La
reina solicitó que todos los de su consejo privado se reunieran en el salón. La
convocatoria fue una mera cuestión de rutina, pero a Ichinén le parecía muy
agradable todo aquello. Tres meses después de haber llegado a ese mundo y
luchado con el monstruo que lo había dejado varado, era parte del consejo de la
reina Innocenza. Valdemar le clavaba la vista como si lo quisiera analizar o
traspasar, nunca estaba seguro. Lo que si estaba constatado era la animosidad
que el físico de la reina le tenía al guerrero. Al salir del salón, lo atajó en
la salida.
-Ichinén,
camina conmigo.-le dijo, para invitarlo a pasear por el exterior del castillo.
El
jardín de ligustrinas fue el marco de ese intercambio de palabras.
-Espero
que sepas bien de que estás hablando cuando aconsejas a la reina.-
-Se
muy bien de lo que hablo, mi padre…-
-Si,
ya te oí la historia de tu padre el duque de no sé donde, en el reino de no me
acuerdo cuanto y en un mundo que jamás veremos.-
-Estoy
seguro que no lo verás, fue destruido. Hoy debe ser un páramo desolado,
formando parte del estado de Infierno.-
-Eso
no es muy tranquilizador como verás, si no pudiste evitar la destrucción de tu
mundo, temo por el futuro del nuestro.-
-No
soy yo quien trajo a Rokuten, él ya era un enemigo de tu reino, de tu mundo en
su totalidad.-
Valdemar
no hizo más que un gesto de desdén, pero se abstuvo de replicar. La mirada se
le perdió en el horizonte.
-La
reina no se contiene de hablar maravillas de ti. De lo mucho que sabes, de lo
valiente que eres, de lo educado. Todo parece demasiado agradable.-
-¿Eso
te vuelve desconfiado de mi? Puedo asegurarte…-
-Mi
opinión sobre ti, no es lo que me interesa discutir. Pero en estos meses que
has estado con nosotros. La reina te ve como una buena y nueva adición a sus
allegados. Creo que un poco demasiado. Tal vez solo sea una fascinación momentánea
o quizás algo más. No lo puedo asegurar aun.-
-Intento
ayudar, hasta que encuentre la forma de volver con mis amigos y poder…-
-Eso
no me resulta muy cierto, no has hecho ningún intento de regresar o buscar la
forma de hacerlo. Puede que te mientas a ti mismo, pero conmigo no lo hagas,
Ichinén.-
-No
estoy mintiendo…-
-Si,
claramente, puedo verlo.-ironizó el hombre, para luego cambiar bruscamente el
tono.-Quiero que vayas con cuidado, la reina es muy ingenua en muchos aspectos
aunque su educación la instruyó en no ser ilusa. Ella puede creer que eres un
hombre maravilloso, pero yo no te veo de esa forma.-
-¿Cómo
me ves, Valdemar?-
-Cuando
te veo, vislumbro problemas. Y si tu siguiente pregunta es, si hay algo que puedas
hacer para que cambie de parecer, la respuesta es nada. Solo ten cuidado con lo
que haces, voy a estar echándote dos ojos, como ventosa de pulpo.-
Ichinén
no supo que responder ante el comentario del hombre y esa inmovilidad momentánea
fue aprovechada por el otro para hacer su salida por el costado del jardín.
Días
después, Ichinén seguía sintiendo los ojos de Valdemar clavados en la nuca. La
reina por otra parte se deshacía en elogios. Tanto que en un descanso con sus
damas de compañía, las hizo salir para hablar en privado con él. Esto puso algo
incómodo al guerrero, que ya sentía claramente cual era la cierta fascinación
que el científico había referido.
-Cuentame,
Ichinén, cuéntame nuevamente sobre tu mundo.-
-Bien,
más de lo que dije, no queda mucho para decir. La región en que me crié era una zona de bosques, que en
algún punto se vuelven bastantes salvajes y selváticos. En algunas zonas, no
se ha explorado del todo y cualquier criatura podría existir sin que mi padre o
nadie de la corte lo supiera.-
-¿Te
resulta doloroso hablar de ello? Debido a lo que me dijiste sobre su destino. ¿No
es así?-
-Un
poco.-
-Entonces,
cambiemos el tema.-
La
sonrisa de Innocenza le quitaba esa telaraña emocional que se cernía sobre su
alma cada vez que recordaba el pasado, el hogar perdido. Estos ojos tampoco lo
dejaban de observar en todo momento, pero con otro sentir. Eran los que a
Ichinén le hacían tambalear el espíritu. Innocenza lo miraba y él sentía que
cada vez estaba más lejos Kosen Rufu. Le parecía que mientras más tiempo pasara
bajo esa mirada, menos intenciones tendría de irse cuando encontrara a sus
amigos. O ellos lo encontraran a él. No podía decir que no le gustaban las
atenciones que la reina tenía para con él, ni tampoco podía negar que le
parecía muy agradable su vivacidad y su firmeza. Era una persona con ternura y carácter
estricto, matizándolo de una forma tan acorde, como nadie que él hubiera
conocido. Ichinén no era inmune a esa influencia, pero esto le generaba
sentimientos encontrados. Se parecía mucho a Victoria, pero a la vez no. Por lo
menos, no es su personalidad. Aunque detrás de esas diferencias, hubiera un
mismo denominador común, eran dos personas bien diferentes. Precisamente que él
pensaba en su compañera de viaje, Innocenza pareció leerle la mente y le pidió
que hablara sobre ella.
-Cuentame
entonces sobre mi otra versión, con la que viajabas, Victoria. ¿Es igual a mí? ¿Es
atractiva?-
-Si,
lo es. Bueno, creo que según los gustos de mi mundo, lo es.-
-¿Te
atrae como mujer?-
Esto
dejó un poco desconcertado y muy incómodo al guerrero. Solo pudo balbucear,
dudar y mostrarse como si fuera mudo. La reina se largó a reír, como si él
hubiera relatado una broma.
-No,
digo, no es que no la vea como una atractiva mujer, que lo es. Pero ella no es
mi pareja ni intento que lo sea.-
-Una
vez me dijiste que era un poco incordiante. ¿Yo te parezco incordiante como
ella?-
-No,
mi reina.-
-¿Y
atractiva?-
-No,
mi reina.-
-¿No
te parezco atractiva?-
El
nerviosismo verbal de Ichinén alcanzó nuevos niveles, estaba caminando por un
terreno que cambiaba de lugar como si hubiera gusanos bajo esas arenas
movedizas sobre las que andaba. Esto parecía divertir más aun a la mujer.
-No,
quiero decir, que no me parece que mi reina sea más atractiva que ella. Digo,
Victoria no es tan atractiva…-
Se
frenó, sintiéndose un inútil para expresarse. La reina levantó la mano para
indicar que no requería de mayores explicaciones.
-Estoy
yendo hoy a escalar el monte de plata, uno de los más hermosos parajes que
tenemos aquí. Es un buen paseo, que cada tanto me gusta hacerlo.-
-¿Hasta
qué altitud, mi reina?-
-Tan
alto como pueda.-
-Puede
que las nieves de altura le impidan el paso, quizás si lo hace más avanzado la
estación calurosa, entonces pueda…-
-No,
no quiero esperar. Partiré mañana por la mañana, dejó todo lo que es decisiones
de Estado en manos de Valdemar y otros consejeros. Es mi retiro anual en
solitario. Hay cosas que una reina precisa meditar, cada cierto tiempo.-
-¿Lo
planea hacer sola?-
Esto
pareció sorprender a la reina, desacostumbrada a que alguien se asombrara de
sus acciones o planteara cuestiones al respecto.
-Así
es, Ichinén. ¿No te parece correcto?-
-Debo
ser honesto y decir que no, la reina paseando sola sin protección, no es muy
tranquilizador para mí.-
-Por
suerte, esa decisión solo recae en mí. Mis acciones son puramente cuestión
personal, sin que nadie pueda interferir. Pero igualmente, te agradezco la
preocupación, Ichinén.-
La reina le hizo una seña de que podía retirarse y el guerrero tardó un segundo más de lo que el protocolo indicaba en hacerlo. La falta de costumbre ante la forma de hacer las cosas en ese mundo, era algo que irritaba sobremanera a Valdemar sobre él. Pero la reina lo toleraba con férrea paciencia, incluso le resultaba agradable.
La reina le hizo una seña de que podía retirarse y el guerrero tardó un segundo más de lo que el protocolo indicaba en hacerlo. La falta de costumbre ante la forma de hacer las cosas en ese mundo, era algo que irritaba sobremanera a Valdemar sobre él. Pero la reina lo toleraba con férrea paciencia, incluso le resultaba agradable.
La
mañana siguiente, Innocenza cabalgó hasta la base del monte, siguió todo lo que
pudo hasta que debió continuar a pie. Nunca notó que una figura encapuchada la
seguía desde lejos. Usando la sombra de un arbusto, Ichinén se mantenía fuera
de la vista de la soberana. Estaba tratando de no importunar el retiro que ella
requería, pero las palabras de Valdemar habían calado hondo en su ser. La reina
corría peligro, eso le había dicho. Rokuten y algunos otros enemigos le
deseaban el mal, a ella y a su reino.
Todo
el tiempo, pasando el mediodía, siguió caminando. Hasta que se encontró con una
parte de roca, donde había algo de nieve desperdigada. Ya no estaba tan lejos
la cumbre, aunque ya parecía querer anochecer. Intentó escalar, pero el
pantalón que se había puesto no era tan ajustado como hubiera sido lo más
indicado. Es por esta razón que en la saliente de una roca, la tela se enganchó
y la hizo perder estabilidad. Trató de frenar su caída o rodaría ladera abajo.
La caída no la mataría, pero puede que si lo hicieran los numerosos tumbos que
daría en el trayecto hacia abajo. Tironeó con sus dedos, pero no logró otra
cosa que cortárselos, una roca filosa le produjo una laceración en el brazo izquierdo.
La sangre manó profusamente y solo un brazo parecía servirle para sujetarse. Debido
al dolor, no estaba muy segura de poder trepar con esa herida, no fácilmente al
menos.
-Mi
reina, aquí, deme la mano.-
Ichinén
le tendía el brazo para sacarla del risco. Estiró el que estaba cortado,
doliendo terriblemente. Cuando estuvo a salvo, el agradecimiento dio paso a la
ofuscación.
-Has
importunado mi retiro privado, Ichinén. Debería castigarte cuando regresemos.-
-Si,
lo sé. Es una desobediencia mía, hecha a conciencia para salvar de sí misma a una
reina imprudente. Ahora, veamos esa herida. No me gusta para nada.-
-Esto
es un ultraje, guerrero. Te ordeno retirarte.-
-Lo
haré, luego de ver esa herida.-
La
pose de la reina, parecía no querer ceder. Ichinén hizo un gesto impaciente
como que ya no estaba como para chiquilinadas.
-Vamos,
esa herida puede hacerle perder tanta sangre que no podrías bajar sola.-
-No
requiero de tu asistencia…-
-Uff,
en esto si se parecen con Victoria, ambas igual de tozudas.-
-¿Cómo
osas? Eres un impertinente, Ichinén. Te voy a hacer exiliar de castigo, no
tienes ningún derecho…-
-Si
así le parece, mi reina. Puede exiliarme y buscaré mi camino al mundo del que
provengo, ya me demoré bastante. Incluso Valdemar me lo ha hecho notar. Pero
mientras tanto, voy a curar esa herida y luego acataré cualquier penitencia.-
Si
Innocenza era tozuda, no tenía claro que Ichinén significaba “Determinación
certera”, no por nada. La llevó a un hueco en la roca, que no llegaba a ser
calificado como cueva, pero que bien podía servirles de refugio. La curó y le
aplicó presión, hasta frenar la hemorragia. Lavó y vendó la cortadura.
Innocenza no cambió su expresión de enojo en ningún momento. Ichinén dijo que
buscaría para hacer fuego, pero ella lo vio irse y ni le respondió.
Cuando
volvió y consiguió encenderlo, la noche ya se les había venido encima. Ella
continuaba sin dirigirle la palabra.
-Puedo
irme ahora y esperar su retorno en el castillo, para que me castigue a gusto.
Pero me parece que con esa herida no podrá seguir sin ayuda. No entiendo esta
costumbre de realizar un viaje tan peligroso sin la debida preparación o
equipo.-
-Es
un viaje espiritual para saber valerse solo o reafírmarlo.-le respondió la
reina.-Pero creo que un salvaje como tu, no puede comprenderlo.-
-Veo
que esa civilización a la que se encolumna le enseña a ser agradecida, mi
reina. Creo que eso será suficiente castigo para mí, ser despreciado por
intentar ayudar.-
-Estoy
muy enojada, tengo derecho, interferiste con mi acto de autosuficiencia. Y
además, tengo frío.-
Ichinén
se levantó de donde estaba sentado y le llevó su abrigo.
-No,
no lo quiero, tampoco tendrás con que taparte luego.-
-Tengo
otra manta, en la bolsa que traje, vine preparado para cualquier cosa. A diferencia
de su majestad.-
Innocenza
entrecerró los ojos, acusando recibo de la ironía.
-Si
no fuera por tus buenas intenciones, te haría azotar, Ichinén.-
-Aun
puede hacerlo, aunque francamente deseo que no lo haga. Lamento haber
desobedecido, pero creo que hice lo correcto y no tengo arrepentimientos con
eso.-
La
reina lo miró mientras la tapaba y atizaba el fuego.
-¿Si
te ordeno algo ahora, lo acatarías?-
-Si,
eso sirve de algo. Por lo menos, para demostrar que estoy a su disposición,
majestad.-
-Ven
aquí, Ichinén. El frío es doloroso.-
El
guerrero se acercó sin saber o meditar que podía requerir de él. Cuando estuvo
muy cerca a la reina, se detuvo a comprobar que estaba bien cobijada. Innocenza
lo tironeó de la ropa y lo besó. Él no supo que más hacer que no fuera aceptar
ese beso, dándose cuenta al momento que le había resultado más que ansiado.
-Necesito
de tu calor.-
Abriéndose
un poco la ropa lo invitó a besarla, tapados debajo de la manta. Ichinén sintió
algo contradictorio en ese momento, el deseo y la advertencia. Pero no saber
que podía estar preocupándolo a futuro, solo dejó lugar para el deseo. Se
acostó junto a Innocenza, que lo guiaba a yacer a su lado. La besó largamente y
el universo comenzó a girar únicamente en torno a esa reina que lo gobernaba.
El resto del mundo, cualquier otro mundo, le era totalmente ajeno y distante.
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