El
joven se adentró en el gran salón, todos los rostros de los presentes giraron a
contemplar su entrada. Las mujeres se removieron inquietas. El hijo del noble
señor honraba la fiesta con su presencia. Abanicos agitados, miradas
indiscretas, murmullos ambiguos. El joven se daba cuenta de todo esto y no le
interesaba. Tenía todo lo que deseaba. Eran los preparativos para su boda, la
fiesta donde se anunciaba el compromiso. Todo se encontraba arreglado y conforme
a sus deseos. El joven noble recorrió el salón saludando con inclinaciones de
cabeza. Los hombres le demostraban respeto, aunque por detrás del rostro
amigable existieran rencillas subyacentes. Las mujeres, mayores o más jóvenes,
cuchicheaban entre sí. El joven sabía que el interés era por el rango y la
fortuna. A él le gustaría tener a cualquiera de esas señoritas, pero eso no
solo no agradaría a su prometida, sino que tendría que escuchar a su padre. “No
arruines esta oportunidad de alianza”. El duque exigía a su hijo que fuera un
objeto para forjar alianzas con su matrimonio y poder solucionar los problemas
financieros que estaba teniendo su ducado. Las mujeres se le fueron acercando
por turnos y paulatinamente, educadamente, el hijo del duque fue liberándose de
unas y otras. La fiesta continuó como si las miradas de los hombres no fueran
puñales por la espalda. Los bailes se sucedieron, pero la prometida llegó sobre
el final. Cuando el joven la vio, solo un pensamiento ocupaba su mente, estar
con ella a solas. Esto solo fue posible media hora después de la exhibición de
rigor. Escondidos entre dos tapices del corredor, se besaban apasionadamente.
Ella tocaba la espalda del joven por debajo de las ropas y el buscaba la forma
más rápida de desnudar a su pareja. El deseo lo controlaba. Corriendo fueron a
buscar un lugar más cómodo. En un balcón encontraron la intimidad que anhelaban,
la pasión los inflamó y el ardor se hizo…
-No,
eso no ocurrió de esa manera.-exclamó Ichinén para sí mismo.-Esto es todo
mentira.-
Lo
recordaba perfectamente, mientras se encontraban en el pasillo, los enemigos
entraban por el umbral del castillo. Mientras llegaban al balcón, comenzaban a
tomar su hogar. Su prometida había fraguado la caída de su casa y la
introducción del enemigo en su refugio. Eso no sirvió de mucho, ya que ella fue
traicionada a su vez, por esos mismos enemigos. Mientras que él llegaba al
estado de infierno.
-Esto
no está ocurriendo realmente, nunca ocurrió así. Es solo una ilusión.-reafirmó
el guerrero.
-Pero
podría haber ocurrido así.-le replicó Rokuten.
Ichinén
se vio frente al rey demonio del sexto cielo, en un salón completamente blanco
de su palacio.
-¿Esto
es un intento de soborno para que abandone la búsqueda de Kosen Rufu?-
-Solo
intento mostrarte que hubiera pasado si no hubieras sido tan iluso y podés
volver atrás para enmendar los errores. Podrías tener a tu prometida de nuevo.-
Ichinén
juntó las manos entrelazando los dedos, casi como en un rezo, pero apuntando al
suelo.
-Desconoces
como soy ahora, Rey Demonio, si crees que deseo regresar con ella. Yo no era la
persona que soy hoy, y de hecho, no me gustaba la persona que era entonces
estando con ella.-
-Tendrías
tu hogar de nuevo, tu familia.-
Ichinén
frunció el ceño y lo miró de hito en hito.
-¿Por
qué tanto empeño en que no siga el camino a Kosen Rufu? ¿Dónde están mis
amigos?-
Rokuten
se acercó, moviéndose alrededor de Ichinén.
-Están
aquí, en su propio deseo particular.-
Al
decir esto, Ichinén vio las figuras de Teban y Dulce, durmiendo plácidamente,
como solo los gatos pueden hacer.
-El
deseo de los gatos es simple de complacer, aunque sean criaturas muy
poderosas.-comentó el Rey Demonio.
-¿Y
Victoria? ¿Qué hiciste con Victoria?-
-Yo
no hice nada con ella. La pregunta es que hizo ella con ella misma. Poco te
podría importar esa mujer, si aceptas mi oferta.-
-Nunca
hubiera sufrido en el estado de infierno, pero así nunca hubiera encontrado la
espada de la ley, nunca tendría a Daimoku.-
De
repente, Ichinén recordó su espada y descubrió que no la tenía. Al mirar a su
costado la espada en su funda se hizo visible, tal como había ocurrido con los
dos gatos durmiendo.
-Ocultas
lo importante con ilusiones. Me tomás por un simple mortal que puede ser
engañado.-
-Te
tomo por una persona sensata, Ichinén. Una con la que se puede lograr una clase
de acuerdo.-sentenció Rokuten.
Ichinén
extrajo la espada de la vaina y la blandió, haciendo que el sonido de Nam Myoho
Rengue Kyo inundara todo el palacio de los deseos, haciéndolo temblar hasta los
cimientos.
-¿Sería
sensato si me doblego y abandono la lucha por alcanzar Kosen Rufu? ¿Si dejo a
su suerte a mis amigos y huyo por una ilusión? Prefiero seguir siendo lo más
temerario posible.-
-Idiota!
Podría cumplir tus deseos.-
Ichinén
se puso en guardia y levantó la espalda, presto a golpear.
-Mi
único deseo ahora, es encontrar a Victoria y que todos mis amigos salgamos de
aquí.-masculló entre dientes.
Ichinén
golpeó contra una pared, que de tan blanca se descompuso en millones de colores
fragmentados. Detrás vio a Victoria sobre una especie de asiento largo, inclinada
de costado sobre una corta cama antigua con alto espaldar. El lugar estaba
profusamente decorado con cortinas ocre y alfombras gigantes de color bordó. El
guerrero corrió junto a ella e intentó despertarla.
-Soy
la reina y protegeré con mi vida a la gente de mi pueblo, por esto voy a darla
en bien de todos aquellos…-murmuró entre sueños, pero el guerrero continuó moviéndola
hasta que rompió la ilusión del sueño.
Cuando
ella reaccionó y reconoció a Ichinén, se levantó de un salto. Sacando la espada
a su vez. Ambas armas, la de Ichinén y ella, resplandecieron al unísono, como brillando en
un latido. El guerrero la miró sorprendido desde la cabeza a los pies.
-Tu
espada…-
-La
tuya no es la única espada de la ley, Ichinén. Existen tres, Daimoku es la más
poderosa, pero esta es la que más filo tiene. Su nombre es Karma.-explicó
Victoria.
En
ese instante entró en la sala el señor del palacio, hecho una furia.
-¿Creen
que reunirse los hace más fuertes? Nunca van a poder escapar de mi palacio,
cada rincón está custodiado, cada salida está sellada, cada ventana cerrada.-amenazó
alzando una mano hacia ellos.
Ichinén
se apegó la espada al cuerpo, como listo a estoquear.
-Entonces,
inventaremos una salida.-
El
guerrero se lanzó contra el Rey Demonio, haciendo un arco con Daimoku en el
aire. La figura de Rokuten se desvaneció como otras ilusiones de ese lugar y
reapareció en un balcón arriba de ellos.
Ichinén
y Victoria agarraron cada uno a un gato y lo despertaron.
-Estoy
despierto, estoy despierto.-maulló Teban rápidamente, para evitar que lo
siguieran sacudiendo.
Los
balcones aledaños y los costados del salón comenzaban a llenarse de esbirros
del Rey Demonio.
-Tenemos
que salir de aquí rápido o no vamos poder con todos, no durante mucho tiempo al
menos.-dijo Victoria, mirando alrededor.
-Una
espada de la ley me permitió romper la pared y encontrarte. Dos bien pueden
crear una salida de este lugar.-acotó Ichinén.
El
guerrero emprendió una corrida, agitando a Daimoku a uno y otro costado. Pero
en vez de concentrarse en los enemigos, atacaba las columnas y paredes. Los
esbirros de Rokuten se miraron desconcertados y luego persiguieron al guerrero.
-Están
destruyendo mi palacio. Mátenlos!!!-gritó el Rey Demonio, más enfurecido que
nunca.
-Rompé
Ichinén, rompe.-gritó Teban, mientras saltaba de la cabeza de un demonio, para
rasguñar el rostro de otro.
Dulce,
no hacía honor a su nombre, por lo menos al entender de esos enemigos. Mientras
que Victoria, siguió la idea de Ichinén apenas entendió que pretendía. Fue ella
quien golpeó con su espada Karma, una pared que generó un ventarrón en la gran
sala.
-Victoria
encontró la salida!-gritó la gata y corrió en pos de su compañera.
Teban
también se encontraba, mientras que Ichinén tuvo que abrirse camino mediante
mandobles de Daimoku.
-Voy
a matarte Ichinén, y a todos aquellos que te siguen. Sos un hombre mortal y un
día llegarás a los reinos de mi dominio. Y ese día será el de mi venganza.-juró
con odio el Rey Demonio del sexto cielo, golpeando la baranda del balcón.
-Todos
deberemos morir alguna vez.-le respondió Ichinén antes de salir al exterior.
Los
cuatro compañeros se encontraban fuera del palacio de los deseos, pero este no
es un lugar común en nuestro universo. El cielo se extendía en todas las
direcciones. El vacío rodeaba todo el lugar, cascadas y ríos que surcaban por
allí, se perdían en el lejano infinito.
-Es
el infinito océano del universo. Podemos perdernos en esas aguas eternas e
interminables.-Explicó el gato.-Pero es eso o volver con los demonios.-
Ichinén
no se lo pensó mucho. Tomó a Teban bajo su brazo izquierdo y salió en carrera
hacia el borde del acantilado. Victoria lo imitó, haciendo lo mismo con Dulce,
mientras sentían todavía a Rokuten profiriendo maldiciones.
-Al
agua, gato.-comentó Ichinén un segundo antes de saltar al vacío del infinito.
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