6/30/2018

57-Escalando las más altas montañas.

El tiempo, ya ha sido dicho, es apenas una percepción subjetiva del mortal común. El guerrero Ichinén lo sabe desde que comenzó a viajar entre mundos, guiado por Teban. El felino le había informado que el tiempo es otro mundo diferente, o que cada diferente tiempo en cada universo, es otra cuestión particular. Ichinén acaba de arribar a un mundo que no conoce, pero que en su futuro conocerá, aunque para la gente de este lugar, él ya los ha visitado. El pasado de ellos, es el futuro de Ichinén. A contramano, como diría su padre, siempre. 
Contemplando las inmensas cumbres de la precordillera, Ichinén vuelve a leer la carta. Una misiva de Ichinén para Ichinén, que le acaba de entregar el general San Martín.
"Supongo que estarás pensando que estás completamente loco, que alucinas debido a regresar a tu mundo y ver como ha sido maltratado... Pero no es así, has viajado a mundo, en sentido contrario a como ellos perciben el tiempo. En tu futuro, viajarás a una batalla del pasado de ellos, y deberás ayudarlos. Para cruzar la cordillera, tendrás que prestar tu asistencia, así llegarás al yelmo que te facilitara la alianza con Astur. Esta gente, puede que no la conozcas de nada, pero sé por experiencia, que están peleando por su libertad. El cruce de estas montañas es para conseguir vencer al opresor. Sé que el tiempo hará que entiendas, somos la misma persona, aunque en este momento lo dudes. Ichinén.”
El Ichinén del pasado, no creía en lo que escribía el del futuro. Venía de un mundo donde la pérdida de los reyes los había llevado a la destrucción. Creer en la rebelión ante un rey, era algo que no estaba del todo correcto en su cabeza. Observó las montañas delante suyo y pensó que insensato era tener que cruzar todo ese para solo buscar un yelmo.
-Lindo clima va a ser allá arriba. No esperes que salga del refugio donde voy a viajar.-escuchó decir a su lado.
-Lo sé, Teban. Los gatos y el frío no se llevan bien.-
-Y parece que con vos tampoco.-
Ichinén ladeó el rostro, con la vista clavada en un pico.
-No es eso. Es el intervenir en este mundo, con algo que no tenemos nada que ver o que ni siquiera estoy en un todo de acuerdo. Aunque debo confiar en mi propio mensaje desde el futuro.-respondió, mostrando la ajada carta.
-Vení conmigo, guerrero.-replicó el felino.
Juntos volvieron al campamento del Plumerillo. Donde los soldados estaban organizando los detalles últimos para el cruce de la última columna. La vanguardia ya había partido, el general en jefe había designado a Ichinén como un soldado más. Aun sin dar demasiadas explicaciones a sus subordinados, respecto a un soldado caído como del cielo. 
-Vestite, puede que partan ya mañana.-le recomendó Teban.
Luego de calzarse el uniforme ayudado por una mujer robusta y de piel oscura, Ichinén se incorporó a un grupo de soldados que le había sido asignado. Ese era su escuadrón. En su interior, el guerrero no temía pelear, pero no sabía si lo estaba haciendo para el bando correcto. Y aun así, no creía tener el derecho de poder intervenir en un mundo que no era el suyo.
Como si llegar a Kosen Rufu no fuera una empresa lo suficientemente difícil, ahora debía viajar y pelear en otros mundos.
-Siéntese amigo, tómese uno y cuéntenos de donde viene.-le dijo un viejo soldado de barba, que bien parecía un miliciano.
Ichinén agradeció con una educada sonrisa y se sentó en la ronda con los demás soldados. El hombre le tendía un recipiente con un palillo hueco hundido en una hierba que parecía como té picado.
-Supongo que es usted francés, no?-inquirió el hombre.
El guerrero asintió a medias, no sabiendo si contradecirlo y contar la increíble verdad o dejarlo en su propio error complaciente. Imaginó que debía inspirar el líquido, pero no supo que no de una forma violenta. La bebida era caliente, amarga y con un fuerte gusto a tierra. Primero le chocó la alta temperatura, pero luego le pareció interesante.
-Parece que en la Francia no tienen mate! No se queme, amigo.-se rio otro, mientras Ichinén seguía en su intento de no quemarse al tomarlo.
Miró el rostro de cada uno y sus posturas, no parecían la clase de ejército a la que estaba acostumbrada. Eran disciplinados, según había podido observar, pero notaba que muchos eran algo grandes para pelear o bastante jóvenes. Incluso había visto a una mujer, entre los soldados, vestida de uniforme. Esto fue precisamente lo que comentaba otro soldado, algo alejado de Ichinén. El que le había dado la bebida, censuró los comentarios del otro.
-Todos tienen razón para pelear por su libertad. Ella sufrió tanto o más la opresión de los godos, que usted o yo, míjo.-
-Disculpe, teniente. Era sin mala intención el comentario.-
-Todos estamos en este barco de ser libres, sino aprenda de los franceses como el amigo aquí presente.-
Ichinén no quiso desdecirlo y trató de desviar la conversación, antes que preguntarán sobre esa tierra en esa Francia donde “había nacido”, pero jamás había visitado en ninguno de sus viajes.
-¿Sin el rey habrá libertad?-interrogó el guerrero.
-Claro que si, usted debería saberlo mejor que nadie, mesié.-replicó el teniente, haciendo hincapié en la última palabra.
Ichinén pasó por alto esa referencia, sabiendo que era algo que se le escapaba por aparentar ser de una tierra de la que tenía poca idea.
-Los godos nos tuvieron de esclavos, nos ofendieron cada vez que pudieron. Siempre con el rey, el rey por delante. ¿Qué rey, amigo? ¿El que venció su Napoleón? ¿El que renunció antes? El único rey que hemos tenido en serio es el dolor de la humillación, proveniente de algún jefazo de ese rey, que ninguno de nosotros conoce o verá.-
Las palabras del hombre sacudieron a Ichinén hondamente. El conocía reyes que habían peleado con sus soldados, codo con codo. Su padre mismo dirigió la lucha final contra los demonios invasores. Siguieron algunas otras opiniones, sobre altos impuestos, figuras reales que no gobernaban o que entregaban el poder a otros más fuertes. 
-Teníamos un rey que renunció, pero en vez de mejorar la cosa, solo empeoró. Vino el emperador, desde afuera y lo tomó prisionero. Ahora que nos declaramos independientes, quieren venir a tomarnos en nombre de una nobleza muy acomodada. Acá tenemos hambre de pan, si, pero más que nada hambre de poder hacer lo que nos dé la gana.-
Teban le había explicado brevemente lo que había averiguado. En otro continente, un invasor extranjero invadió las tierras del rey de esta gente. Pero eso además, no era lo único. En esas tierras les cobraban impuestos, sacaban recursos; todo en nombre de un rey que no reinaba y que al primer golpe del invasor, salió corriendo debajo del lecho. Ichinén continuó escuchando, interesado y un poco entendiendo la furia de esa gente. Algo que Ichinén no entendía para nada era como había esclavo en un lugar donde el rey no estaba presente. En las tierras de Azalays o en algunos otros, solo había sirvientes no esclavos. En reinos más salvajes, como las tierras del meridional o quizás en Desertus, la esclavitud era algo que se estilaba usar. Aunque dependiendo del gobernante, podía ser una terrible esclavitud o una más llevadera. No habiendo tanta diferencia entre un sirviente pagado con un esclavo bien tratado. Bien la diferencia podía ser meramente semántica, a entender de Ichinén, pero a efectos prácticos la esclavitud no era bien vista en continente nativo. 
Con curiosidad, se acercó adonde estaba la mujer del ejército. Su rostro oscuro, su expresión recia, aunque algo distendida. La mujer lo miró desconfiada, Ichinén se disculpó por importunarla. 
-¿Es usted noble, cierto?-
La sorpresa de Ichinén fue cómica al parecer, la mujer a poco de decirlo.
-He servido con señoritos muy elegantes, se reconocer alguien de buena educación.-
Ichinén le debió reconocer que estaba en lo cierto, era de noble cuna. 
-¿Y qué hace un noble peleando contra otro rey? ¿O es cierto que los franceses quieren pelear por América para oponerse a España?-
Para ser solamente soldados, estaban muy bien informados, creyó Ichinén.
-Algo de eso, quizás, pero tengo mis propias razones. Yo puedo preguntarle lo mismo, al ser la única mujer.-
-Soy una esclava. Me presenté voluntaria para pelear, por eso soy libre ahora. Si ganan los godos, todos los esclavos libertos, será encadenados de vuelta. Y en mi caso, me harán cosas peores.-
Diciendo esto, la mujer se levantó un costado del uniforme y le mostró una marca que cruzaba a la altura de su riñón. 
-Algunas otras marcas que el amo me dejó, no están a la vista o no es decente mostrarlas. Los amos pueden hacer lo que desean con sus esclavos. Si me matan en combate, al menos no será un final de rodillas.-
Ichinén sintió un gran nudo en el estómago, sabiendo lo que alguien con poder podía hacer. Aunque no había esclavos en su tierra, conocía de buena fuente que algunos nobles se abusaban con los sirvientes, apoyados en su posición de poder.
-¿Usted ha tenido esclavos?-
Ichinén confesó que tenía gente que le servía, pero estos no eran esclavos. 
-Jamás haría algo así o permitiría que lo hicieron en mi ducado.-ratificó el guerrero.
-Supongo que usted sería un buen amo, pero amo al final, no le dejaría su libertad a los que tiene como esclavos.-
-En mis tierras no se permite eso.-
-Cierto que es francés.-
Ichinén iba a corregirla, pero entendió que eso no era lo mejor. Igualmente, como fuera, esa tierra que nombraban; tenía cosas en común con la suya. Una al menos.
-¿Cómo es su gracia?-inquirió la mujer.
Ichinén creyó que se refería a algún chiste habitual que debía hacer, pero luego entendió que le preguntaba su nombre.
-Dai Ichinén.-respondió el guerrero en tono solemne.
-Josefa yo soy. Extraño nombre francés, debe ser de una colonia. ¿Si?-
-Si, no es de ese origen, sino de otra tierra.-
Un sargento apareció para llamar a varios a entrenar, Ichinén era uno de los convocados. Odiaba las armas de fuego y no se mostró muy interesado en aprender a tirar, pero aun así lo hizo con cierta decencia. Las habilidades de combate que tenía, sorprendieron a más de uno, que cayó desprevenido. Era claro para el guerrero que en este mundo, no conocían el concepto de Aiki. Era diez de enero, cuando Ichinén llegó. El 18 de ese mes, su columna inició la marcha. El guerrero se sentía ambivalente con respecto a su intervención, aunque sentía empatía por esa lucha por la libertad, sentía que no era su lugar entrometerse. El ejército emprendió el camino y los ánimos parecieron encenderse. Lo que pareció hasta el momento, una silencioso y expectante tropa, era ahora un brazo firme que cruzaba los Andes con decisión. Al marchar, pasó junto al general, al lado de su mula, con una mano en el estómago.
-Es la hora, amigo.-expresó el general, a punto de montar.
-Si, lo es.-respondió Ichinén, amagando en ayudarlo a montar.
El general se aferró a la rienda pero se dobló nomás de hacer un esfuerzo.
-Está bien, mi general?-inquirió el soldado más cercano, con gran preocupación.
-Estoy bien, es solo esta úlcera.-
-¿Lo vio el doctor James?-preguntó Ichinén, refiriéndose al médico de la campaña.
-No es nada, ya pasa.-respondió el jefe mayor.
-¿Es seguro hacer esta campaña con esa dolencia?-interrogó el guerrero al general.
-No lo es, amigo mío. Pero si no la realizamos ahora, todo se lo lleva el diablo.-respondió el general, montando finalmente su animal y avanzando.
Viendo el reto por delante y la firmeza en los ojos de los soldados, el tesón del general comprometido hasta la sangre por su causa, el deseo de libertad de toda esa gente; Ichinén no pudo hacer otra cosa que apoyar con todo esa empresa.
Caminó con el resto de la tropa, mientras su mula asignada, llevaba una caja de madera, desde donde reposaba Teban, arropada con algo llamado “poncho”.
-¿Estás listo para esta aventura, Ichinén? ¿No le tenés miedo a la altura?-
-Si, Teban, estoy listo. No temo a la montaña, pero si siento pena por el enemigo que encontremos.-
El gato alzó la cabeza y descubrió parte de su cuerpo del poncho, no entendiendo de que hablaba el guerrero.
-Pobre enemigo al que enfrentaremos.-continuó Ichinén.-Con tamaña determinación les veo poco futuro.-
Las montañas se alzaban ante el ejército que serpenteaba por sus estrechos senderos. Las piedras en el camino no eran obstáculos, todo el terreno era solo la plataforma de despegue para el ejército libertador.