líder siguió avanzando y esto alentó a sus secuaces a moverse en círculo, rodeando al solitario guerrero.
-A mi si me dará un placer inmenso, comerme tu hígado de postre, luego de matarte y divertirnos con esa degenerada.-
La expresión de Ichinén era de verdadera desilusión.
-Si esa es tu decisión.-sentenció el guerrero con pesar.
El cíclope estaba a punto de saltar sobre el impertinente humano, riendo de la osadía y arrogancia con que los había interrumpido. El  chasquido de los dedos de Ichinén fue lo último que escuchó en su vida. La cabeza del líder estalló en siete o más fragmentos, salpicando a todos lados. El resto de los seres de mirada única se paralizaron. Dos quisieron vengar a su líder y corrieron la misma suerte, sin que hubiera un chasquido de dedos de por medio. Ichinén alzó la mano bien alto, como si fuera ordenara detenerse en el camino. Dos cíclopes quedaban y uno solo deseaba huir. El restante, quiso tomarla con la mujer. Con su espada en la garganta femenina, se parapetó detrás de su prisionera.
-La mataré si me siguen disparando.-amenazó en un tembleque de voz, mirando a todos lados.
Era algo inteligente o rápido de vista para darse cuenta que, de los árboles era de donde les disparaban flechas certeras a los ojos. Su jefe no lo había notado, claramente, ver a los elfos en los árboles es como buscar un mono albino en medio de una montaña nevada. Los otros dos no estaban pensando claramente y por eso no vieron que una flecha le había atravesado el cráneo, con ojo y todo, a su líder en esa partida. Elintari y otros elfos, se encontraban ocultos entre las ramas, con los arcos preparados. Listos a soltar la cuerda a un chasquido de los dedos del duque. Pero ahora los hacía detenerse y el cíclope restante tenía ahora un rehén. El otro que escapaba, no llegaría muy lejos, lo apresarían y sería encarcelado; de eso estaba seguro ella.
Ichinén en tanto, mantenía la vista fija en el captor.
-Tengo miles de flechas esperando una orden para atravesar tu ojo. Prefiero no dar esa orden.-
-Si veo un solo gesto, le corto la garganta!-
Tensos segundos que Ichinén no quería seguir dejando correr.
-No tengo tiempo para esto.-le espetó el guerrero y con una inclinación de cabeza señaló a su costado.-Podrías huir como tu colega que va allá.-
El cíclope hizo un gesto sin pensar, de forma inconsciente, cosa que no les cuesta mucho; de girar el rostro y mirar donde le señalaban. Imaginen que si tu mirada es unifocal, tenés que mirar cada cosa que parece merecer tu atención. Para ellos, mirar por el rabillo es fisiológicamente imposible.
Ese segundo de distracción, es todo lo que Ichinén necesitó para lanzarle una daga que tenía a su espalda y que hasta ahora no habían visto ninguno de esos cinco. El ojo único reventó al ser traspasado por la filosa hoja. La mujer estaba asustada pero libre e ilesa. Elintari soltó a Griffin, que corrió a abrazar a Gala.
Luego de algunas palabras de agradecimiento, hicieron un improvisado campamento para reorganizarse.
-¿Qué le ha pasado a este reino? No sabía que brutos como estos corrían libres, para imponer sus leyes intolerantes.-inquirió Ichinén.
-Antes, una cuestión así hubiera sido impensada. Pero las crisis como la que vivió Mitjaval llevan a que sectores reaccionarios ganen poder y preeminencia.-respondió Elintari, acomodando su carcaj a un costado.-Este reino no solo ya no es lo que era. Técnicamente no existe.-
Ichinén le solicitó a la elfa que clarificara.
-Te diré como lo he oído. Luego del gran caos, el rey Artus fue muerto en batalla y su esposa asesinada poco antes o casi al mismo tiempo. El hijo de ambos se suicidó desde lo alto de una torre. La primera esposa del rey Artus, junto algunos soldados y quiso hacerse con el poder, pero el consejo de nobles se le opuso. Esta guerra civil, sumado al asedio de los demonios, asentados en Taranis primero y en menor medida en Antumbra, hizo que el reino sufriera mucho. Mitjaval se dividió en dos, la parte sur, donde estamos ahora; es lo que queda de Mitjaval propiamente dicho. La capital sigue siendo la misma, pero está dirigida por señores menores que aún no se han puesto de acuerdo sobre como repartirse el poder y pelean constantemente. No sé quien ha prevalecido sobre el resto o si alguno lo ha hecho. Al norte, más al sector noreste del antiguo reino, se formó Caerleon. Dirigido por un consejo que se encuentra en tratativas de paz pero que poco eco han logrado en las tierras del sur. Los comanda una noble, a la que llaman la dama blanca, no la he conocido. Raramente viajamos tan al norte, pero dicen que puede ser terrible.-
-Y ese vacío de poder, solo ha servido para el desorden y los planes de Rokuten.-
Elintari asintió con pena y contuvo un llanto que parecía querer surgir de entre los recuerdos. Ichinén le preguntó por algunas cuestiones específicas, sobre la casa púrpura, la roja, la azul y la verde.
-Artus era el último rey de una tierra unida, los púrpuras murieron con él. Algunos de esa casa verde que mencionas se encuentran ahora en Caerleon, pero poco abolengo queda en esta tierra.-
-Los azules son de mi reino, sin ir a Azaláys no puedo saber que tanto queda de los míos. De los rojos puede que encontremos en la capital, aunque seguramente serán señores sin mucho poder o con más que nada bandidos de segunda, si es que alguno queda para representar a su casa.-
Al levantar el campamento, Ichinén vio como Elintari lo seguía con una insistencia que rozaba la devoción. Aquello no le agradaba, en el pasado, había visto como la fe ciega en un líder los había llevado al desastre. Y él mismo había peleado una guerra junto a buenos guerreros, solo para verlos caer.
Andando el camino, intentó mantenerse aparte. El sendero los llevaría hasta Mitjaval y ella quizás seguiría su propio destino. Aunque ya había acordado con su gente en que lo acompañarían, no deseaba arrastrar a todos hacia una posible guerra que no los involucraba. Por esto, antes de seguir más al norte, a Anthurium, capital del antiguo reino; dividieron a los civiles de los posibles luchadores. Algunos pocos guerreros elfos quedarían como custodia para Ichinén y Elintari, en su viaje a la capital.
El resto iría más allá de las montañas que limitaban con Azaláys.
-Nos encontraremos apenas cruzando las montañas, ese es mi ducado y podrán asentarse sin problemas, solo con decir mi nombre.-
Fue así, que el destino encontró a Ichinén con algunos pocos asturien, Elintari, un par de elfos, Johan y Teban. Ese reducido grupo estaba a punto de entrar a las fauces de la bestia.