Las
galaxias se alejan unas de otras a velocidades inconcebibles. Las estrellas a
tal velocidad que no existe mecánica que pueda igualarla. Pero incluso así,
visto desde lejos, a una distancia como la que existe entre la tierra y su
estrella más cercana; parecieran no moverse casi nada. La ligereza o lentitud
implica también el punto del observador. Victoria se encuentra mirando por el
gran ventanal del comedor de oficiales de la SGI Karma. A esas horas se
encuentra vacío, nadie está siquiera tomando un aperitivo. Todos están
demasiado ocupados en reparar la nave después de la última batalla con los
Nagas. Y con el agregado de tener que acomodar a toda la tripulación de la
Daimoku, por lo menos hasta llegar a estación espacial más cercana.
-El
universo es un lugar muy grande, tanto que incluso a mi me cuesta ponderar su
inmensidad correctamente.-escuchó decir a su espalda, una voz que era la suya,
pero no lo era.
La
capitana Rivercraft se encontraba de pie, mirándola, casi como si fueran un
espejo. Aunque el uniforme de la oficial de la flota poco tenía que ver con el
de una joven como Victoria que provenía de un mundo pretecnológico.
-¿Algo
para desayunar?-inquirió la capitana.
-No
quiero comer nada.-
-Un
té, entonces.-
Victoria
accedió no demasiado convencida pero sabía que algo debía ingerir. La capitana
fue hasta una consola en la pared y le habló al aparato.
-Dos
tazas de té negro, Earl Grey.-
En
el panel aparecieron dos tazas y la oficial las tomó.
-Ten
cuidado que están calientes, aun no saben regular bien las temperaturas ideales
estas maquinas.-
Victoria
le agradeció y por largo rato ambas permanecieron demasiado calladas. Ella notó
como su contraparte en ese mundo añoraba al Ichinén que había perdido. Casi la
hacía sentirse culpable por no apreciar del todo, su propia versión de Ichinén.
Pero ella tenía menos libertades que esa otra Victoria. En ese mundo, sin
tecnología y todo lo demás, había vivido en Kosen Rufu. Jamás se había ido de
su hogar, nunca tuvo que emprender el difícil regreso. No había cometido
ninguno de los errores que ella había cometido. Y tampoco estaba destinada a
ser casada con otro. Eso la hacía preguntarse. ¿De haber estado libre, hubiera
elegido a Ichinén? En ese mundo lo había hecho, al menos.
-No
es la primera vez que me encuentra con una versión mía de otro mundo.-rompió el
silencio la capitana, saliendo de su melancolía.-Al verte en el puente de la
Daimoku, me temí lo peor. La versión mía que conocí era de un mundo
completamente opuesto como si fuera un espejo, pero que convirtiera lo negativo
en positivo. Luego comprendí que en todas las posibilidades cuánticas
existentes, la versión tuya no era tan distinta de la mía, sacando las
diferencias culturales o técnicas.-
-En
algún lugar de todo ese inmenso universo, se encuentra mi mundo, mi Kosen
Rufu.-
Por
un rato compararon historias y notas, Victoria describió el reino de Kosen
Rufu, sin poder ocultar la añoranza.
-Ven,
vamos al puente, hay algo que debo mostrarte.-
Tomaron
un elevador y las puertas del puente de mando se abrieron para darles paso.
Victoria se sentó en la silla de comando y apretó unas luces en las pequeñas
pantallas en su posabrazos.
-Computadora,
accese a la rejilla de sensores del planeta, autorización Rivercraft VR87.-
La
pantalla cambió de un cosmos estrellado en movimiento a una amplia ciudad que
ocupaba todo el paisaje hasta donde llegaba el horizonte. Altos rascacielos,
jardines en largos balcones. Se veía lo que parecía un pequeño bosque en lo
alto de la terraza de una de esas moles. Naves surcaban el cielo con total
naturalidad y elegancia entre los edificios, sin riesgo a tocarse unos a otros
o a las estructuras. El sol resplandecía sobre una cara espejada de los colosos
arquitectónicos.
-Es…
hermoso. Tan diferente, pero a la vez puedo reconocer el estilo. Allá está el
Kaikan, eso debe ser….-
-Eso
es el Centro Cultural de la Mujer.-aclaró la capitana.
Victoria
no pudo evitar sentirse conmovida por ver esa leve reminiscencia a su hogar,
aunque no fuera su mundo, el camino a casa ya no parecía tan lejano.
-Gracias,
capitana.-
En
ese instante se abrió la puerta, pero no vieron a nadie. Prestando más
atención, a nivel del suelo, pudieron distinguir a los dos felinos que los
acompañaban en ese viaje. Teban y Dulce parecían venir discutiendo a los
maullidos.
-Victoria,
tenemos problemas.-lanzó el gato sin preámbulos.
-¿Qué
clase de problemas?-exclamó Victoria, pero no a la que se había referido, la
respuesta provenía de la capitana Rivercraft.
-Ya
lo había dicho antes de partir del planeta… pero alguien me escucha? No, el
gato maúlla y solo les parece muy tierno. No importa que les esté avisando del
desastre.-
-Tampoco
es para inmolarse, Teban, no exageres.-le replicó con fastidió, la otra gata.
-¿De
qué están hablando?-inquirió esta vez si la Victoria indicada.
-El
portal al tercer maestro estaba en algún lugar de ese planeta, ahora que lo
dejamos tuvimos que buscar otro.-respondió Teban.
-¿Y
lo encontraron?-
-Si,
pero ese no es el asunto que lo molesta.-respondió Dulce.
-Claro,
que creen? Soy un geolocalizador felino. Como si fuera lo más fácil.-protestó
el gato, corriendo de lado el rostro con evidente gesto de fastidio, como solo
ellos saben hacer.
-Teban,
al punto.-enfatizó Victoria.
-Lo
encontramos, pero no te va a gustar.-intervino Dulce.
-¿El
portal se encuentra en algún lugar del planeta Kosen Rufu?-preguntó la
capitana, demasiado intrigada para no interferir.
-Sobre
él.-agregó Teban.-El portal se encuentra en órbita.-
A
Victoria le costó entender a lo que se referían, no así con su contraparte. La
capitana ordenó al tripulante más cercano que escaneara el área en busca de
emisiones de neutrinos. Todos parecieron entender de que se trataba eso, pero
no Victoria y sus compañeros felinos.
El
señor Maverick, oficial de la Daimoku, temporalmente asignado a la Karma;
encontró la respuesta.
-Existe
una fuerte emisión en las coordenadas, 20.50, capitán.-
-En
pantalla.-
El
espacio sobre el planeta y una estación más lejana, es todo lo que se veía.
-¿Podemos
observarlo de alguna forma sin activar el agujero de gusano?-
-Si,
cambiando el espectrómetro, se puede ver el origen del horizonte
eventual.-respondió el oficial Reims.
-Hágalo.-
Apenas
se distinguía nada, pero un rayo de energía pareció mostrar un punto de luz en
algún punto de la órbita planetaria.
-Ese
es. Ahí tienen nuestro portal.-comentó Teban.
-Es
lo que llamamos un agujero de gusano.-explicó la capitana.-Aunque no podría
jurar adonde los lleva.-
-Nosotros
si.-replicó la gata.-Conduce al tiempo y lugar del tercer maestro. Donde
debemos ir.-
La
capitana Rivercraft no tenía argumentos para discutir, por lo que aceptó lo que
le decían. Que oyera hablar a dos gatos era igual de sorprendente que estos
supieran adonde llevaba ese agujero en el espacio-tiempo.
-El
problema va a ser alcanzarlo en el pleno vacío estelar.-se quejó Teban, bufando
y moviendo un bigote.
-Señor
Malcom, podemos usar los transportadores.-
-Podríamos,
capitán, pero sus patrones de materia podría perderse y ser irrecuperables.-
-Gracias,
la diseminación molecular no es lo mío.-retrucó el gato.
Luego
de algunas otras ideas, que Victoria no entendió ni la décima parte, la
capitana decidió que les iba a prestar un transporte de corta distancia,
transbordador le llamó.
-Todas
las reglas de la flota me prohíben enviar nuestra tecnología a un mundo con un
nivel distinto o que desconozcan el viaje espacial. Si no pueden regresarlo por
el portal, va a quedar programado para activarse la autodestrucción con un
comando de voz. ¿Está claro?-
En
poco menos de tres horas, ya habían arreglado los últimos detalles para la
partida. Fue Dulce quien se dio cuenta que Ichinén no estaba presente. Tan
entretenidas estaban ambas Victorias, que entre vidas comparadas y relatos de
Kosen Rufu; nadie había preguntado por Ichinén.
-Yo
voy a buscarlo, quizás quiera preparar algunas cosas para la partida.-comentó
Victoria.
El
guerrero Ichinén había permanecido todo el rato al parecer, en el cuarto que le
habían asignado. Victoria lo encontró sentado de rodillas, como meditando,
mirando al frente fijamente, con los ojos en las estrellas más allá del cristal
de la nave. La espada estaba delante suyo, como extendida y presta para salir a
la batalla. Casi que no sabía si importunarlo, pero antes que dijera nada, él
notó su presencia y se giró levemente.
-Ya
tenemos todo listo para partir, el portal está encima del planeta, pero ya lo
hemos solucionado con la capitana. Nos dará una pequeña que se maneja sola
casi…-
Ichinén
solo asintió y esto la hizo frenarse.
-¿Estás
bien, Ichinén? No saliste para nada de este cuarto.-
-No
quería ver a nadie. Apenas fui a caminar un segundo y dos tripulantes me
miraron como si vieran a un dios o a un fantasma. Da lo mismo, para el caso.-
-El
capitán Ichinén era su líder y todos lo querían mucho. El verte les debe
generar muchas cosas distintas.-
-Me
hace acordar a cuando en la casa de mi padre, él estaba complacido por
manifestaciones similares entre los que consideraba a su servicio. Siempre me
pareció que la idolatría era el peor mal de todos los que debemos enfrentar.-
-Esta
gente creo que va más allá de la idolatría…-
-Si,
bien.-la cortó él secamente.-¿Cuándo partimos?-
Victoria
no supo como seguir, salvo explicar lo que ya se había definido con la capitana
Rivercraft.
-Si
lo ocurrido en este mundo es un indicativo de algo, puede que esta empresa
también me cueste la vida.-
-Ichinén…-
-Eso
no es algo que me preocupe o atemorice.-
-Si
es por eso, también deberíamos estar casados y ya sabés con quien debo
desposarme yo. Eso no significa nada, cada mundo es diferente, no confundas las
coincidencias con el destino.-
Ichinén
se acercó a la puerta donde estaba ella de pie y salieron hasta el corredor de
la nave, mientras seguían hablando.
-No
creo en el destino, Victoria. Pero si es ese, no le temo ni lo esquivo. Aun si
fuera la única opción, y mi vida sea el precio, voy a hacer que vuelvas a Kosen
Rufu. Dar mi vida por una causa justa es tal vez lo más importante que haga en
este universo. No me importa que alguien haya pensado que estaba para algo más.
O que tan grandes campañas imaginaron que llevaría a cabo. Ni que guerras
libraría heroicamente, aun si todo eso fue predicho por mil hechiceros. No creo
que mi vida sea algo más de lo que ya es, la de alguien en busca de un
objetivo, después de perder todo lo que tenía. Si esto solo es lo más
importante que haré en el universo, puede sentirme satisfecho.-
Sin
darle tiempo a más nada, se alejó por el corredor. Victoria se quedó de pie,
mirándolo irse. No sabía si debía replicar o no, ella ya tenía bastante con lo
que lidiar. Esta parte del viaje le había despertado viejas nostalgias y eso no
era algo que le agradara.
Se
vieron brevemente en el ceremonial para el capitán Ichinén. Solo ellos y el
staff superior de cada nave estuvo presente. La capitana intentó dar un
discurso, pero la voz se le cortó y luego de unos segundos en que parecía querer
continuar, solo ordenó:
-Presenten
honores.-
Los
oficiales se giraron al unísono hacia la ventana del cuarto y observaron como
era disparado un torpedo vacío, ya que nada se pudo salvar del capitán Ichinén.
El guerrero no dijo nada, y se mantuvo extrañamente silencioso durante todas las
exequias.
Volvió
a encontrarlo cuando ya estaban listos para partir, en el camino a la bahía de
transbordadores. Una hilera de oficiales se había puesto a lo largo de todo el
pasillo. Era toda la tripulación de la Daimoku. La capitana Rivercraft hizo
caso omiso del comentario de Victoria al respecto.
Ichinén
pareció frenarse en seco al ver esa escena, pero luego continuó como si nada.
Cada oficial se cuadraba firme y saludaba, casi como si ese fuera su capitán.
El guerrero entendió que era lo único que cada uno de esos hombres y mujeres
podía hacer para despedir a su capitán.
-Es
un honor.-
-Mucha
suerte, señor.-
-Ha
sido un gran honor.-
-Largos
días tenga usted.-
El
guerrero estrechó las manos y saludó cordialmente, un poco como si estuviera
avergonzado o cohibido. Victoria no supo si decir que se encontraba incómodo
con la situación o solo que le parecía incorrecto recibir aprecio por otra
persona. Subieron al pequeño transbordador, una nave no más grande que un
dormitorio. La capitana Rivercraft los guió con algo llamado “conducción remota”,
pasando el portal en órbita, seguirían de forma automática y luego el vehículo
regresaría. Y si el regreso no era posible, se activaría la autodestrucción.
-Ichinén,
Victoria, felinos amigos; mucha suerte. Les deseo lo mejor. Y que alcancen su
objetivo.-se despidió la capitana de la Karma.
Ichinén
miró fijamente el portal que se abría, diferente a los anteriores que habían
atravesado. Este semejaba a un remolino azul con matices blanquecinos.
-Encontraremos
el camino a Kosen Rufu, lo sé. Ahora que vamos al encuentro del tercer maestro.
No hay dudas al respecto.-
Ninguno
de sus compañeros dijo nada, pero el sentir era el mismo.