El
debate en el salón del Astaressi había tomado temperatura. Ichinén se
encontraba preocupado por advertir a los demás reinos, pero se daba cuenta que
con el acceso a los portales aleatorios, el enemigo siempre podría estar por
delante suyo. Solo le quedaba ir luego y convencer a cada soberano de que los demonios
mentían. Eran tiempos antiguos, seres como Rokuten eran grandes mentirosos y la
gente creía sus verdades a medias. Ichinén, permaneció un par de semanas con
los asturanos, como invitado. Llevaban días comentando y revisando cada pieza
de información. Teban trajo noticias sobre las fuerzas movilizándose. Pero las
últimas que tradujo de su casi congénere, Bastión, fueron más escalofriantes.
-Están
creando alguna clase gigante de estructura, parece describir una maquina o cañón.-explicó
el gato, siendo interrumpido por Jahan.
-Un
arma, seguramente.-
-Tenemos
que saber qué clase de arma es y como la están planeando usar.-ratificó
Ichinén.
Un
mensajero entró en la estancia, jadeando y con la lengua afuera. El líder asturano
lo trató de apaciguar y que se explicara.
-Milord
Jahan, nuestros comerciantes en el archipiélago orco… trae noticias… están bajo
ataque.-balbuceó entrecortado el hombre.
El
astaressi ordenó a Bastión partir de inmediato en un portal a la capital del archipiélago
orco. Teban fue su acompañante y para luego ser interlocutor. Dos horas más
tarde, regresaron con las noticias. Bastión estaba completamente agotado y
Teban fue quien relató lo que habían observado.
-La
maquina que vimos en isla Kerkyra, sigue en construcción, pero otra igual atacó
el archipiélago. Es un arma, definitivamente, conlleva destrucción asegurada.
Arrasó con toda construcción allí, nada vivo que se interpuso, continuó
respirando. Escapamos antes de que el lugar del portal también fuera arrasado.-
Tres
días más tarde, llegaban las primeras noticias de los comerciantes que habían
viajado por esos lares. Relataron eventos y circunstancias que hicieron
estremecer a temerarios guerreros asturanos. Una maquina tan grande como diez
castillos uno encima del otro, con humo y fuego saliendo por diversos lugares
de cada costado.
-Destructor
de reinos le llamaron los soldados reptiles que tomaron posesión de las islas.-contó
un mercader de especias.-Una patrulla marítima nos quiso dar caza y entablamos
una lucha, pudimos escapar apenas, ya que solo era una patrulla de marinos. De
ser ese horror gigantesco, no hubiéramos llegado aquí.-
-¿Y
el ejercito orco? ¿Qué hizo ante el ataque?-preguntó un guerrero asturano.
-Morir,
eso fue lo único que pudieron hacer ante semejante monstruosidad.-
Algunos
otros relatos que llegaron en pocos días posteriores eran igual o peores.
-Ya
ha empezado, están atacando a quienes no se unieron a ellos.-comentó cansado el
astaressi.
-¿Qué
podemos hacer frente tamaña amenaza?-fue la pregunta consensuada, repetida en
boca de muchos.
Ichinén
no tenía una respuesta para eso. Cuando lo miraron, en busca de soluciones, se
sintió completamente impotente. La desazón echaba profundas raíces no solo en
el guerrero, sino en todos los que habían oído los relatos llegados del sur.
Viendo
que no hallaba respuestas, hizo lo que cualquier discípulo de Nichirén haría,
tal como le fue enseñado. Puso a Daimoku por delante suyo y se concentró en
conectar con la sincronicidad del universo. Necesitaba hallar alguna solución. Recabando
en su cabeza, un haz ínfimo de luz lo tocó. Apenas era el atisbo de una idea,
ni siquiera era un plan o tan solo la primera etapa de uno. Se levantó rápidamente
y fue en busca de su compañero felino. Encontró a Teban durmiendo, como no.
-Teban.
¿Recordás que el maestro Nichirén dijo que aquí se encontraba el portal a Kosen
Rufu?-
-Vagamente,
Ichinén. Dijo muchas cosas.-
-Bien,
pero ese es el centro de toda la cuestión. Por eso Rokuten está atacando ahora
y no después de enviar todos sus mentirosos embajadores. Sabe que él no puede
alcanzar Kosen Rufu. Por eso debe destruir el continente antes que encontremos
la salida.-
-Por
una vez, pensaste correctamente, humano. Todavía hay esperanzas para ustedes.-
-Las
hay si llevamos a todo el mundo a Kosen Rufu.-
Eso
ya fue un plan, y lo que le transmitieron a Jahan y al resto de los asturanos.
La essivandere Alanna se opuso terminantemente, y junto con ella una gran parte
de los guerreros. Ninguno quería correr y abandonar la pelea. Ichinén se plantó
firme ante lo que ellos creían erradamente.
-No
estoy evitando una pelea, estoy pensando en salvar a su gente primero. Luego
podemos ir a enfrentar a todo el ejército de nagas que salga de Kerkyra. Yo
estaré a su lado, pero lo que importa es salvar a las mujeres y los niños.-
-Las
mujeres también podemos pelear.-le retrucó Alanna.
-Usted
se llevaría de maravillas con Victoria, Essivandere. Deberían conocerse. Pero
me refiero a salvar primero a todos aquellos que no puedan luchar y si no
podemos detener al ejercito, veremos si morimos o seguimos luchando.-
El
silencio que siguió pareció decir que no había voces opositoras, ni aun Alanna.
Pero fue Jahan quien zanjó el asunto.
-Siento
que como líder de Astur debo priorizar la seguridad de mi gente, antes que
estructuras y territorios. No puedo dejar de concordar con Ichinén, aunque voy
a pelear hasta el final para detener a esos monstruos, no me rendiré si
plantarles cara.-
Ichinén
estaba por sonreír, pero Jahan permanecía serio y continuó hablando sombríamente.
-Confió
en Ichinén. Pero no es parte de nuestro pueblo. Creo en sus buenas intenciones
y en sus palabras, pero para que dejemos nuestros hogares y lo sigamos… se requiere
algo más.-
-Una
prueba.-gritó un guerrero al fondo.-La prueba de la lealtad.-
Esto
fue coreado por otros tantos más, hasta que todo el salón repitió lo mismo. Prueba
de lealtad.
-Esto
significa que debes cumplir una misión difícil que demuestre tu fidelidad y que
sea importante para nuestro pueblo, probando tu preocupación por nuestro
bienestar.
Ichinén
asintió, pensando que ante una opción como esa, todo podía ser mejor. Pero
cuando Alanna habló, no le pareció que el futuro fuera tan promisorio.
-El
yelmo renkarenssi.-
Un
rumor de temor cruzó por todo el salón y algunos de los asturanos que parecían
los más fieros guerreros, temblaron.
-Ese
yelmo perdido en otro mundo, puede ser demasiado.-comentó sin mucho énfasis el
astaressi.-
-No
importa, acepto la misión.-sentenció Ichinén, sabía que Jahan solo estaba
esperando ver su reacción, no podía dudar.
La
reunión se levantó y muchos vitorearon a Ichinén, mientras otros le palmearon
la espalda, dándole su más sentido pésame.
Aquello
no lo tranquilizó, ya que ignoraba lo grave de esa misión. Más tarde, luego de
la cena, el astaressi le relató todo el asunto. Y eso tampoco fue demasiado
tranquilizador.
El
yelmo renkarenssi era una antigua reliquia Astur, robado por un funcionario del
antiguo régimen que gobernaba el reino, llevado a otro mundo por un portal.
-¿Y
no saben qué mundo es?-preguntó Ichinén, viendo que quizás por ese lado venía
el imposible de la misión, pero estaba errado.
-Sabemos
exactamente donde está. En qué mundo, al menos. Ese no es el problema.-explicó lord
Jahan.
-Pese
a que sabemos la existencia de portales y otros mundos,-intervino Alanna.-no
hemos viajado demasiado. En ese mundo se estaba librando una guerra de la que
nada entendemos. Todos los guerreros que fueron en busca de esa reliquia,
perdieron la vida por los peligros que han encontrado allí. El portal te lleva
a lo que parece un paraje algo desértico, pero el yelmo se encuentra en una
ciudad que se ubica cruzando unas montañas de miles de metros de altura.-
-O
sea, debo cruzar unas montañas inmensas, evitar los dos bandos de esa guerra,
no ser ejecutado como espía por algunos de ellos, llegar a esa ciudad y
encontrar el yelmo.-
Dicho
así, parecía fácil, pero era harto imposible pero con eso podía tardar meses.
Según relataban los asturanos que conocían el terreno, además de la guerra,
cruzar las montañas era algo titánico. Cornisas de miles de metros,
temperaturas bajo cero y ningún otro portal cerca.
Johan
quiso convencerlo de no arriesgarse en tamaña empresa, pero Ichinén no sabía si
tan solo era que él debía quedarse como rehén.
-Aunque
falle en la misión, no creo que te asesinen. A lo sumo, solo te echaran del
reino y te vas a buscar a Victoria a la corona de Azalays.-lo tranquilizó el
guerrero.
-No
es gracioso, Ichinén, también me preocupa lo que te pase. Escuché comentar que
los mejores guerreros asturanos no volvieron nunca de ese lugar.-replicó Johan.
-Tengo
experiencia con diferentes mundos. Naves especiales, barcos titánicos que se
hunden, demonios dimensionales. Esto va a ser igual de peligroso, pero será lo
mejor. Por lo menos, si logró que los Astur me consideren como uno más y
podamos ir todos a Kosen Rufu, mientras los demonios se atragantan con esta
tierra muerta.-
Johan
no dijo más y el guerrero se preparó para partir a la mañana siguiente. Bastión
les abriría el portal pero Teban lo acompañaría, para así poder regresar. Era
la única ventaja que tenía por sobre los anteriores guerreros que habían
intentado encontrar esa reliquia.
El
tiempo pasó demasiado rápido para cuando salieron y cruzaron al otro mundo con
su amigo felino. El lugar parecía verdaderamente desolado. La vegetación era
agreste, la temperatura no tan amigable pero estaba bien para como estaba de
abrigado. Las montañas se veían algo lejos, impresionantes e inconmovibles. Una
gran cordillera se extendía por todo el horizonte. Gris y negro, con blanco en
la cima, eso podía contemplar.
-Y
esos colosos son los que debemos pasar.-comentó para sí el guerrero, sabiendo
que aquello era quizá mucho para él solo.
En
un par de ocasiones evitaron contacto con personas. Para Ichinén que era un
hombre solo, esconderse con un gato no era tan difícil. La primera noche
esquivaron toda presencia humana. El guerrero no sabía porque peleaban en ese
mundo y contra quien, pero tampoco le importaba. La segunda noche, despertó a
la mitad del sueño, sobresaltado. Voces cercanas. Estaba por tomar la espada y
salir corriendo como alma que lleva al diablo, con el gato bajo el brazo; pero
un cañón se apoyó en su nuca. Armas de fuego, como las odiaba, con toda el
alma.
-Quieto,
espía. No se os ocurra hacer ni un gesto.-le ordenó una voz de hombre maduro.
-No
soy un espía.-le respondió con tranquilidad el guerrero.
De
hecho, no sabría a quien o porque espiar, pero eso sería aun más difícil de
explicar para la gente de ese mundo.
-Lo
tengo, llevémoslo al campamento. El general lo querrá interrogar.-comentaron
entre ellos.
Atado
a la espalda, lo llevaron caminando a punta de fusil, o eso le parecía al
guerrero. No tenía gran experiencia con esas armas a distancia, no le parecían
honrosas. Teban permanecía escondido a distancia prudencial, que en la
oscuridad de la noche, era como si el gato fuera invisible.
Al
acercarse al tan famoso campamento, cuando ya lo podían ver a la distancia, un
hombre se acercó a ellos. Le informaron de lo que habían encontrado patrullando.
Por lo que entendió, era el inmediato superior de esos que patrullaban. El sargento
que parecía bastante mayor, se acercó al prisionero y lo miró con sorpresa.
-Pero
soldados, yo conozco a este hombre, es un gran patriota. Hemos peleado juntos a
la vera del río.-
Ichinén
no entendió nada, ya que no recordaba para nada el rostro de ese sujeto, y
mucho menos recordaba pelear junto a él en las cercanías de ningún río.
-Ande,
corra soldado, avise al general que su amigo Ichinén está aquí.-
Eso
terminó de desconcertar por completo a Ichinén. ¿Quién era el tal general y como
lo conocía? Estaba seguro de no tener ningún amigo general, a menos que fuera
uno azalayano de tiempos muy lejanos, en el ducado de Menkalinam. Pero quien no
estaba muerto, no podía estar allí y saber que Ichinén podía ir a ese mundo.
Le soltaron
las manos y el sargento vio al gato escondido detrás de un arbusto.
-Todavía
te sigue el gato ese, nunca vi tanta fidelidad en un felino.-
-Es
el humano el que me sigue a mí, no al revés.-respondió algo ofendido el felino,
pero el sargento pareció no escucharlo.
Era
claro que este hombre no oía a los gatos como otros que si habían encontrado,
pero si sabía el nombre del gato y de Ichinén.
-A
mi no me mires, si vos no sabés que está pasando, yo menos.-susurró Ichinén,
por si alguien más escuchaba.
-Tal
vez este general, tenga respuestas a todo esto. Y de paso nos ayude con
encontrar ese yelmo asturano.-
A la
luz de algunas antorchas y hogueras en el campamento militar, Ichinén observó
detenidamente los uniformes, vestían como una chaqueta azul, con bandas blancas
cruzadas en X, el cuello era rojo en algunos, con un sombrero en la cabeza que
parecía más adorno que protección. En algunos soldados, el sombrero o casco era
negro con un ribete del mismo color o en rojo. En lo que parecía una choza o vivienda
algo austera, fue introducido Ichinén con el gato siguiéndolo de cerca. El
sargento hizo una venia al hombre en el cuarto al que entraron. Por el porte,
el uniforme tan cuidado y la expresión grave; se notaba que era el general tan
nombrado.
-Aquí
ha llegado el sargento Ichinén, como había previsto, mi general.-
-Agradecido,
sargento, avise al secretario de guerra Zenteno que no quiero ser molestado
hasta nuevo aviso.-
Al
quedar a solas, Ichinén esperó entender algo, pero cada vez lo hacía menos. Tal
vez conocían otro Ichinén de ese u otro mundo y lo estaban confundiendo. El
general habló en su lugar, casi como para sí mismo.
-Supongo
que no le sorprende que esté levantado a estas horas, pero la planificación de
la guerra requiere de muchas noches de insomnio. La lucha por la libertad quita
mucho las ganas de dormir, mi amigo Ichinén.-
El desconcertado
guerrero no pudo más y se lanzó a hablar.
-Disculpe,
general, pero yo no recuerdo conocerlos e ignoro como saben de mi persona. Tal
vez están confundidos con alguien de igual nombre.-
Iba
a decir un doble de otro mundo, pero se frenó antes de decir algo que sonara a
locura para la gente de ese mundo. El general pareció divertido con la sorpresa
del otro.
-Es
usted, el duque Ichinén de Menkalinam, de la corona de Azalays, si mal no
recuerdo. Esos nombres me son extraños y costó aprenderlos a pronunciar bien.-
La
sorpresa del guerrero fue algo mayúsculo y muy gracioso de ver, pero la expresión
de Teban lo era aun más. Jamás se vio gato más desconcertado.
-Veo
que está con su fiel compañero, Teban. Y si no me engaña la memoria, tienen
intenciones de cruzar la cordillera, para ir en busca de un yelmo… que ahí sí
que no recuerdo el nombre.-
-El
yelmo renkarenssi.-explicó Ichinén.
-Así
es. Para que ganar el respeto y el honor de un pueblo al que intenta ayudar. Créame
mi gran amigo, no sabía como lo entiendo. La suya es una empresa digna de
Atlas.-
El
guerrero no entendió la referencia pero el general le alargó una mano y se la
estrecho, mientras que con la otra le sujetaba el hombro.
-Tome
asiento, se lo explicaré todo, pero mejor que no esté de pie y se me desmaye de
la sorpresa. Yo lo ayudaré en lo que esté en mi mano, para poder cruzar los Andes.-