Ichinén
y el primer maestro caminaron a la sombra de la Ceremonia en el aire. Los dos
felinos se habían quedado donde estaban, un poco más alejados, mientras el
guerrero y el príncipe conversaban al andar.
-Llegar
a esta tierra es importante para ti.-comentó el maestro, asentando un hecho.
Ichinén
solo pudo afirmar con un gesto que así era, ignoraba que más podía agregar al
respecto.
-Yo
me preguntaría cual es la razón por la que decidiste ir en busca de esa tierra.
¿Cuál es el motivo fundamental?-continuó el hombre.
El
guerrero no tenía respuesta para ello, parecía visto desde fuera como un mero
capricho, un arrebato emocional.
-El
tiempo para mi es algo ya trascendido. No me encuentro atado a él. De hecho,
estoy en este momento en la Ceremonia en el aire, a la vez que hablo contigo.-
Ichinén
no entendió como era eso posible, ni tampoco que relación tenía con su charla,
pero no dijo nada.
-Incluso
tú estás allí arriba, o lo estarás, Ichinén. Cuando el tiempo sea el correcto.
Esta es mi respuesta, para alguien que solo puede escuchar lo necesario para
seguir adelante, no para alguien que ya lo ha vivido. Es correcto lo que crees,
perteneces a Kosen Rufu, pero no porque provengas de allí. No hay un misterioso
origen, donde un ancestro tuyo provino de allí. No es tan así. Solo puedo
decirte que Kosen Rufu e Ichinén están entrelazados. No es vagamente
determinado tu camino allí. Es donde debes ir. Deberás confiar en mi sobre
esto, más no puedo decirte sobre ello.-
Ichinén
sonrió y lanzó un suspiro.
-¿Es
decir que debo ir allí?-
El
maestro hizo un parsimonioso gesto de gravedad, el cual preocupó al guerrero.
Era un augurio de malas noticias.
-Si,
así es. Pero no todo camino es claro, el tiempo tiene muchas vertientes y no
todas incluyen los mismos elementos. Solo puedo ver a través de las variables
que siempre te estará prohibido el ingreso a Kosen Rufu.-
El
guerrero se plantó y depositó su mano en el pomo de Daimoku.
-Ningún
obstáculo me impedirá entrar en la ciudad capital de Kosen Rufu. No importa
cuantos demonios se planten ante mí.-
-No
estoy seguro que sea una cuestión de inconvenientes. A veces el propio yo es
quien nos impide avanzar. Quizá seas vos mismo el que te impida entrar a la
ciudad. No puedo explicar lo que no entenderías, ni puedo ver lo que no está
aun naciente. Mucho te queda por recorrer, no es solo un camino difícil. Debes
esperar lo paradójico. Deberás aprender para poder continuar. Puede que te
pierdas, que el camino se estreche. Hay cuestiones que debo callar, la razón
por la que debes ir no puedo explicarla sin acaso anular tu motivo para llegar
allí.-
Ichinén
asintió en un voto de confianza en las palabras del maestro.
-Voy
a seguir. No sé como lo haré, pero veré eso paso sobre paso.-
El
príncipe asintió con alegre tranquilidad, como complacido. Las malas noticias
le embargaban el corazón de pena al guerrero, la duda era un dolor agudo para
Ichinén. Pero algo en los gestos del maestro, su presencia misma le daba esperanza. Sus palabras tenían algo que
Ichinén nunca había experimentado.
-Los
hombres querrían poseer algo que fuera
permanente, estable, eterno, no sujeto a cambio, que durara como todo cuanto es
eterno. Querrían imponer su voluntad al yo, para no experimentar penar ni dolor
ni lamentación ni desesperación. ¿Pero donde ven tal dominio de la
voluntad?-Dijo así el príncipe.
-Si
algo tengo creo que es voluntad, pero como muchos se han mofado, incluidos
algunos demonios; parezco necio de tan determinado a llegar a Kosen Rufu.-
-Un
necio conciente de su necedad es por tal razón un hombre sabio, pero el necio
que piensa que es un sabio es verdaderamente un necio.-
Las
palabras del primer maestro descolocaron a Ichinén. La fortaleza de los ataques
verbales negativos se evaporaban como agua hirviendo ante las del príncipe. La
sabiduría de este maestro vencía cualquier argumento de los demonios que el
guerrero hubiera escuchado.
-Seguramente,
los elementos más nefastos como Tenyi-Ma querrán oponerse a mí.-
El
príncipe afirmó con un gesto que aquello era correcto y agregó:
-Caminos
hay que conducen de las tinieblas a la luz y otros hay que conducen de la luz a
las tinieblas. Pero también ha caminos que de la oscuridad conducen a la
penumbra, otros que del alba llevan al hombre a la esplendente luz meridiana.
El sabio aprovechará la luz para intensificarla y avanzará constantemente en el
conocimiento de la verdad.-
El
guerrero apretó los dientes con rabia y casi lanzando un gruñido. El maestro le
puso una mano en el hombro para tranquilizarlo.
-Jamás
en este mundo los odios cesan con el odio. Cesan con la benevolencia: ésta es
una ley eterna.-
-Si,
maestro, no permitiré que me impidan lograr mi objetivo. Esa es mi función real
en la vida. Mi verdad.-
-Para
alcanzar la verdad es indispensable reconocer lo ilusorio de la
personalidad.-recomendó el príncipe.
-El
demonio del sexto cielo y su amenaza no tienen tanto de ilusorio.-
-Uno
debe considerar no lo malo de los otros ni lo que los otros han hecho o no han
hecho, sino lo que uno mismo hace o no hace.-
-Se
que en mi vida he cometido errores, fallos que me han llevado hasta el
infierno, donde encontré la espada de la ley…-
El
primer maestro levantó una mano ante si, mostrando la palma al guerrero y este
guardó silencio para escucharlo.
-Tu
mala acción no ha sido hecha por tu madre, ni por tu padre, ni por hermano, ni
por tu hermana, ni por tus amigos y compañeros, ni por tus parientes allegados,
ni por las divinidades; tú mismo has hecho tu mala acción, tú mismo recibirás
su fruto.-
Ichinén
bajó el rostro compungido, con gran arrepentimiento.
-Lo
sé, he sido imprudente, terco y algunas cosas más.-
-Uno
mismo hace el mal, uno mismo se corrompe; uno mismo deja de hacer el mal, uno
mismo se purifica; pureza y corrupción existen por uno mismo, nadie puede
purificar al otro.-
-A
veces siento que los enemigos son muy poderosos. ¿Cómo saber utilizar la
sabiduría para vencer?-
-Más
grande que la conquista en batalla de mil veces mil hombres, es la conquista de
uno mismo.-
-¿Debo
vencer sobre el mal en mi interior? ¿Cómo es posible identificarlo?-
-Fácil
es hacer lo malo y pernicioso para uno mismo: sumamente difícil, lo bueno y
saludable.-
-A
veces siento que no se nada, nada en absoluto. Sobre como hacer para lograr
esto que me aconsejas.-
-La
ignorancia es la más grande de las impurezas, la suprema impureza; librándose
de esta impureza, los hombres serán puros.-
Ichinén
comprendió aquello de lo que estaba hablando el príncipe.
-Debo
mejorar para ser capaz de alcanzar mi objetivo.-afirmó el guerrero.-Debo vencer
a esos demonios, tanto afuera como adentro.-
-No
existe fuego como la pasión, no existe demonio que se posesione de uno como el
odio, no existe red semejante al error, no existe correntada como el deseo.-
Ichinén
observó la ceremonia en el aire, con añoranza. El maestro siguió hablando,
mientras el guerrero callaba.
-El
nacimiento es causado por la existencia. La existencia es causada por el apego.
El apego es causado por el deseo. El deseo es causado por la sensación. La
sensación es causada por el contacto. El contacto es causado por los sentidos.
Los sentidos son causados por el nombre y la forma, es decir, la
individualidad. El nombre y la forma son causados por la conciencia. La
conciencia es causada por los residuos kármicos, fruto de los pecados cometidos
en vidas pasadas. Debes desprenderte de muchos lastres, incluso de la propia
idea de llegar a Kosen Rufu, ese puede ser un obstáculo inclusive.Quizá debas
hacer algo que es lo correcto pero que no lo parece ante concepciones
superficiales. No es posible encaminarse a pie firme por el recto sendero, sin
haber arrojado antes el embarazoso lastre de las pasiones egoístas.-
El
guerrero se giró sobre si mismo y observó al horizonte, donde Teban y Dulce,
sus dos felinos amigos retozaban al sol.
-¿Debería
incumplir mi palabra?-
-Por
el contrario. Como una bella flor, llena de colorido pero sin perfume, así es
estéril la palabra hermosa del que no actúa conforme a ella. Como una bella
flor, llena de colorido y con perfume, así es fecunda la palabra hermosa del
que actúa conforme a ella.-
-Quisiera
saber que hacer para así enmendar mis errores en el pasado.-
-El
que actúa mal se atormenta en este mundo, se atormenta en el otro, se atormenta en ambos mundos; se atormenta
pensando: “He hecho una mala acción”; y se atormenta más al llegar a un estado
de mísera existencia. El que actúa bien goza en este mundo: “He hecho una buena acción”, y goza más al
llegar un estado de feliz existencia.-
-Pero
es que mi pasado, con su más y sus menos, me hace quien soy.-
-Todas
las criaturas son lo que son, a causa del karma proveniente de sus acciones en
existencias anteriores y serán lo que sean, según sus obras en la vida
presente.-
-¿Debo
dejar el pasado atrás para poder seguir adelante?-
-El
alma va evolucionando por todas las formas materiales, del mineral al vegetal,
del vegetal al animal, del animal al hombre, hasta que alcanza la perfección en
el estado de iluminado.-
El
guerrero meneó la cabeza, abrumado por todo el dialogo.
-Esto
es mucho para mi mente, por lo menos de una sola vez.-
-La
condición humana está dirigida por la mente, predomina en ella la mente, está
hecha de mente. Si uno habla o actúa con mente perversa, la desgracia lo sigue
como la rueda de la carreta sigue los pasos del buey. Si uno habla o actúa con mente pura, la felicidad lo sigue
como su sombra que nunca lo abandona.-
-Mantendré
mi promesa y confiaré en su palabra. No sé cual es la causa que me lleva a Kosen
Rufu, pero sé que existe una y eso es suficiente. Es indispensable que llegue
allí, por lo que no puedo desistir.-
-Como
una roca sólida no tiembla con el viento, así el sabio permanece imperturbable
ante el reproche o el halago. No permitas que seres bajos te confundan o te
pierdan.-
Teban,
el gato de antifaz gris dibujado en su pelaje se acercó al guerrero y al
príncipe.
-Existe
una puerta que está por abrirse, es a un mundo que nos servirá de atajo para
que el viene. Debemos partir, Ichinén.-
Guerrero
y maestro se miraron y con los ojos se comprendieron, el tiempo se agotaba, aun
cuando fuera eterno. El príncipe lo saludó con una inclinación de cabeza.
-Recuerda
esto, Ichinén. Quien ame la verdad no morirá jamás, porque ha bebido del agua
de la inmortalidad. Nos veremos pronto, que tengas buena fortuna. Recuerda
siempre mis palabras, todas ellas.-
El
príncipe se elevó y se unió al resto de sus compañeros de ceremonia.
-Muchas
gracias, maestro.-
En
ese preciso instante, algo como una torre se elevó en el horizonte, lejos de
donde estaban ellos. La figura del primer maestro se perdió de vista en el aire,
acercándose a esa figura que aparecía. Ichinén bajó el rostro, apurado por su
compañero, que ya partía ligero en sus cuatro patas. El gato guió al guerrero y
caminaron algunos cientos de metros. Dulce, se quedó observando desde su lugar,
como su compañero y el guerrero se alejaban. En medio del campo, algo más
alejados de donde se encontraba la ceremonia en el aire, se erguía una puerta con
marco de madera. Simplemente, una puerta. Sin pared ni otra edificación,
solamente un marco y su umbral.
-Explícame
eso de nuevo, Teban. ¿Cómo es que podés abrir portales o conocer donde
existen?-
-Somos
gatos. Los guardianes de todas las puertas. ¿Acaso nunca viste un gato postrado
delante de un umbral? ¿No has visto como nos tiramos siempre en el medio del camino? Es
porque allí existe una puerta a algún mundo. Que no la puedas
atravesar, no sepas como o no la veas; no significa que no exista y que por
ello no la custodiemos. Por esta razón, somos nosotros quienes te estamos
guiando. Vamos, no hay tiempo que perder.-
Ichinén
giró el picaporte y empujó la madera hacia dentro. El guerrero y su guía
cruzaron la puerta.
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