12/29/2010

13-Corazón de piedra.

En su largo camino por las tierras antiguas hacia Kosen Rufu, Ichinén debió atravesar montañas y valles. El era el guerrero más decidido del universo, su espada magica podia batir cualquier obstáculo. El era, con quién luego se asoció el concepto de determinación. Nada lo podia detener, ni el miedo. Pese a esto, el camino era de por si, dificultoso. Las manos le latían por el esfuerzo de aferrarse a las rocas de donde se sujetaba para ascender. El paisaje no era muy alegre a su alrededor, parecía más bien un páramo inhóspito. Sin gente por donde se mirara, nadie que lo socorriera ante una desgracia. Pero a Ichinén, ni eso ni nada peor lo haría desistir de seguir su camino, en busqueda de Kosen Rufu, su hogar futuro. Las rocas eran muy resbaladizas en ese tramo del camino, debía extremar los cuidados para no perder la vida. Esas montañas se interponían entre él y su tierra soñada.
El camino hacía un descanso en una de las partes más altas de la colina, el guerrero aprovechó ese momento para recuperar el aliento, envainó su espada legendaria, llamada Daímoku. Que entre otras cosas le había servido de estaca para escalar, una de las razones por las cuales la consideraba más una herramienta que un arma. Se dispuso sentarse, aunque fuera en el suelo. No pudo continuar su accíon, un lamento desgarrador lo puso en alerta, una mezcla de llanto y quejido. Era algo bastante aterrador, helaba la sangre, pero Ichinén no se iba a quedar quieto. Intrigado, se encaminó a descubrir al autor de ese sonido. Un pozo se plantaba ante él en medio de la paredes de la cima, en su centro se encontraba una roca de la que provenía el sonido. Las vibraciones que se formaban por el lamento casi podían verse en el aire, en forma de ondas. Como siempre que sentía el sufrimiento de los demás, se acercó al centro del pozo, intentando calmar instintivamente, de alguna manera el dolor de ese ser. La roca tenía forma de corazón.
-No te acerqués, fuera, quien seas, vete!-ordenó una voz en la piedra.
-Solo quiero ayudar, oi que te lamentabas y me acerqué.-contestó Ichinén, con simpleza.
-No quiero que nadie venga. Deseo estar solo.-sentenció la roca.
-Lo siento, no quería pertubarte.-se disculpó el guerrero.-Pero, quisiera saber cual es la causa de tu sufrimiento. No suelo escapar del dolor de otros, no espero empezar ahora.-
El ser de piedra largó un profundo suspiro y respondió:
-Me lamento porque sufro de soledad desde hace milenios. Soy un corazón que se cansó de ser lastimado, por ello me aislé en esta coraza. Pero, la roca me ha rodeado totalmente.-
-No comprendo.-comentó Ichinén, desorientado ante lo ilógico de la situación.-¿Llorás por tu soledad, pero me pedías que te dejara solo?-
-Es que sí estoy solo, nadie me va a lastimar.-respondió la roca con simpleza.
-Seguro que si, si estás solo nadie te lastima. Pero estar solo, ya te daña, así vas a seguir sufriendo.-acotó el heroe con tono contemplativo, aunque severo..-Es necesario que alguna vez te arriesgues y pruebes abrirte a otros. Sino, nunca tendrás la posibilidad de ser feliz. Y eso, es más importante que el ser lastimado unas cuantas veces.-
El corazón se lo pensó unos segundos, un temblor ligero pareció conmover la piedra.
-Es cierto y llevas razón, pero igualmente no puedo salir de aquí.-exclamó el corazón, con cierto pesar.-La roca me traba. He estado tanto tiempo así, que ya no puedo salir de este sitio, yo construí mi propia prisión.-
-Eso no es problema.-informó Ichinén, el guerrero invencible.-Daímoku, mi espada, fue forjada con las fuerzas más positivas de la creación. Su energía es la misma que creó el universo. Por ello, es lo unico que te puede liberar de tu prisión. Solo algo como el amor, lo haría.-
El guerrero levantó su espada sin dudarlo y la blandió en el aire, resonando por doquier. El golpe contra la piedra fue certero y preciso. Una explosión de luz y color surgió de la roca y el corazón se alzó en el aire, libre despues de tanto tiempo. Reluciendo con toda su fuerza vital.
-Gracias guerrero, mil gracias, voy a hacer como dijiste. Es mejor arriesgarse a sufrir, que vivir en una prisión de roca, toda la eternidad.-exclamó el corazón, volando hacia el cielo.
El corazón se encontró con sus pares tiempo después, uniendose a ellos. Y el guerrero continuó su camino, envainando su espada amiga nuevamente, a su tan añorado objetivo.

2 comentarios:

Allan Barquero dijo...

Gracias Diego, esta historia me tiene en vilo.

Ichinén dijo...

Gracias a vos Allan, vos fuiste un aliento para cortar la inercia y volver a escribir esta historia. Hace mucho que la había dejado en el frezzer.