La brisa
concentraba el polvo en el centro del cuarto. La luz solar cruzaba entre los
cristales de todos los colores, que el palacio de la reina Innocenza lucía en
todos sus frentes. Valdemar se adelantó por el salón, certificando que la gran
mayoría estaba en el patio de prácticas. Oídos indiscretos en disminución.
Cuando el guerrero entró, el hombre lo miró con más odio que nunca, si tal cosa
era posible.
-Entra,
Ichinén. Estamos solos por lo que podemos hablar en paz.-
La expresión
del invitado fue una mezcla de aburrimiento con prudencia. Inconcientemente,
estuvo a punto de tomar su daga. Se recordó que Valdemar podía ser una persona
muy inteligente, pero no era un luchador eximio por nada de ese mundo.
-¿Otra
amonestación, Valdemar?-
-Te noto
ciertamente a la defensiva, Ichinén.-
-Siempre me
estás marcando algún error.-
-Dejemos las
máscaras de lado, entonces.-
-Yo no llevo
ninguna, Valdemar.-
-Es solo un
decir, guerrero.-
-Lo sé, pero
insisto. Lo que ves, es lo que soy.-
Valdemar se
acercó un poco más y sonrió, susurrándole en secreto.
-¿Y qué hay
de la reina?-
Ichinén
lanzó un paso atrás, casi como si fuera a lanzarse al ataque. La sonrisa de
Valdemar no era del todo reprobatoria, pero eso no lo dejaba tranquilo de todas
maneras.
-No lo
apruebas, lo sé. Pero no se… Fue algo que surgió…-
-Se como es
Su Majestad, cuando algo se le mete en la cabeza, lo supe desde las primeras
veces que te observaba. Sus miradas, sus comentarios. Ichinén esto, Ichinén lo
otro. Que fueras un extraño de otro mundo, solo te volvió más interesante para
ella. Y que fueras enemigo de Rokuten y nomás llegar, hayas vencido a su oscuro
lacayo; te hizo adquirir un halo de seducción muy fuerte para ella.-
Ichinén se
removió inquieto, el hombre hablaba de todo aquello como si no hubiera
sentimientos involucrados. Aquello se le hacía como si fuera uno de sus
experimentos.
-Supongo que
ahora me dirás cuanto odias que yo me haya entrometido en sus vidas.-
Valdemar
miró en derredor, como para volver a comprobar que no había oídos indiscretos y
exhaló despacio, casi como sonriendo.
-Se como es
ella. Hará lo que desee, porque sabe que tiene el derecho de soberana.-
Acto
seguido, el hombre cambió el gesto por un más serio.
-Pero
también tiene obligaciones, aunque quiera negarlas. Debe estar preparada para
casarse por alianza, no importa cuantos amantes desee tener.-
Al mencionar
la palabra amante, clavó su vista en el guerrero. Ichinén no se hizo cargo,
como si no le entraran flechas en la armadura.
-El mariscal
estaba forjando alianzas con dos reinos vecinos, uno de sus príncipes podía ser
un perfecto aliado. Necesitan el renombre de casarse con una reina, nosotros su
armada y logística. Tu intromisión podría arruinar eso, en perjuicio del reino,
aunque ceda al capricho de su reina. Creo que no lo has tenido en cuenta,
Ichinén.-
El guerrero
se balanceó despacio de un pie al otro, mientras meditaba lo que el otro decía.
-Lo tengo
más que claro, Valdemar. Ella debe permanecer libre para forjar alianzas por
casamiento… Sea con el reino que sea…-
-¿Y ser nada
más que un concubino no te molesta?-
-Lo haría
por el bien de ella, de ser necesario…-
Valdemar
soltó un gesto descreído pero sonriente.
-Me alegra
que nos entendamos. Ahora… ¿Qué hay de seguir tu viaje?-
Por un
segundo, Ichinén sintió que Valdemar le recordaba algo que había depositado muy
hondo en su mente. Cuando en realidad no debía ser así, sino todo lo contrario.
-Si
encontrara a mis amigos, seguiría mi viaje.-manifestó Ichinén, no con la misma
convicción que tenía al llegar a ese mundo.
Valdemar
debió detectar la vacilación del guerrero.
-Si llegaran
tus amigos, te irías como dices?-
-Si, así
es.-
-¿Y la
reina?-
-Ella puede
seguir con su vida, lo que tenemos…-
Valdemar se
quedó esperando que siguiera, pero no se aguantó y lo completó el mismo.
-Eso no va a
durar. ¿Lo sabes?-
-Lo sé,
Valdemar, lo sé. Le dolerá, pero yo debo seguir y ella también. Solo podemos
tener este corto momento, por más que mi corazón me dice que me quede.-
-Quizás
sería mejor que lo hicieras ahora. Mejor más temprano que tarde.-
La expresión
inicial de mal humor de Ichinén, fue virando a la decepción y la resignación.
-¿Eso te
gustaría, no es así?-
-Puedes
creer que en realidad es por algún resquemor que te tenga. No lo es. Ella está
feliz en tu presencia, pareciera que el sol le da más fuerte en el rostro
cuando te ve.-
Ichinén casi
estuvo por sonreír, recordando los gestos y las salidas de Innocenza.
-Por eso, se
que lo doloroso que será mientras más tarde esto. Sé que debes irte y ella creo
que tiene la vana esperanza de mantenerte a su lado, como sea. Aunque esto no
sería justo para ninguno de los dos.-
Ichinén
concordó con profunda tristeza que el pragmático hombre llevaba razón. Él podía
mantenerse al lado de Innocenza, pero aquellos meses no serían iguales que el
resto de su existencia. Podían mantener esa relación en secreto, hasta que ella
se casara de compromiso y luego seguir con más o menos notoriedad con su
vínculo. El era hijo de un duque, pero de otro mundo que ya ni existía, según
él. Su abolengo no servía para ese reino ni plano existencial. Innocenza debía
seguir sus planes, así como el guerrero Ichinén. Kosen Rufu lo necesitaba,
Victoria lo necesitaba. No podía fallarles. Tenía que dejar de demorarse y
buscar reencontrarse con sus amigos. Teban, Dulce y Victoria; los extrañaba
mucho. No sabía que había sido de ellos, después de perderse gracias al
monstruo. Involucrarse con Innocenza en los últimos meses, había sido una fuerte
distracción de su objetivo.
Llegar a la
habitación de la reina, fue muy doloroso para él. La soberana sonrió
ampliamente cuando el guerrero hizo su entrada al cuarto de recepciones.
Despidió a cada sirviente, a fin de que permanecieran a solas. Ichinén parecía
carecer de alegría en todo su ser, pero ella quiso pasarlo por alto, echándole la
culpa a cuestiones palaciegas de sus nuevas responsabilidades.
-Ahora, si
tendremos privacidad.-le dijo, acercándose y acariciando sus muñecas.
El guerrero
se retiró un poco. La reina lo sintió como un rechazo, pero no dijo nada.
-Majestad…
debo…-
-Cuando
estamos solos, puedes llamarme por mi nombre, Ichinén. Así como yo lo hago.-
-Innocenza…-
No sabía
como empezar a hablar, lo que debía inevitablemente decir. La reina lo apresuró
con una mirada, aunque no pudo evitar retroceder de sospecha.
-Debo irme,
mi reina.-
-¿Irte?
¿Adonde?-
-Con mi
vida, con mi búsqueda. No podemos seguir
con esto por siempre.-
-Yo soy la
reina y puedo decidir con quien estar.-
-Eso no es
del todo verdad, Innocenza. El casamiento por interés debe ser la opción
lógica, mi presencia no te lo haría fácil. Y yo no estaría siguiendo mi
objetivo determinado hace tiempo.-
-Los
objetivos pueden cambiar, Ichinén.-
-De este
depende mucho, tengo que seguir adelante.-
Innocenza
protestó, se enojó y le ordenó que no siguiera con eso.
-Debo
hacerlo…-
-No, deseas
hacerlo. Reconoce que no me amas.-
-Eso no es
así…-
-Preferiría
que me dijeras eso, no esas palabras faltas de coraje.-
-No es una
cuestión de coraje, debo seguir…-
-Entonces,
vete, Ichinén. No me hagas sufrir más con tu presencia que sabré que nunca en
la vida tendré.-le lanzó ofuscada, señalando la salida.
El guerrero
ya sin fuerzas o ímpetu se fue a ensillar el caballo que la reina le había
obsequiado, algo que casi estuvo por devolver. Valdemar fue el único que lo
despedió.
-Espero te
haga feliz, y puedas confortar el dolor que le acabo de causar.-
-Ella es
fuerte, sobrevivirá. No me hace feliz para nada, ni causarte mal, pero sabes
tan bien como yo que es lo mejor. En el futuro te habrías ido y ella no hubiera
querido dejarla.-
-Hubiera
sido mejor en ese momento…-
-¿Y cuál
sería tu intención en ese momento? ¿Llevarla contigo a tu búsqueda? Ella se
debe a su pueblo. No tienes ningún derecho a quitarle su futuro.-
Ichinén no
quiso o no supo que replicar. Saliendo a cabalgata ligera, dejó atrás al físico
con su levita negra. El hombre se mantuvo observando como el caballo se
alejaba. Horas después, subiendo una loma, Ichinén se detuvo a observar el
castillo a la distancia. Una gran congoja lo llenó, musitó el nombre de la
reina y recordó sus besos delicados. Estaba a punto de bajar la vista de
tristeza, cuando vio una llamarada surgiendo del interior del castillo. El
terror reemplazó a la melancolía, en menos de un segundo. Giró el caballo,
mientras seguía observando el edificio en llamas, que parecían explotar y
alzarse con aun más fuerza.
-Innocenza!-gritó
azuzando al caballo.
Desanduvo el
camino, con total furia en el galopar.