Existe
gente con toda clase de tonalidades de piel. De color oscuro, de color
aceitunado, de tinte más amarillo y
también, los más pálidos. El guerrero Ichinén era de este último grupo y hacía
muchos años, uno de tono más amarillento, lo había bautizado con el nombre que
hoy llevaba y no el primero que sus padres le habían puesto según era
costumbre. En su tierra natal, había existido un gran aluvión de inmigrantes de
esa etnia, refugiados de una tierra al sur. La diversidad no era algo que le
resultara ajeno, ni lo ajeno tan extraño. Pero nada lo había preparado para lo
que veía a bordo de la SGI Daimoku. Diferentes seres de todo lo conocido o
posible de imaginar. Alienígenas con orejas como elfos del bosque o sátiros
diablillos. Algunos con escamas o con crestas de hueso como si provinieran del océano,
aunque es probable que sus ancestros lo hicieran y el guerrero no pudiera
confirmarlo. El capitán Ichinén miraba a cada oficial o tripulante que
cruzaban, dando alguna orden si era necesario. El guerrero observaba cada
situación con curiosidad. Les hablara o no, cada tripulante se ponía de firme y
saludaba al capitán con una venía algo marcial. Si eso era el futuro, algunas
cosas no habían cambiado de mundos como el de su origen. Los ejércitos con
espada, no eran muy diferentes o menos disciplinados que los del espacio.
-Le estoy
todo lo que puede hacer, capitán.-comentó el jefe de ingenieros, cuando bajaron
al cuarto de máquinas.
El
ingeniero en jefe era el equivalente al Mateo que conocía, el que atendía el
bar en la estación de paso. Era también un hombre grande, vestido con el
uniforme de la flota, llevando las canas con estoicismo. El capitán comentó
algunas cuestiones técnicas que el guerrero no entendió.
-Es igual
al Mateo que yo conozco.-le comentó a su equivalente cuando salían del cuarto.
-¿A
Niki? Si, el Mateo de este mundo no será muy distinto al tuyo, al menos en lo
general. Es un principio de la teoría que te comentaba antes, la del
multiverso, múltiples universos.-
Aquí
el capitán intentó explicarle algo llamado teoría del Big Bang, pero solo su
cabeza tuvo una gran explosión con eso.
-Imagina
el universo nuestro como una burbuja, conteniendo todos los planetas y las
galaxias, los sistemas; todo en su interior. Podríamos ser parte de un organismo
infinitamente más grande, y aunque fuéramos parte constitutiva, no seriamos
mayores a una molécula. El universo nuestro o el mío al menos, lleva varios
millones de millones de años. Los seres humanos hemos estado en él muy
poco.-viendo que su contraparte no se percataba del alcance de esta
comparativa, utilizó una analogía.-Si la vida completa del universo estuviera
contenida en un solo año, los seres humanos hemos estado la última hora del
último día de ese año.-
-Del
universo del que vengo, no la he pasado muy bien.-respondió el guerrero, con un
leve pesar en el rostro.
-Creo
que no hace falta preguntarte nada, supongo que nuestras historias serán
similares.-agregó el capitán.
-No
me refiero a mi lugar de origen, o no solo a eso al menos.-haciendo una pausa,
Ichinén se quedó contemplando la nada, en uno de los tubos de mantenimiento.-El
mundo que visitamos, fui llevado engañado por Rokuten, allí había una versión
de Victoria, que aunque muy distinta, nos involucramos. No terminó bien. Ella
fue asesinada.-
Ichinén
le relató con detalles, como había sido llegar al mundo de Innocenza, como
había sido la relación y como había terminado.
El
capitán no habló por varios segundos, detenido frente a su contraparte, mirándolo
de hito en hito.
-Hace
un par de años, cuando Victoria era aún mi primer oficial, tuve un tripulante.
Lo había amonestado por no sé que falencia en su uniforme o en algún
procedimiento. Algo estándar, nada demasiado grave. No sabía ni el nombre de ese
chico. No había pasado un mes que nos vimos en una misión, donde todo resultó
mal. El lugar para el encuentro diplomático era una trampa de una raza belicosa
como los nagas. El chico olio la trampa y salió a defender a su capitán, yo. Quien
ya era prisionero del enemigo. Le costó la vida esa pelea. Sus últimas palabras
fueron para saber si yo me encontraba bien. Y hasta que me llegó el informe no
conocía el nombre de ese joven alférez.-
El
guerrero sintió una revolución dentro suyo, una conmoción como la muerte. El
capitán reanudó la caminata y siguió hablando.
-El
acuerdo de paz se hizo pese a los impedimentos que los belicosos quisieron poner.
La culpa me llenó por meses, eso es lo que sentís, Ichinén. O ese era el
objetivo de tu enemigo. No conozco a ese sujeto, aunque he encontrado criaturas
como dioses o con facultades más allá de las humanas. Si los nagas son sus
lacayos en otro mundo, puedo imaginar de que acero está hecho.-
Para
el capitán era extraño usar su propio nombre para referirse a otro. Charlando
con su contraparte, encontraba historias paralelas entre ellos, gestos comunes
a ambos.
-¿Y cómo
se resuelve la culpa?-inquirió el guerrero.
-No
existe la culpa. Eso comprendí. Existe la responsabilidad. No era útil sentir
culpa, cuando el alférez estaba cumpliendo con su deber. Es el objetivo el que
nos da coraje. La culpa solo lleva a la cobardía, es la excusa para no plantar
cara a nuestras verdades. Mi verdad es que no tenía culpa, tenía la
responsabilidad de cuidar todos en esta nave, de salvaguardar las vidas de cada
hombre y mujer de esta tripulación. Y algunos han de dar la vida por lograr
eso, si no podemos evitarlo y prevenirlo, no debemos sentir la culpa del
superviviente.-
El
guerrero se quedó pensando en ello, bajando la vista al suelo de goma y metal.
El capitán sonrió como si eso fuera un chiste.
-Esa
es mi expresión de “muy lindo lo que decís, pero no me creo ni media palabra”.-
-No es
eso…-
-La
verdad es que… No se puede lograr cambiar esos sentimientos de la noche a la
mañana. Las acciones valen más que un millón de palabras. Pero un día vas a
entender que incluso Innocenza siendo víctima en esto, estaba dispuesta a
sacrificar todo para oponerse a los opresores de su pueblo. Incluso dando su
vida para aquellos que quería. Yo vencí la culpa, la arranque de mí con el
tiempo, en tanto me dedicaba a Daimoku. A la nave y a los que estaban en ella.
Algo productivo te lleva a salir de ese estado bajo.-
Siguieron
andando hasta la sala de transportación, donde el capitán cotejó que algunos
transportadores ya funcionaban. Luego de seguir camino a otra sección continuaron
hablando.
-Esa
sería una diferencia entre nosotros. Vos no te casaste con tu Victoria como yo
lo hice, además de que Daimoku es la nave y en tu caso una espada.-
-No,
bueno… Como dijimos antes, Innocenza era la Victoria de otro mundo, aunque muy
diferente, incluso físicamente, no como la capitana Rivercraft que es idéntica
a la Victoria que conozco.-
-Mmm,
eso puede significar que te interesa tu Victoria.-
Ichinén
dio un respingo de asombro, no solo no lo había pensado, sino que luego de
Innocenza, estaba muy conmocionado al respecto. Intentó balbucear alguna
respuesta, pero era inútil querer engañarse “a sí mismo”.
-En
realidad, ella tiene un destino, adonde vamos, la espera un casamiento con el
fundador de su tierra, Kosen Rufu. No me explico como alguien que habrá vivido
hace miles de años, se va a casar con ella… pero bueno, no es mi asunto. Fue
profetizado y todo. Así que muchas ilusiones no podría hacerme.-
-No
cierres del todo esa puerta. Yo creía lo mismo. Hay algunas que nunca lo hacen
del todo.-
El
guerrero estaba a punto de preguntar al respecto, pero el gesto melancólico del
otro lo detuvo. En otro lugar, una conversación similar tenía lugar, aunque con
menos silencio. Luego de supervisar algunas cuestiones de su nave, la capitana
Rivercraft había regresado a la Daimoku para coordinar con su colega y antiguo
esposo, los pasos a seguir. Aunque en tanto, solo quedaba hablar con su otra
versión de otro mundo.
-Siendo
oficiales de la flota no estaba permitido que tuviéramos relación, por lo que
por un corto tiempo, pude dejar de lado mi carrera y nos casamos.-explicó la
capitana Rivercraft.
-¿Y qué
ocurrió luego?-inquirió la otra Victoria.
-Me
ofrecieron otro puesto, no uno en un puerto espacial, sino mi propia nave, la “Karma”.
Estando uno en un sector del espacio y el otro en el contrario, bien… no
funcionó del todo el matrimonio.-
Victoria
asintió, entendiendo la responsabilidad de la capitana de la flota. Y esta a su
vez, miró con curiosidad a su contraparte.
-¿Y
que hay al respecto de ustedes dos? ¿Te interesa sexualmente Ichinén?-inquirió
con total naturalidad la Victoria de ese mundo.
La
otra no pudo más que atragantarse con sus pensamientos y tratar de argumentar
algo con sentido.
-No,
yo… claro que no. Somos compañeros de ruta. Él ya tuvo sus romances con una
versión mía de otro mundo.-
En
vano intentó explicar sobre lo que Ichinén acababa de contar al otro, acerca de
la profecía, el casamiento previsto con el fundador y demás menesteres. La
capitana la miró como si ella estuviera poniendo peros para algo que tenía miedo
de afrontar.
-No,
Ichinén no es mi tipo.-
La
otra largó una risotada tan sonora que casi la pudieron escuchar los
tripulantes del puente, puerta de por medio.
-Ya escuché esas palabras, de mi misma.-
Aunque
aquello la contrariaba, Victoria no pudo evitar sumarse a la risa y otras
chanzas de su versión en ese universo.
Estaban
bromeando y contándose recuerdos, que obviamente encontraban semejantes; cuando
ambos Ichinén regresaron.
-Debemos
volver al puente, las reparaciones están en proceso de finalización y es
posible que tengamos una lucha en breve.-informó el capitán Ichinén.-Capitana, ¿Cuál
es el estado de la Karma?-
-Mi
nave se encuentra operativa, aunque están reparando ya los bancos de fasers que
está fundidos, la mitad no servirá. Estamos ya sin torpedos, salvando dos de un
conducto que está obstruido. La Karma puede salir de aquí, pero no sé si podría
remolcar a la Daimoku. ¿Cómo están los motores de tu nave?-
-Tenemos
los de impulso únicamente. A esa velocidad no podríamos alejarnos de los nagas
ni aunque ellos fueran de rodillas.-replicó el capitán Ichinén, haciendo una
broma que incluso los visitantes entendieron.
Los
nagas eran como serpientes, por lo que carecían de rodillas.
Cuando
llegaron al puente de mando, apenas cruzando la puerta de la oficina del
capitán. Los cuatro se encontraron con Teban y Dulce, recostados en paneles
cerca de la silla de mando, lugar estratégico desde donde los gatos pudieran
ver todo. En el preciso instante, en que el capitán iba a dirigirse al primer
oficial, una alarma sonó. La teniente Hesse se volvió en su silla giratoria.
-Una
de las naves naga estaba emitiendo señales de energía en los motores, se
mueven, señor.-
El
capitán apretó los puños, maldiciendo por dentro.
-Esta
pelea nos encuentra menos preparados de lo que esperaba.-musitó para sí mismo.-Alférez,
conduzca la capitana y al resto de los visitantes al transportador.-
El
tripulante aludido, se cuadró y con un gesto indicó a los mencionados que lo
acompañaran.
-Yo
me quedo.-comentó el guerrero Ichinén.
Victoria
quiso ver si estaba intentando alguna locura, tendencias suicidas o algo por el
estilo, movido por la culpa. La discusión o argumentación subida de tono, tuvo
que ser postergada. La voz de alarma de otro tripulante indicó que los nagas se
movían en conjunto para atacar, las tres naves.
El alférez
se acercó a ella y el capitán le indicó que los guiara a todos, exceptuando al
guerrero Ichinén.
La
capitana tomó del brazo a Victoria y ella solo pudo quedar mirando como era
alejada de Ichinén. Le deseaba gritar que no tirara su vida en ese mundo, que
no se matara por lo ocurrido a Innocenza; pero no dijo nada. Estando en la otra
nave con ambos felinos se sintió muy mal de no haber dicho nada.
El
capitán Ichinén ordenó en voz alta y firme.
-Alerta
roja. Escudos arriba!-
Ichinén,
ambos, miraron la pantalla donde estaban las naves naga. Si sus ojos hubieran
sido rayos lasers, hubieran volatizado las tres naves allí nomás.
En
la otra nave, la capitana tomaba asiento en su silla de mando y exclamaba órdenes
similares, para luego agregar:
-Pobres
nagas, van a enfrentarse a dos Ichinén. Ya uno es bastante pesado de tolerar,
no quieras saber por partida doble.-
La
capitana le sonrió a Victoria, mientras las naves se iban acercando a batallar.
La joven esperaba que aquello fuera verdad y salieran de esa, enteros.