Cuando todo parece perdido, solo queda seguir y no distraerse mirando alrededor. Cuando se escuchó el grito acerca de la llegada de los barcos, Ichinén sabía que no podía detener sus fintas ni sus vertiginosos movimientos. Solo quedaba seguir, aunque el enemigo los estuviera sobrepasando. Si iba a caer, lo haría peleando. El caos era absoluto, no existía un protagonista que entendiera que estaba ocurriendo en esa batalla.
Los que si entendían que ocurría en la batalla, o al menos como se desarrollaba, eran los que descendían de los barcos. Tenían un panorama mucho más claro. Y un montón de espaldas de demonios que fueron apuñaladas sin piedad. El ejército de Mitjaval no entendía los movimientos de las líneas de demonios delante de ti, algunos esperaron incluso que se les vinieran encima, debido a los supuestos refuerzos de la costa. Tuvieron una sorpresa mayúscula cuando el enemigo primero se abrió sin orden ni concierto y les dejó una brecha para que Ichinén y los suyos tomaran ventaja. Para luego desbandarse en un completo “”sálvese quien pueda”, pero no quedaron demonios que pudieran escapar. Lady Engel comandaba el ala frontal, mientras que Ranzig el líder rodeaba a los demonios por un flanco. Los de Taranis eran los que descendían de los barcos y aunque no tenían la mejor de las formaciones de batalla debido al desembarco, tomaron a los enemigos de espalda, quienes se enteraron tarde que estaban en medio de dos líneas ofensivas.
-Sin piedad!!!-gritó lady Engel, alzando su larga espada.
-No dejen un demonio vivo.-ordenó Ranzig, decapitando a diestra y siniestra.
Aunque Ichinén vio como los demonios estaban rodeados, el tener a un animal acorralado hace que se ponga más fiero y peligroso. Lejos de terminar en ese momento, los demonios hicieron uso de su superioridad numérica y trataron de romper las filas de los humanos, ya que de un lado estaban organizados los de Ichinén y del otro, siguiendo a otro líder, los de Taranis que seguían ordenes de Ranzig. La lucha continuó durante más de lo que muchos podían sostener, los brazos blandían con menos fuerza y los demonios parecían no cansarse nunca. Ranzig se introdujo dentro de un círculo y se vio rodeado de demonios, Ichinén vio como era rodeado y herido de gravedad. Intentó llegar hasta su posición pero muchos enemigos aún se lo ponían enfrente. Para cuando logró llegar, el líder tarano estaba en el suelo, agonizando. Ichinén lo sostuvo mientras el hombre solo lo miraba, boqueando. Se levantó y ordenó a dos taranos que lo sacaron del fragor del combate. Era una escena ya repetida de ese día, y de tantas ocasiones en el pasado. Miro en derredor y vislumbró una brecha, un punto débil.
-A mí! Todos conmigo! Hacia allá! Mitjaval!! Taranis! Azalays!-gritó el soberano Ichinén, aunando en un clamor de batalla a todos los pueblos del continente.
Lo que había visto Ichinén fue el punto donde la pelea se torció definitivamente parar su lado. Los demonios comenzaron a retroceder y finalmente, los pocos que pudieron hacerlo, a huir.
La victoria quedó para los humanos del continente, aunque el precio fue alto. El duque de Barberis estuvo entre los más lamentados. Ranzig agonizó un día más y falleció antes de regresar a la capital de Mitjaval. Muchos otros perdieron la vida, algo que hizo mella en el ánimo de Ichinén. Lady Engel quedó al mando del ejército tarano y era bastante difícil de lidiar con ella. El soberano de Mitjaval ya no tenía ganas de vérselas con alguien tan difícil. Su espíritu estaba herido por todos los muertos y sin una razón de victoria.
-Que ocurre mi señor?-le preguntó Elintari, viendo que Ichinén poco salía de su tienda y se mantenía aislado de los festejos.
Un extrañamente taciturno Ichinén le respondió con un monosílabo casi inaudible. La elfa siguió repreguntando hasta que el rey le dio una respuesta.
-Muchos cayeron en la batalla y para qué? Perdimos el portal, los demonios redujeron nuestras fuerzas y ahora debemos volver a la capital, estando más desunidos que nunca.-
-Pero triunfamos mi señor, en tanto estemos vivos, podemos encontrar otro camino a esa tierra que anhelas.-
-Mi cuerpo se siente enfermo desde volví del infierno.-replicó con hastío el guerrero. (Véase capítulos 74 a 77)
Elintari le enlazó los brazos al cuello y lo atrajo hacia ella, con la intención de confortarlo. El soberano de Mitjaval intentó frenarla.
-Elintari, no…-
Ella le apoyó un dedo en los labios
-Lo sé, tu corazón está en otro lado. No me confundo, aunque sé que necesitas contención.-ante esas palabras de la mujer, él se dejó abrazar.-Vayamos a dormir, mañana veremos las cosas con más claridad.-
El alba lo encontró a Ichinén con insomnio. Se levantó incluso antes que la elfa se despertara y observó la actividad del campamento. Elintari no comentó nada al verlo de pie, comprendió cabalmente lo que ocurría y actuó como siempre. Ella era una general de Galja y el rey de Azalays era su aliado, ella estaba consciente que Ichinén amaba a otra mujer, aunque él mismo no fuera consciente del todo sobre ello.
Gracias a la ayuda proporcionada, el ejército de Taranis fue invitado a la capital para el festejo. Ichinén esperaba poder llevarlos a su alianza, pero a cada momento, los taranos se mostraban poco predispuestos a ello. No perdían oportunidad de marcar la diferencia entre ellos y los otros, cada interacción desembocaba en confrontación, a veces alguna más violenta que otra.
Pese a que no era el rey, muchos ya lo buscaban en busca de consejo. Tanto fue así, que algunos nobles de Mitjaval, incluido la dama Blanca De La Cross, estaban proponiendo su coronación. Incluso reunificar Caerleon con Mitjaval y darle la corona conjunta a Ichinén. En el último consejo, fue debatido y el aún soberano de Azalays declinó cortésmente la propuesta. Sentía que un solo hombre no debía tener tanto poder, sabía como terminaba eso. Y le parecía demasiada arrogancia el ser soberano de dos tierras distintas. Esto le recordó la profecía de su infancia, la misma por la que su padre se había obsesionado. “Es el séptimo hijo de un séptimo hijo. Tres coronas hay en su camino. Tres pueblos lo aclamaran rey…” Después de como todo terminó, siguiendo ese vaticinio, hizo lo posible por ir en contra de lo que decía aquel augurio. Ahora, ante si había una segunda corona, era séptimo hijo, así como su padre. Tres pueblos lo aclamaron, o más, si contamos los presentes en la batalla; aunque no todos le dijeran rey. Luego venía la estrofa que decía que sería amado por cuatro reinas. Tomando en cuenta a Kumi, la antigua reina de Azalays cuando era joven y que fue su primera amante, Innocenza sería la segunda; así aun quedarían dos. La profecía hablaría de Mara como la tercera? La princesa, quizás ahora reina de Taranis, que le había propuesto como un posible esposo. (Véase capítulos 52-53) Aunque quizás solo fuera parte del ardid para ayudarlos a escapar de Taranis. Lo que él no entendía era cual fueron sus razones para facilitarles la huida.
El siguiente consejo al que propusieron a Ichinén como soberano de Mitjaval, la tensión y la desorganización estaban palpables. Ichinén veía como declinar la corona desembocaba en la discordia, se arrepentía de haberlo hecho. Por el bien del pueblo quizás tenía que aceptar, pero las dudas lo acosaban. Se sentía encerrado en una serie de encrucijadas, de decisiones, donde todas le parecían pésimas, malas cuando menos. En ese segundo consejo un personaje siniestro hizo su aparición.
Devadatta entró en el salón y todos los que lo conocían se pusieron tensos. Ya algunos otros salían en busca de armas para ir a despacharlo. Por fortuna, solo Ichinén tenía permitido estar armado en el salón de reunión.
-Saludos, Ichinén, soberano de Azalays, discípulo de mi primo y del daishonin.-
Los que no lo conocían, algún que otro secretario, lo había dejado pasar para una audiencia.
-Dejad, majestad, que mi espada separe su cabeza del resto.-le solicitó Magnus, jefe de la gente del Meridional, así como tantos que hicieron pedidos similares.
Ichinén los detuvo a todos y respondió que todo hombre, incluso alguien así, tenía derecho a expresarse. Algo se olía, una trampa seguramente, pero quería saber que tramaban.
-Vengo con una propuesta de mi señor Rokuten para el soberano de Azalays y líder de este ejército.-
Ichinén tuvo que frenar y dar órdenes a varios soldados para que Magnus o algún otro no quisiera ahorcar a Devadatta allí mismo. Mucho daño había causado ese hombre.
-No creo que tengamos muchos deseos de escuchar lo que propone el rey demonio del sexto cielo.-replicó Ichinén.
-Al contrario, creo que esto le interesará mucho a todos. Vengo con una propuesta de paz.-
Los que si entendían que ocurría en la batalla, o al menos como se desarrollaba, eran los que descendían de los barcos. Tenían un panorama mucho más claro. Y un montón de espaldas de demonios que fueron apuñaladas sin piedad. El ejército de Mitjaval no entendía los movimientos de las líneas de demonios delante de ti, algunos esperaron incluso que se les vinieran encima, debido a los supuestos refuerzos de la costa. Tuvieron una sorpresa mayúscula cuando el enemigo primero se abrió sin orden ni concierto y les dejó una brecha para que Ichinén y los suyos tomaran ventaja. Para luego desbandarse en un completo “”sálvese quien pueda”, pero no quedaron demonios que pudieran escapar. Lady Engel comandaba el ala frontal, mientras que Ranzig el líder rodeaba a los demonios por un flanco. Los de Taranis eran los que descendían de los barcos y aunque no tenían la mejor de las formaciones de batalla debido al desembarco, tomaron a los enemigos de espalda, quienes se enteraron tarde que estaban en medio de dos líneas ofensivas.
-Sin piedad!!!-gritó lady Engel, alzando su larga espada.
-No dejen un demonio vivo.-ordenó Ranzig, decapitando a diestra y siniestra.
Aunque Ichinén vio como los demonios estaban rodeados, el tener a un animal acorralado hace que se ponga más fiero y peligroso. Lejos de terminar en ese momento, los demonios hicieron uso de su superioridad numérica y trataron de romper las filas de los humanos, ya que de un lado estaban organizados los de Ichinén y del otro, siguiendo a otro líder, los de Taranis que seguían ordenes de Ranzig. La lucha continuó durante más de lo que muchos podían sostener, los brazos blandían con menos fuerza y los demonios parecían no cansarse nunca. Ranzig se introdujo dentro de un círculo y se vio rodeado de demonios, Ichinén vio como era rodeado y herido de gravedad. Intentó llegar hasta su posición pero muchos enemigos aún se lo ponían enfrente. Para cuando logró llegar, el líder tarano estaba en el suelo, agonizando. Ichinén lo sostuvo mientras el hombre solo lo miraba, boqueando. Se levantó y ordenó a dos taranos que lo sacaron del fragor del combate. Era una escena ya repetida de ese día, y de tantas ocasiones en el pasado. Miro en derredor y vislumbró una brecha, un punto débil.
-A mí! Todos conmigo! Hacia allá! Mitjaval!! Taranis! Azalays!-gritó el soberano Ichinén, aunando en un clamor de batalla a todos los pueblos del continente.
Lo que había visto Ichinén fue el punto donde la pelea se torció definitivamente parar su lado. Los demonios comenzaron a retroceder y finalmente, los pocos que pudieron hacerlo, a huir.
La victoria quedó para los humanos del continente, aunque el precio fue alto. El duque de Barberis estuvo entre los más lamentados. Ranzig agonizó un día más y falleció antes de regresar a la capital de Mitjaval. Muchos otros perdieron la vida, algo que hizo mella en el ánimo de Ichinén. Lady Engel quedó al mando del ejército tarano y era bastante difícil de lidiar con ella. El soberano de Mitjaval ya no tenía ganas de vérselas con alguien tan difícil. Su espíritu estaba herido por todos los muertos y sin una razón de victoria.
-Que ocurre mi señor?-le preguntó Elintari, viendo que Ichinén poco salía de su tienda y se mantenía aislado de los festejos.
Un extrañamente taciturno Ichinén le respondió con un monosílabo casi inaudible. La elfa siguió repreguntando hasta que el rey le dio una respuesta.
-Muchos cayeron en la batalla y para qué? Perdimos el portal, los demonios redujeron nuestras fuerzas y ahora debemos volver a la capital, estando más desunidos que nunca.-
-Pero triunfamos mi señor, en tanto estemos vivos, podemos encontrar otro camino a esa tierra que anhelas.-
-Mi cuerpo se siente enfermo desde volví del infierno.-replicó con hastío el guerrero. (Véase capítulos 74 a 77)
Elintari le enlazó los brazos al cuello y lo atrajo hacia ella, con la intención de confortarlo. El soberano de Mitjaval intentó frenarla.
-Elintari, no…-
Ella le apoyó un dedo en los labios
-Lo sé, tu corazón está en otro lado. No me confundo, aunque sé que necesitas contención.-ante esas palabras de la mujer, él se dejó abrazar.-Vayamos a dormir, mañana veremos las cosas con más claridad.-
El alba lo encontró a Ichinén con insomnio. Se levantó incluso antes que la elfa se despertara y observó la actividad del campamento. Elintari no comentó nada al verlo de pie, comprendió cabalmente lo que ocurría y actuó como siempre. Ella era una general de Galja y el rey de Azalays era su aliado, ella estaba consciente que Ichinén amaba a otra mujer, aunque él mismo no fuera consciente del todo sobre ello.
Gracias a la ayuda proporcionada, el ejército de Taranis fue invitado a la capital para el festejo. Ichinén esperaba poder llevarlos a su alianza, pero a cada momento, los taranos se mostraban poco predispuestos a ello. No perdían oportunidad de marcar la diferencia entre ellos y los otros, cada interacción desembocaba en confrontación, a veces alguna más violenta que otra.
Pese a que no era el rey, muchos ya lo buscaban en busca de consejo. Tanto fue así, que algunos nobles de Mitjaval, incluido la dama Blanca De La Cross, estaban proponiendo su coronación. Incluso reunificar Caerleon con Mitjaval y darle la corona conjunta a Ichinén. En el último consejo, fue debatido y el aún soberano de Azalays declinó cortésmente la propuesta. Sentía que un solo hombre no debía tener tanto poder, sabía como terminaba eso. Y le parecía demasiada arrogancia el ser soberano de dos tierras distintas. Esto le recordó la profecía de su infancia, la misma por la que su padre se había obsesionado. “Es el séptimo hijo de un séptimo hijo. Tres coronas hay en su camino. Tres pueblos lo aclamaran rey…” Después de como todo terminó, siguiendo ese vaticinio, hizo lo posible por ir en contra de lo que decía aquel augurio. Ahora, ante si había una segunda corona, era séptimo hijo, así como su padre. Tres pueblos lo aclamaron, o más, si contamos los presentes en la batalla; aunque no todos le dijeran rey. Luego venía la estrofa que decía que sería amado por cuatro reinas. Tomando en cuenta a Kumi, la antigua reina de Azalays cuando era joven y que fue su primera amante, Innocenza sería la segunda; así aun quedarían dos. La profecía hablaría de Mara como la tercera? La princesa, quizás ahora reina de Taranis, que le había propuesto como un posible esposo. (Véase capítulos 52-53) Aunque quizás solo fuera parte del ardid para ayudarlos a escapar de Taranis. Lo que él no entendía era cual fueron sus razones para facilitarles la huida.
El siguiente consejo al que propusieron a Ichinén como soberano de Mitjaval, la tensión y la desorganización estaban palpables. Ichinén veía como declinar la corona desembocaba en la discordia, se arrepentía de haberlo hecho. Por el bien del pueblo quizás tenía que aceptar, pero las dudas lo acosaban. Se sentía encerrado en una serie de encrucijadas, de decisiones, donde todas le parecían pésimas, malas cuando menos. En ese segundo consejo un personaje siniestro hizo su aparición.
Devadatta entró en el salón y todos los que lo conocían se pusieron tensos. Ya algunos otros salían en busca de armas para ir a despacharlo. Por fortuna, solo Ichinén tenía permitido estar armado en el salón de reunión.
-Saludos, Ichinén, soberano de Azalays, discípulo de mi primo y del daishonin.-
Los que no lo conocían, algún que otro secretario, lo había dejado pasar para una audiencia.
-Dejad, majestad, que mi espada separe su cabeza del resto.-le solicitó Magnus, jefe de la gente del Meridional, así como tantos que hicieron pedidos similares.
Ichinén los detuvo a todos y respondió que todo hombre, incluso alguien así, tenía derecho a expresarse. Algo se olía, una trampa seguramente, pero quería saber que tramaban.
-Vengo con una propuesta de mi señor Rokuten para el soberano de Azalays y líder de este ejército.-
Ichinén tuvo que frenar y dar órdenes a varios soldados para que Magnus o algún otro no quisiera ahorcar a Devadatta allí mismo. Mucho daño había causado ese hombre.
-No creo que tengamos muchos deseos de escuchar lo que propone el rey demonio del sexto cielo.-replicó Ichinén.
-Al contrario, creo que esto le interesará mucho a todos. Vengo con una propuesta de paz.-