2/28/2023

73-La ira

 

El rey de Azaláys comenzó siendo el hijo de un duque de ese reino. Había comenzado como un solitario caminante que se puso en pie para ir en pos de la tierra de Kosen Rufu. Por el camino se encontró a un gato que lo guía a través de portales de mundos. Encontró a los tres maestros y a la princesa de la tierra buscada. Por el trayecto se han unido más. Miles se han sumado a sus filas, de distintos reinos del continente, de  diferentes mundos. Ichinén cabalga junto a su compañera Victoria, como perdido en sus recuerdos.

-Tenés la expresión de alguien que no sabe como seguir adelante. ¿Estás bien?-inquirió la joven princesa de Kosen Rufu.

Ichinén salió en un segundo de su letargo mental, como si se hubiera pinchado como una pompa de jabón. 

-Si, estoy muy bien.-

-Avisale a tu rostro. No parece la expresión de alguien que acaba de ser coronado rey.-

El reciente rey hizo un gesto al costado y media sonrisa.

-Lo sé, solo estaba pensando en mi padre. Como lo obsesionaba que lograra este objetivo que hoy simplemente se dio.-

-¿Y eso te parece fácil?-

-No, no digo que haya sido fácil…-

-Todo lo que vivimos, todo lo que pasamos desde que saliste del barco que se hundía; nos trajo hasta aquí. Y eso no es cosa de nada.-

-No es por eso. Es que mi padre tenía esta profecía, ese vaticinio que te comenté, sobre mi futuro. Todo lo que hizo y dejo de hacer era para llevarlo a la realidad. Cuando ocurrió el gran caos, el cataclismo, esperaba que yo ganara todas las batallas. Algo que simplemente no sucedió, los demonios nos sobrepasaron y fuimos diezmados.-

-No sé lo que decía esa profecía…-

-“Es el séptimo hijo de un séptimo hijo. Tres coronas hay en su camino. Tres pueblos lo aclamaran rey. Amado por cuatro reinas, odiado por dos reyes, será príncipe del universo. Llamado el hijo de la tierra. El lobo de Menkalinam. Tendrá otro dado por un venerable. Su nombre igualado con decisión. Viajará donde ningún otro ha llegado antes. Vencerá a los monstruos arcanos para siempre. Y Dará todo, incluso su vida, por su pueblo.”-citó Ichinén y dejó un segundo de pausa antes de continuar.-Me llamaron el lobo de Menkalinam porque mi padre lo fomentó, el nombre de Ichinén me lo dio el daishonin cuando era niño, algo que me enteré ahora que lo conocí de adulto. Mi padre creía que eso era mi destino, cuando todo se vino abajo en este mundo, descubrí que era todo una falacia, una quimera.-

-Puede que hubiera algo de profecía autocumplida en eso del nombre y el sobrenombre. Pero otras cosas sucedieron, solo que no en el tiempo que esperaba tu padre.-

Ichinén asintió y le dedicó una sonrisa a Victoria, ella la devolvió resplandeciente. Se notaba la esperanza del continente en esa caravana, en el espíritu de toda la gente que seguía al rey de Azaláys.

Yendo al norte por las rutas que conducían a Menkalinam, mucha más gente se les unió. Estando cerca del Kaikán derruido, hogar del duque y ahora rey, Malcolm se acercó a la comitiva real. Elintari se removió incómoda, el hechicero la inquietaba. Aunque debía reconocer que la aparición de Victoria la ponía más que nerviosa.

-Su alteza Ichinén, debo notificarlo de una sensación…-

-Malcolm. Por favor, sin tanta pompa.-

-Muy bien, como desee. Algo ocurre en las ruinas de ese castillo.-

Ichinén miró hacía el valle donde se encontraba el Kaikán en ruinas, el castillo de su padre.

-¿Qué quieres decir?-

-No puedo definirlo, pero una presencia muy oscura está habitando ahí. Algo muy oscuro repta en esas ruinas.-

El guerrero sintió un escalofrío por la espalda pero lo ignoró. Se debatió un segundo sobre si ignorarlo. Pero no podía dejar ese asunto sin revisar. Si algo había en el hogar de su infancia, debía saber que era. 

-Sé muy bien que era el castillo de tu familia, por eso creí conveniente informarte. Aunque no sé si debas ir.-

Ichinén se lo pensó un segundo nomás.

-Iré, pero lo haré solo.-

-¿La corona te está haciendo pensar ridiculeces o es un efecto de las peleas recientes? ¿Cómo vas a ir solo?-le espetó Victoria con tono más que irónico.

-No quiero que nadie más se arriesgue por un asunto que es más que personal. Si algún ser oscuro vive ahí, quizás no haga falta hacer nada. Esas ruinas ya son solo eso, puede quedarse en ellas.-

Cuando el guerrero bajó del caballo y se puso en camino, notó que Victoria iba con él. Ichinén la miró seriamente y ella se la devolvió aún más seria.

-¿Qué? Soy princesa de Kosen Rufu. No me podés dar órdenes a mí. Así que olvídate de todo ese protocolo azalayano, que a mí no me va para nada.-

-Podría hacer que te llevaran en andas los soldados.-

-¿Querés perder soldados? Yo no lo recomendaría.-

Ichinén levantó la mano en un gesto de resignación y le indicó que lo siguiera. Se encaminaron por un sendero que los fue llevando por el valle, hasta encontrar el castillo derruido.

-Siento algo extraño aquí, aunque no soy muy de la percepción.-comentó Ichinén, algo sorprendido.

Si aún él que no era muy perceptivo, sentía algo extraño allí, es que debía haberlo. Tomando en cuenta que ver su hogar en ruinas ya era bastante shockeante, esperaba no estar confundiendo esas sensaciones con lo que posiblemente encontraran.

El salón por el que entraron tenía medio vitral aun sano, la escalera doble se encontraba intacta en un solo tramo, las paredes tenían muchos agujeros como si monstruos gigantes hubieran batallado en el interior. La suciedad cubría la hermosa losa del piso, el mismo por el que había aprendido a gatear y luego caminar. Esquivó todas esas sensaciones que le producían los recuerdos. Al encontrar un hoyo en el piso de madera de la otra parte del salón, algo lo instó a bajar, esa presencia oscura era más fuerte ahí abajo.

Al descender al subsuelo como podían entre la pila de escombros que usaron para descender, la oscuridad era real y concreta. No se veía ni las palmas de las manos de centímetros del rostro. Ichinén había previsto esta contingencia y se tomó unos minutos en prender la antorcha que había traído. Al prenderla, algo más se pudo ver. Pero una fuerza hacía más profunda las penumbras.

-¿Qué fue lo que ha pasado aquí?-se asombró Victoria al ver marcas en el suelo.

Un siseo espeluznante se sintió por lo bajo. Ambos se giraron a las sombras, pero no pudieron ver nada.

-Ichinéeeeen. Vienes a molestar, siempre el molesto Ichinén.-se escuchó decir a una voz gutural y ominosa.

El guerrero estaba por decir lo obvio, pero se lo calló. No estaban solos en ese subsuelo.